Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
FMI
FMI

La trampa de la deuda

Mucha gente, incluida la clase política, cree que las circunstancias pueden ajustarse a sus deseos y conveniencias, pero no es así. Son las circunstancias las que determinan el quehacer humano.

El informe del FMI advierte sobre la necesidad de que las finanzas públicas bajen el coeficiente de deuda al 45% del PIB, o menos, con objeto de asegurar la sostenibilidad de la deuda pública y evitar una crisis severa en la economía.

La manera de evitar que suceda lo que nadie desea que ocurra, es ajustar las finanzas públicas en lo inmediato (ingresos y gastos), para no tener que remediar a la carrera cuando sea tarde y demasiado costoso.

Las autoridades tendrían que lograr superávits primarios anuales de por lo menos el 2.5% del PIB, con regularidad y durante un período largo de tiempo, ya sea mediante el incremento de los ingresos y/o la reorientación de recursos ya comprometidos, verbigracia en el sector eléctrico, en subsidios o en gasto improductivo.

Esa sería la línea estratégica sobre la cual debería conducirse el manejo fiscal. La única que permitiría enfocarse en los asuntos que de verdad interesan al pueblo dominicano.

Y entre esos asuntos que interesan, el debate no debería ser, por ejemplo, si el Estado compra o no, si maneja o no plantas eléctricas, sino si el país recibe energía 24 horas, sin interrupción y a precio competitivo.

No debería ser si aumenta, o no, cualquier tipo de empleo, sino si más dominicanos encuentran trabajo en labores de calidad, con suficiente protección social, y si se pone fin a la invasión masiva de mano de obra indocumentada que distorsiona el segmento laboral y causa preocupaciones legítimas sobre la sobrevivencia de la nación.

El debate no puede quedarse en si crece, o no, el ahorro y la inversión, sino si se utiliza para impulsar la expansión del aparato productivo, o para adquirir bienes importados, o para esterilizarlo en una caja negra y abortar la expansión de la riqueza nacional.

No puede quedarse en si se incrementan o no, los préstamos bancarios, sino sobre qué tipo de clientela se atiende en mayor medida, a la que consume artículos de lujo importados, o a la que invierte creando más riqueza.

No puede ser si aumenta, o no, el PIB, sino si lo hacen las actividades que generan mayor valor agregado y empleo formal, o aquellas que lo hacen en medida despreciable.

No debería ser sobre si crecen, o no, las exportaciones, sino si lo hacen en forma progresiva como parte del producto nacional o en cambio cada vez son más reducidas.

Y este debate, tan necesario, no se lleva a cabo, ni se ponen en vigencia las respectivas soluciones, porque las autoridades están atrapadas en la trampa de la deuda, externa e interna. Y en el afán político partidario.

Este año tendrán que dedicar 3.2% del PIB solo a pagar intereses. 1.4% del PIB a acumular anotaciones de la deuda cuasi fiscal. Y 0.7% del PIB a pagar transferencias al Banco Central relacionadas con el lío cuasi fiscal, en adición a los subsidios que van al sector eléctrico y los que se prodigan a programas sociales, de más interés político que efectivos en solucionar el problema de la pobreza.

Y todas esas son taras que frenan el desenvolvimiento económico. Es como poner a correr a un ser humano con sus pies situados dentro de un saco de henequén.

Mucha gente, incluida la clase política, cree que las circunstancias pueden ajustarse a sus deseos y conveniencias, pero no es así. Son las circunstancias las que determinan el quehacer humano.

Para complicar las cosas, nunca se sabe cuando podría surgir y superponerse un tipo de crisis sobre otro, por ejemplo de deuda, cambiaria, bancaria. Podría originarse, por ejemplo, en el área fiscal, y trasladarse al cambiario o al bancario. O viceversa.

Tampoco es posible conocer cuándo una crisis originada en el ámbito económico, puede solaparse o coincidir con otra del orden político.

Si se dieran esas circunstancias de solapamiento de crisis, los costos serían extremadamente gravosos para la población que las sufra. Por tanto, hay que actuar y prevenir para que no ocurran.

Hay que reconocer que las condiciones actuales de tensión ciudadana relacionadas con los acontecimientos del escándalo Odebrecht, afectan la credibilidad pública y hacen desaconsejable cualquier intento de reforma fiscal en el corto plazo.

Pero lo menos que pudiera hacerse es tratar de ir saneando las finanzas públicas, en lo que surgen condiciones para una actuación más profunda.

Y, precisamente eso es lo que parecía que se estaba haciendo hasta hace muy pocos días.

Hasta julio pasado, de acuerdo a las cifras oficiales, el déficit fiscal en base de caja, se estimaba en RD$15,313 millones, frente a RD$84,894 millones previstos para todo el año. Y el resultado primario era de RD$41,568 millones, es decir algo más de un 1% del PIB. Aunque insuficiente, esa parecía ser la dirección correcta.

Sin embargo, en circunstancias como las señaladas las autoridades acaban de anunciar un plan de reactivación de más de RD$20,000 millones, que profundizaría el déficit, cuando deberían dejar esa tarea de estímulos al área monetaria y concentrarse en el saneamiento fiscal.

El péndulo no necesariamente es exclusivo de la política monetaria. En ocasiones, contagia a la fiscal. Y eso ocurre cuando no se tienen claros los objetivos de mediano y largo plazo, o cuando la agenda fiscal es guiada por consideraciones políticas partidarias o grupales.

TEMAS -