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Los empleadores y la dilución de la nacionalidad (5)*

Profesor Vitriólico, el panorama que usted pinta luce aterrador. Dígame, por favor, qué papel juegan los empleadores en todo esto de la inmigración ilegal que amenaza nuestra nación.

—Pues fíjate, Abimbaíto, hay distintos tipos de empleadores: formales e informales. Muchos de los empleadores informales contratan haitianos residentes ilegales en el país. En cambio, las empresas formalmente establecidas no los emplean, salvo algunas que lo hacen mediante subcontratación de servicios, que es una manera de cerrar los ojos ante la composición de la nómina.

Ya veo. Es una manera de eludir responsabilidades, causando el mismo daño.

—El propio gobierno, en la realización de sus obras públicas, es uno de esos empleadores de inmigrantes ilegales, aun fuere mediante subcontratación. Parecería que las autoridades esperan que le salgan peras al olmo para poner freno a ese agravio. También muchos constructores de edificaciones y viviendas, emplean haitianos ilegales; al igual que agricultores y ganaderos, comerciantes y transportistas, industriales y agroindustriales, y el sector de servicios, entre otros.

Entonces los haitianos ilegales en territorio dominicano, están hasta en la sopa, ¿verdad?

—¡Sorpréndete! También los emplean como conserjes y serenos en los miles de edificios que existen en la ciudad de Santo Domingo y otras ciudades, y como servicio doméstico, mientras que otros realizan actividades de chiripeo por cuenta propia, deambulando por nuestras calles como si estuvieran en su propia casa, aparte de que han montado la industria de parir en nuestros hospitales para luego reclamar que son dominicanos.

Pues no entiendo por qué se emplean tantos haitianos ilegales, habiendo, como hay, tantos dominicanos necesitados de empleos, ni por qué se les permite a las haitianas indocumentadas que ingresen a parir aquí.

—No es un misterio, Abimbaíto. Se propaga el bulo de que el dominicano es haragán. Se da a entender que no quiere trabajar sino vivir del moto concho, quinielas, lotos, prostitución.

Y, ¿no lo es, filósofo?

—No, es puro cuento. El dominicano trabaja duro cuando se le retribuye dignamente. Y lo hace bien. Aunque tiene algo de verdad la afirmación de que las remesas en parte son culpables de haber acostumbrado a muchos dominicanos a vivir del cuento de un “situado” periódico.

Y qué explica que el país sea un paritorio de haitianos.

—A los haitianos se les ha montado una estrategia para que se queden con este terruño, que incluye adoctrinarlos para que manden sus mujeres a parir en territorio dominicano, mientras aquí se duerme el sueño de los ingenuos.

Pero, entonces ¿cuál es la ventaja de emplear haitianos ilegales?

—Los empleadores que contratan a los haitianos ilegales se aprovechan de no tener que pagar la cotización de la seguridad social ni someterse a la rigidez del Código Laboral, sobre todo en lo referente al despido. La falta de flexibilidad de dicho Código está haciendo daño a la estructura productiva y contribuyendo a diluir la nacionalidad.

O sea, quienes contratan ilegales haitianos derivan una ventaja económica en su favor y por eso marginan al dominicano. Así no hay cajuil que se quede en la mata.

—Hay otros tipo de empleadores que contratan mano de obra haitiana para emplearla en Haití, y lo hacen acercando esa población a fábricas situadas cerca de la frontera. Eso les permite abaratar sus costos de producción y generar más ingresos.

Sí, filósofo. En lo que a mi concierne, esto no lo veo mal. Es una manera de dar auxilio al pueblo haitiano, allá, que bien lo merece, al tiempo que esa misma producción se traslada al país para darle terminación y añadirle mayor valor agregado. En la medida en que ellos encuentren fuentes de trabajo en su país, no tendrán que venir para acá. Pienso que es parte de la solución que se requiere.

—Hombre, veo que estás avanzando, pues lo primero es aprender a razonar por ti mismo. Enhorabuena, Abimbaíto. Tienes un buen enfoque. Es meritorio invertir en un país como Haití con tan precaria institucionalidad. Es una hazaña, propia de emprendedores. Ayudar a Haití significa crear institucionalidad. Y hacerlo es una cuesta tan empinada como el Everest.

Menos mal. Ya veo que no estoy perdido en mis juicios.

—Sin embargo, Abimbaíto, de seguro comprenderás que desde la óptica de las amenazas que penden sobre la nacionalidad dominicana, la prioridad debería siempre ser, sin equívocos, ofrecer empleo a más dominicanos, y si acaso realizar inversiones en Haití mediante proyectos que les permitan desarrollar su país, pero localizándolas lejos de la frontera, para fijarlos allá.

A ver si lo entiendo, si por ejemplo pusiéramos como referencia el sistema solar, sería como afirmar que esas inversiones dominicanas en Haití deberían estar no tan cerca de la frontera (el sol) que se achicharren, ni tan lejos que se conviertan en inviables. Es así, ¿verdad?

—Tienes una visión práctica de las cosas. Piensa en esto: todavía hay tiempo para que la clase política y segmentos amplios de empleadores que contratan haitianos ilegales aquí, y a otros allá establecidos en su propio territorio pero acercándolos a fábricas situadas en la frontera, caigan en la cuenta de que, conscientes o inconscientemente, están llevando a la nación dominicana hacia la dilución.

Profesor y filósofo, no puedo entender que los empleadores que usted menciona contraten mano de obra haitiana sin medir las consecuencias terribles que se derivan, y que gran parte de la clase política se inhiba de tomar a tiempo las acciones correctivas que se necesitan.

—Te lo explicaré. Hay quienes se mueven por motivaciones ideológicas y también los que solo lo hacen atraídos por la codicia de acumular más dinero. Asimismo, hay políticos que van al poder para transformar y desarrollar a sus pueblos, mientras otros lo hacen para servirse a sí mismos y a los grupos que los apoyan, en vez de resolver problemas fundamentales.

Vaya al grano, filósofo. Deme algo más de detalles para que yo pueda entender este asunto.

—En el mundo hay quienes claman porque se borren las fronteras para que población irredenta pueda disfrutar del bienestar de los países ricos y que, al final, la humanidad termine igualándose, pero en la pobreza. Esa es una expresión ideológica, entendible aunque no se comparta, puesto que lo sublime sería que se igualaran en la riqueza, si no fuera una mordaz ironía.

Diantres, sí. ¿Cómo no había reparado en eso?

—Ese fenómeno en evolución está causando reacciones agrias y aupando una ola de nacionalismo muy áspera, sobre todo en Europa y en los Estados Unidos, pero no únicamente allí.

Es evidente que sí, puesto que lo leemos cada día en los despachos de prensa.

—Menos entendible es que empleadores dominicanos, por un lado, contraten haitianos que se encuentran en forma ilegal en territorio dominicano y, por otro, atraigan población haitiana a la frontera dominico haitiana. Es obvio que están desprovistos de peso ideológico, pero cargados de intereses materiales: su propósito es ganar más dinero contratando mano de obra depauperada, aunque destruyan la nacionalidad dominicana que tantos sacrificios y vidas ha costado construir.

¡Anda San Pancracio! Pero no me diga usted que estamos vendiendo la nacionalidad y la patria por una migaja de pan.

—Tal vez por una migaja no; es por algo mucho más sustancial, pero venta al fin y al cabo.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.