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Parques Nacionales
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Madre de las aguas

Dada la importancia que se le otorga a Valle Nuevo como fuente generosa de recursos hídricos (Madre de las Aguas), en uno de los gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer se decidió prohibir en esa delimitación geográfica la realización de toda actividad agropecuaria y restringir el uso de cabañas de esparcimiento.

En ese momento Valle Nuevo estaba clasificado como reserva científica nacional, pero luego fue convertido en parque nacional, desde luego como título o etiqueta, que no en los hechos.

Como consecuencia de esa decisión gubernamental, los productores agropecuarios que se encontraban establecidos en ese lugar tuvieron que desmantelar sus instalaciones y ubicarse más abajo en el valle. Y algunas cabañas fueron demolidas.

La medida adoptada en el gobierno del Dr. Joaquín Balaguer no fue el fruto de un capricho ni mucho menos el resultado de un exabrupto o de un exceso de autoridad. Se trataba de asegurar la conservación de una de las principales fuentes de generación de agua tanto para consumo humano como agropecuario, indispensable para la sobrevivencia del pueblo dominicano.

Y también de cuidar de que el valle de Constanza pudiera hacer uso de las corrientes fluviales para el desarrollo ordenado de la agropecuaria, en vez de continuar agotando las aguas subterráneas.

Cuando el Dr. Leonel Fernández alcanzó la primera magistratura en 1996, pequeños grupos lograron convencer a altos funcionarios de que reconsideraran esa disposición, bajo el argumento de que se había afectado a “padres de familia” que necesitaban ganarse la vida.

El gobierno fue inducido a revertir la medida. Triunfó la política pequeña, la de corto alcance. Se permitió de nuevo, pero esta vez sin ningún tipo de restricción, que la gente que ya había sido desalojada de la alta montaña volviera a ser admitida.

Y allí empezó una verdadera debacle ambiental, pues los beneficiados interpretaron que habían adquirido luz verde para depredar los bosques a su antojo y conveniencia.

Decenas de agricultores, grandes, medianos y pequeños, los que estaban antes y los que se agregaron después, comenzaron a talar bosques, secar cañadas, incorporar tierras de las cuencas hidrográficas a labores agrícolas en pendientes de espanto, y a contratar trabajadores haitianos para su servicio; a instalar bombas de agua y decenas y decenas de kilómetros de tuberías de plástico.

De pronto, donde había bosques comenzó a verse tierras aradas, trasiego de insumos, camiones cargados de productos, en frenesí creciente; acumulación de basura, plásticos, incendios, algunos intencionados para seguir robando tierra al bosque, deterioro medio ambiental, y proliferación de haitianos, ya que esa agropecuaria que esquilma la tierra ni siquiera es capaz de ofrecer trabajo digno, bien remunerado a los dominicanos.

De aquella desafortunada decisión han transcurrido 20 años y los resultados han sido desastrosos.

Tengo la satisfacción de haber escrito muchos artículos tratando de crear consciencia sobre lo que estaba sucediendo, arando en el desierto pues nadie se daba por enterado, por lo menos en apariencia.

Ahora luce que las cosas empiezan a cambiar, para bien. Pero habrá que darle seguimiento.

El Ministerio de Medio Ambiente acaba de certificar que se ha producido la “degradación del caudal de los ríos Grande o del Medio, Nizao, Yuna, Jimenoa y Tireo, los cuales suplen de agua a las principales ciudades del país.” Y ¡qué casualidad! Todos nacen en el área supuestamente protegida del Parque Nacional Juan B. Rancier o Valle Nuevo, y en su área de influencia.

Esos ríos y muchos más han entrado en un proceso de agonía que conduce a su desaparición si con carácter de urgencia no se remedia la situación y se adoptan medidas heroicas, duras y firmes.

Es relevante que el ministerio reconozca el daño acaecido en vez de estar proclamando un incremento fantasioso de la cobertura boscosa, que ha servido de morfina para entumecer los sentidos e inhibir la acción de rescate que ya se ha tornado en urgente.

En ese contexto de máxima preocupación el ministerio de Medio Ambiente acaba de dictar una importante resolución, con el número 14-2016.

Sus principales componentes son los siguientes.

Aprobar un plan de acción para el rescate del Parque Nacional de Valle Nuevo. Disponer que todas las infraestructuras y red de distribución de aguas dentro de los límites del parque, queden bajo el control del ministerio. Prohibir las actividades agropecuarias. Dar un plazo de 120 días para el desalojo de esas áreas. Ordenar y regular el usufructo de las cabañas existentes. Y bloquear el acceso motorizado a los caminos secundarios.

El Ministerio de Medio Ambiente merece un voto de confianza y de aliento por la medida adoptada. Este es un verdadero brote verde que hace renacer la esperanza.

Lo difícil será llevarla a cabo, pero habrá que hacerlo sin miramientos. Este no podría ser el cuatrienio del agua como se ha proclamado, si no se empieza por recuperar las fuentes que se están extinguiendo. Ahí está la prioridad y la urgencia.

Es apenas el primer paso. Habrá que continuar parando el desastre ecológico que existe, por ejemplo, en los altos de Tireo y en los alrededores de La Culata y la Ciénega de los Bermúdez. Y cerrar el acceso motorizado desde la alta montaña de Manabao hasta La Culata. Y así sucesivamente.

La tarea es ardua pero el premio es grande: hacer viable la sobrevivencia de este pueblo en este suelo. Ni más ni menos.

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