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Corrupción
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Mi consejo para Ángel Rondón

Por más brillo que le dé a su cobrizo tinte capilar, Ángel Rondón está feo para la foto. Y es que en su caso no hablamos de un simple trámite de cancelación del visado al amparo de la sección 212 (a) y 2 (C) de la Ley Federal de Inmigración y Nacionalidad (INA), sino de una orden ejecutiva firmada por el presidente de los Estados Unidos. En términos más claros: no se trató de una disposición burocrática del Departamento de Estado, sino de un despacho de la Casa Blanca. El mensaje fue inequívoco como para que no hubiera titubeos ni brechas interpretativas. Se estrena así un raro precedente en la historia reciente, que según su recia motivación se emite para dar un ejemplo mundial. Si tal hecho no tiene significación, no sé qué tendría. Hay que estar muy abstraído para no entender las señales.

La reacción de Ángel Rondón fue asustadiza. Él sabe que la Embajada de los Estados Unidos a partir de ese decreto no le perderá las pisadas a su suerte. Todos los actores de su proceso (procurador, jueces, fiscales, abogados y procesados) estarán en la mirilla de sus intereses y sus nombres aparecerán en los reportes clasificados que remita la embajada al Departamento de Estado. Por eso la respuesta de Ángel Rondón fue instintiva y elusiva; casi suplicante les insinuó cierta prudencia a los jueces que manejarán su caso. Ahora Ángel, amigo del presidente Medina, sentirá su abandono y con él la pérdida de aquella promesa implícita de sortear su trance judicial a cambio de mantener la inverosímil coartada que hasta ahora ha defendido.

Esa carga pesa mucho y pone al filo de la guillotina los intereses políticos de sus padrinos. En eso Danilo Medina es un mulo y no dudo de que le “suba los vidrios” a su apurado amigo. Como político sagaz, Medina solo le es leal a las circunstancias y quiere evitarse todo ruido ocioso con Washington, más cuando arrastra, como la cola de un dinosaurio, el brumoso financiamiento de las campañas por parte de Odebrecht, tema que el Departamento de Estado tiene en carpeta por si las cosas. La inteligencia americana es obsesiva archivándo lo todo; en algún momento lo sacarán para negociar o eliminar.

Ángel es astuto, frío y advertido, pero muy aprensivo; conoce más que nadie los laberintos oscuros del poder, por eso entenderá que el cuadro ha cambiado y que de chaval consentido pasó a ser cordero de expiación. Este revés debe ser ponderado por su defensa en sus más remotos confines. Se impone una revisión.

Conozco y respeto a los abogados de Ángel Rondón, profesionales de alta talla y amigos de larga vida, pero si me pidieran un consejo les diría que convenzan a su cliente de negociar un acuerdo con la Procuraduría. Defender la exculpación del empresario al amparo de argumentos tan débiles y condiciones incriminatorias tan severas es porfiado.

Ángel Rondón ha sostenido que recibió dinero a título de “representante o agente comercial” y como retribución por “servicios” prestados a favor de la empresa transnacional. Para tal fin presenta un contrato genérico, probatoriamente insuficiente para sustentar cada pago. Los pagos no se prueban con contratos; se constatan con facturas debidamente acusadas y procesadas, con montos, impuestos, deducciones y retenciones, así como con recibos de descargo.

Esa línea de defensa es frágil y riesgosa. Odebrecht declaró que no hacía pagos de sobornos de forma directa sino a través de Ángel Rondón, confesión sensiblemente inconsistente con la del imputado. Ni Odebrecht ni Ángel Rondón han demostrado que hubo un registro contable transparente, consistente y creíble que pudiera demostrar fehacientemente las cuentas de su relación “comercial”, el movimiento de pagos y su objeto. La razón es obvia: no existía. Las transferencias eran retribuciones a terceros despachadas según las indicaciones que de cuando en cuando les hacía Rondón a los ejecutivos del famoso Departamento de Operaciones Estructuradas de la firma constructora, valores recibidos desde cuentas operadas “por la izquierda” (la legendaria Caja B) o trianguladas; por eso Rondón nunca tendrá la posibilidad ni los medios probatorios para sustentar su coartada sobre la premisa de que esas presuntas sumas estaban vinculadas a su contrato de servicios como “representante”, condición que nadie ha discutido.

Si Rondón llega a un acuerdo con la Procuraduría pasará de villano a héroe. Mediante un acuerdo de negociación de la pena revelaría a quiénes pagó, las sumas entregadas, las fechas y condiciones de los tratos, los proyectos o licitaciones involucradas y cualquier registro o evidencia de su pago. Explicaría la forma en que operaba el esquema de retribución, las personas no incluidas en las investigaciones que recibieron pagos y la trama política implicada en el proceso judicial del caso.

Hacer esto, además de vindicarlo, facilitaría, como parte del acuerdo, la gestión de una petición formal al Gobierno de los Estados Unidos para la revisión de su caso. Seguir apostando al silencio es suicida. No hay forma de conciliar su versión con la realidad de la prueba o con la negación contundente de los hechos. Si Ángel confiaba en una acusación acomodada del Ministerio Público, debe considerar como caduca tal pretensión. El Procurador es objeto de la misma sospecha, aunque reciba las sonrisas diplomáticas típicas de los despachos federales y cuente con el “respaldo” del Departamento de Justicia, del Departamento de Estado y de las agencias federales de investigación de los Estados Unidos. Esos protocolos de colaboración son muy fríos, estándares y técnicos. Hay un monitoreo colateral “de inteligencia” que corresponde a los resortes diplomáticos. Esa es la versión políticamente relevante y sus reportes son los que determinan las decisiones de Estado. Washington estará al cuidado de cada paso en falso de fiscales y jueces.

Si en algo tiene Rondón la razón es en suponer que esta decisión del presidente Trump será un fastidioso constreñimiento para cualquier sistema judicial del mundo. De manera que dejo a la prudencia del empresario salir o no por la puerta principal honrado de haber ayudado a reparar sus propios desvaríos. La otra opción es encubrir su falta, proteger a otros al precio de su inmolación y cargar con un estigma que marcará su vida privada y de negocios en cualquier rincón del mundo donde haya intereses de los Estados Unidos. Entonces sabremos qué tan bueno es Rondón como negociante.

taveras@fermintaveras.com

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