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¿Miriam Germán desnudó el show?

Me repulsan los temas manoseados porque en ellos se alojan muchos gérmenes, pero en este caso me obliga la necedad, condición que en un país de descuidos adquiere carácter virtuoso. Esto lo escribo un lunes, al abrigo de la resaca judicial del fin de semana, de manera que cuando se publique el jueves en Diario Libre los “cronistas de opinión” de los “gobiernos radiales” lo habrán devorado. En esas circunstancias me arriesgo a redundar o quizás a recoger anticipadamente las migajas del tema. ¡Qué caray!, no importa, vivimos morbosamente la “cultura rumiante” en la que se le saca jugo hasta a los bagazos.

Hablaré del fallo de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia que revocó la medida de coerción impuesta a los inculpados de Odebrecht. Les suplico que no dejen aquí la lectura por causa del consabido hastío.

Me evité el fastidio del “juicio” porque, además de ser abogado (que de por sí es una ocupación tormentosa), lo que se debatía en la sala de juicio no me resultaba atrayente. Sabía que aquello iba a ser lo que resultó: una “pasarela forense” donde las poses retóricas eran más para las cámaras que para los jueces y el narcisismo de los abogados me causa urticaria, por eso he hecho rico a mi dermatólogo. En cambio, sí leí la sentencia con sus votos disidentes. Era previsible la revisión de las medidas: no todos los casos son iguales para ser equiparados según un criterio totalitario, indistinto y absoluto.

Paradójicamente, la jueza que se llevó más rosas fue la que se pronunció por la decisión menos popular: Miriam Germán Brito pidió que todos los imputados fueran liberados. Su voto disidente constituyó prácticamente un fallo separado con motivaciones, fundamentos y hasta valoraciones personales. La magistrada Germán no hizo nada distinto a su prominente desempeño judicial. Además de las razones que apuntaremos, las loas a su favor se amplificaron por el eco de los propios beneficiados. De manera que su reserva sobre las eventuales detracciones por su voto resultó hasta innecesaria.

En la acera del frente, la magistrada Esther Elisa Agelán Casasnovas pidió la ratificación de la medida en todos sus términos. Un voto también meritorio porque, al margen de que era su derecho, desafiaba la arrogancia de ciertos medios y teóricos dispuestos a blandir el estigma del “populismo judicial” en contra de cualquier juez que ratificara la medida. Entre esos extremos, la carga se les aligeró bastante a los jueces de ascendencia oficialista, quienes son aburridamente predecibles cuando un expediente huele a política. Comieron pescado sin pescar.

La talla de la opinión de la magistrada Germán, que hasta le redimió de muchas críticas, se descubrió cuando lanzó su recia advertencia al Ministerio Público de que si la acusación se formula con las debilidades probatorias que revela el expediente, sus perspectivas, en un juicio de fondo, serán improbables. Voy a ser textual: “Si el Ministerio Público no resuelve la dificultad que tiene para probar la acusación a los imputados en el caso Odebrecht, no tendrá éxito en un juicio final”. Esta apreciación no es nueva ni aislada; late y preocupa desde que se conoció el escrito de solicitud de las medidas de coerción y, para mí, desde que se firmó el acuerdo con Odebrecht. La trascendencia de la opinión de la magistrada Germán reside en ser la primera vez que una persona de su investidura judicial le dice al Procurador lo que mucha gente ha advertido.

No hay que ser un jurista ni un observador avezado para notar la destemplanza del Ministerio Público en esta “investigación”; las señales insinúan un patrón deliberado de actuación. Veamos algunos atisbos: a) un acuerdo negociado con Odebrecht como si se tratara de un entendimiento comercial pactado en condiciones paritarias. Si el Ministerio Público hubiera colocado a la empresa en un escenario forzoso y coactivo de negociación a través de la presentación de cargos, suspensión de pagos, decomisos de bienes, embargos conservatorios y de cuentas, inhabilitación operativa y otras medidas coercitivas, le hubiese arrancado mejores condiciones con un régimen sólido de garantías tanto en bienes como en obligaciones judiciales. Prefirió negociar creyendo que su contraparte más que una imputada, era socia; b) unos interrogatorios amistosos con los inculpados, a quienes se les dio la oportunidad y la libertad de seleccionar a su discreción las pruebas de su conveniencia; c) la ausencia de diligencias procesales relevantes para el recaudo de las pruebas (el único allanamiento fue el de las oficinas de Odebrecht, tiempo después del interrogatorio de sus ejecutivos, como para decir que se hizo algo), y d) una solicitud de medidas de coerción festinada con errores básicos, armada al mismo tiempo en que se traducían apresuradamente los documentos de Brasil y sustentada fundamentalmente en esas confesiones.

El Procurador se confió en lo que venía de Brasil y lo que llegó fue un colosal fiasco; lo más patético fue haber sustentado su solicitud coercitiva con base en lo único que tiene y quizás tendrá para sustentar los sobornos: unas confesiones genéricas, imprecisas y, en algunos casos, abstractas de las delaciones premiadas de Brasil, medios que de por sí no son vinculantes en los tribunales dominicanos. Si en eso consistió el apoyo de Odebrecht, en virtud del aclamado acuerdo, dejemos esto hasta aquí y considerémonos timados.

He escrito cuatro artículos de opinión en los que como ciudadano expreso mi frustración por la anémica gestión judicial del caso Odebrecht. Le he pedido al presidente y al procurador que acojan la propuesta de la Marcha Verde de conformar un equipo independiente de apoyo técnico y auxilio judicial preferiblemente internacional en el marco de la Convención de la ONU contra la Corrupción. Al Gobierno no le interesa nada que lo comprometa más allá de lo que está bajo su control en este caso y la Marcha Verde tiene problemas estructurales de seguimiento a sus propios reclamos. Si no se rescata ese pedido y se define una estrategia de observación ciudadana rigurosa, técnica y sistemática a la investigación del Ministerio Público en este y otros casos, de poca cosa servirán las protestas sin propuestas y la indignación sin negociación. El Gobierno parece estar bastante cómodo y el Procurador convencido de que estaba haciendo lo mejor. ¿Y la oposición? Zzzzzzzzzz...

taveras@fermintaveras.com

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