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Mitos dominicanos: la curva Manzano

Lo lamentable en todo esto sería que la famosa curva Manzano sólo permanezca en el imaginario de los dominicanos y en la Facultad de Ingeniería de la UASD.

Todavía hoy, años después de su muerte, para hacer tangible la inteligencia de Alfredo Manzano se recuerda que uno de sus mayores aportes a la geometría universal fue el descubrimiento de una curva que lleva su nombre, la “curva Manzano”.

Nunca he pensado, ni remotamente, en verificar si es cierto que el reconocido ingeniero haya revelado al mundo la existencia de esa curva, simplemente por aquello que solía decir José Ortega y Gasset de que los mitos no se verifican, porque mueren. Desde que salí del bachillerato estoy oyendo que el ingeniero Manzano había realizado esa proeza intelectual y la creo.

En cuanto a los alumnos del ingeniero Manzano, me parece que tenían necesidad de que su profesor, cuya fama de inteligente desbordaba no sólo las aulas y los pasillos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) sino también el edificio, fuera eso que todos aspiramos ser: un genio. Y realmente así lo atestiguan los que le conocieron.

El ingeniero Manzano era una necesidad para el imaginario dominicano que acababa de salir de una de las dictaduras más férreas de América, la de Trujillo. De muy pocos dominicanos se hablaba fuera de nuestro país. Al margen de Pedro Henríquez Ureña, se hablaba de Bosch en el mundo de las letras y de la política, se hablaba de Eduardo Brito y de Alberto Beltrán como cantantes de géneros diferentes, pero en el mundo científico aparentemente no habíamos hecho un aporte. Manzano, sin salir de República Dominicana, había logrado darnos a conocer esa curva hasta ese momento desconocida.

Con el éxodo de dominicanos que se inició, para algunos poco antes, con la caída de la dictadura de Trujillo se comienzan a ver hoy los resultados de los aportes de sus descendientes al mundo de las ideas, de las ciencias, del arte, de la música y del deporte.

Hasta hace poco República Dominicana padecía el síndrome del descubrimiento recurrente. Después del de 1492, se le había descubierto en varias oportunidades: cuando el ciclón de San Zenón, con la llegada de exilados republicanos españoles en 1939, con la llegada de judíos que huían al terror de la Alemania nazi, con el ajusticiamiento de Trujillo, con la intervención de 1965. Se hablaba de Santo Domingo, como se le dice al país en el extranjero, siempre que era objeto de una tragedia. Luego se olvidaba y se quedaba abierta la posibilidad a un nuevo acontecimiento que diera motivo a que se volviera a hablar de los dominicanos.

República Dominicana era conocida por los agentes de turismo como “el secreto mejor guardado del Caribe” hasta que, tanto los turistas como las proezas de los dominicanos en el extranjero, lo revelaran al mundo sin más referencia que su nombre. Los que hicieron cosas dignas de la atención del mundo todavía padecen ese desconocimiento que mencionaba más arriba.

Para muestra, sólo hay que recordar que Pedro Henríquez Ureña cuando llegó a trabajar a Argentina se le consideró durante mucho tiempo, según Sábato, mejicano y luego puertorriqueño. Hasta que finalmente se aclaró que era dominicano como él no se cansaba de pregonar. Otro caso similar, y más reciente, es el de Oscar de la Renta, el reconocido diseñador de moda, quien en una ocasión, cuando asumió la dirección de la Maison Balmain en París, un periodista de Le Figaro le preguntó que cómo se sentía un americano en París a lo que De la Renta respondió. “Será de pasaporte y dirección, porque yo soy dominicano.

Durante los conflictos de los indios del estado de Chiapas en México, se descubrió que el reconocido antropólogo Héctor Díaz Polanco era dominicano. De artistas como Juan Luis Guerra, en cambio, nunca ha habido dudas de sus orígenes por razones diferentes. Guerra y sus 4:40 salieron hacia la fama de República Dominicana. Los demás se desarrollaron en los países donde se hicieron de un nombre. Lo importante en todo esto es el sentimiento de dominicanos que tienen y pregonan.

Un caso conmovedor es el de Félix Sánchez, el doble campeón olímpico de 400 metros con vallas, quien sin haber nacido en República Dominicana y hablar un español con acento reivindicó su nacionalidad dominicana para conquistar, por primera vez en la historia del atletismo dominicano, una medalla de oro en las Olimpíadas de los albores de este siglo.

Nadie parece poner en tela de juicio la existencia de la “curva Manzano”. A nosotros los profanos en la materia nos resulta un poco cuesta arriba imaginarnos cuál fue la curva que descubrió el ingeniero Alfredo Manzano. La idea de lo que es una curva, la que todos conocemos, nos podría ayudar a entender la proeza del destacado profesor. Lo lamentable en todo esto sería que la famosa curva Manzano sólo permanezca en el imaginario de los dominicanos y en la Facultad de Ingeniería de la UASD. Tal vez se trate de algo tan evidente como el descubrimiento del francés Pascal.

Blaise Pascal, tratando de dar una explicación sobre la omnipresencia de Dios, hizo un descubrimiento que merece ser recordado por su evidencia y que nadie, hasta ese momento, había observado, aquello de que el centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.