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Moca, el pueblo de antes

Aspiro a que las demás comunidades del país hagan algo parecido, recreen sus valores, les otorguen la primacía que merecen, insistan en ellos.

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Moca, el pueblo de antes

Hace varios meses, antes de que a finales del año pasado ocurriera su lamentable fallecimiento, entregué al Dr. Artagnán Pérez Méndez una obra que había escrito, con objeto de que tuviera la gentileza de revisarla y escribiera el exordio.

Artagnán fue educadamente sobrio en su juicio sobre una elaboración que en ese momento estaba incompleta. Y, en las notas que elaboró, dice: “El autor de esta obra aclara que la misma es un homenaje a Moca, su pueblo. Guarda con nitidez las memorias de su infancia y a los 16 años cumplidos de edad, salió de Moca, territorialmente hablando, pero no de su corazón y recuerdos. Este libro recoge sus recuerdos de infancia y refiere los valores familiares y religiosos que impregnaron su existencia.”

Añade, el Dr. Pérez Méndez, quizás como una condescendencia hacia el hijo de quien fuera uno de los principales abogados de Moca, a quien profesaba admiración: “Me parece útil la lectura, tanto para mocanos como para conciudadanos de otras comunidades. La vida del autor, según afirma, fue el marco en el cual se inició su vida en ese pequeño pueblo y ahora, en esta obra, están las pinceladas que recoge la pluma, para que sus lectores conozcan la razón de la mocanidad, condensada en una vida particular que puede ser la de muchos.”

Sin que Artagnán lo supiera, mejoré y amplié el contenido que le entregué y agregué una segunda parte sobre los vínculos históricos de mi familia con su pueblo. Asimismo, añadí una tercera parte relacionada con las acciones y sugerencias que he venido formulando con respecto a la puesta en realce de los valores de mi comunidad.

Sin embargo, antes de yo poder mostrarle la revisión y ampliación del contenido del libro, sin previo aviso lo sorprendió la portadora tenebrosa de la guadaña atemorizante, silenciosa e infame.

Así es que, tenía el libro y también el exordio escrito por su valiosa pluma, pero necesitaba además un prólogo escrito por alguien de enjundia y relevancia intelectual en el mundo de las letras, relacionado con el terruño. Algunos amigos mocanos cumplen con creces con esas premisas, pero he abusado de la generosidad de algunos de ellos, ya que los he hecho partícipes de la introducción a otros libros de mi autoría.

Quería que el prólogo lo escribiese alguien con raíces mocanas. Y, ¿quién mejor que un poeta para interpretar los sueños que surgen en la infancia y adolescencia? En eso, en la búsqueda de un poeta que fuera, a la vez, mocano, alguien me dijo, ¿y Raful? ¿Tony, le pregunté? Si. Pero, ¿es mocano? Y lo confirmé. Si, por parte materna, por el lado de los Tejada de Juan López.

Por Tony siento gran simpatía y suelo leer sus escritos. Lo llamé y no dudó un solo instante en responderme que con gran satisfacción escribiría el prólogo. Y lo escribió, bajo el encabezado: Introito a un texto encantador de Eduardo García Michel, lo cual me honra y obliga a perseverar en el intento de superarme cada día más.

En todo esto hay un gran valor añadido: en lo adelante Tony Raful será incorporado formalmente a la legión de compueblanos que entienden, como expreso en mi libro, “que hay un talante mocano, bien definido. Nadie se parece más a un mocano, que otro mocano. El mejor acompañante de un mocano, es también otro mocano.”

En mi libro digo, como caracterización de la gente de mi pueblo: “Nunca podré olvidar la solidaridad de mis compueblanos ante la desgracia ajena; su sentido profundo y auténtico de la amistad; su valoración en la medida justa de las realizaciones de cada cual; su mística inquebrantable en torno al trabajo que dignifica; su honestidad reconocida en la famosa expresión seco, sacudido y medido por buen cajón; su fuerza interior que lo lleva a ser intolerante con el abuso y la tiranía”.

Para mi, todas esas son caracterizaciones del modo de ser mocano, de su talante. O, por lo menos, lo eran en la época aquella en que transcurrió mi infancia y adolescencia.

Esas tres partes que he mencionado, unidas en un solo texto, constituyen el libro que se pone en circulación en el día de hoy en la Biblioteca Nacional, a las 7 p.m., bajo el título Moca, el pueblo de antes, cuya introducción estará a cargo gentilmente de Adriano Miguel Tejada, mientras que presentación y la lectura del prólogo la hará Tony Raful. La invitación está abierta a los que deseen asistir.

Este libro fue escrito en torno a Moca, pero no es solo para los mocanos. Aspiro a que las demás comunidades del país hagan algo parecido, recreen sus valores, les otorguen la primacía que merecen, insistan en ellos. Al fin y al cabo, eso es lo que da identidad a los pueblos.

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