Otro ramo por Venezuela
La República Dominicana está invadida por una inmigración haitiana que presiona hacia abajo el nivel de escolaridad, cuya cultura difiere de la nuestra. Es un injerto que genera guetos. En cambio, la inmigración venezolana, de mayor nivel educativo, se inserta con naturalidad en nuestra sociedad. Integrarlos a plenitud es una manera de ayudarlos, al tiempo que un empuje decisivo hacia el desarrollo de la patria.
Mi artículo anterior titulado “Un ramo por Venezuela”, levantó reacciones. Una señora escribió: “Buenos días Sr. García Michel. Hoy tuve el placer de leer su artículo en el periódico Diario Libre donde se refería a mi país, Venezuela. Me alegró mucho y remeció en mí las raíces de la historia. Gracias por sus acertadas y esperanzadoras palabras. Quisiera alargar y expresar todo lo que siento. Solo Dios sabe lo que pasamos cada uno de los venezolanos fuera de nuestra hermosa tierra. En mí tiene una nueva admiradora y amiga. Gracias. Gracias. Gracias. De una venezolana en su hermosa isla, República Dominicana”.
Otra señora dijo:
“¡Buenas tardes! Gusto saludarlo. Gracias por su artículo en el Diario Libre en apoyo a los venezolanos. La verdad que para nosotros no ha sido nada fácil y sentir el apoyo del pueblo dominicano es un bálsamo, aunque no sea igual desde sus gobiernos. Esperemos que su solicitud no caiga en saco roto. Saludos cordiales”.
Un señor planteó:
“... Gracias por ser la voz de emigrantes venezolanos dignos que hoy no tienen voz y que tomaron la linda Quisqueya como el sitio donde ver sus sueños hechos realidad, así como usted bien lo escribió de muchos dominicanos que de igual forma alguna vez tomaron a Venezuela. Ayúdennos por favor a la inmigración venezolana a tener un estatus legal en República Dominicana, ya que en estos tiempos es imposible legalizarnos. Conseguir en Venezuela la documentación completa apostillada es una tarea titánica y casi imposible. Agradecido le estoy por toda la ayuda que en este sentido le pueda brindar a mis compatriotas que hoy se manejan en la oscuridad de la legalidad, no por querer, si no, más bien, por no poder ser legales.”
Otro venezolano, con raíces dominicanas, expresa:
“... Creo puedo decírselo con toda franqueza, nos ha dolido mucho ver en años recientes como la posición dominicana en ciertos círculos oficiales, dejaba de ser ese apoyo que tanto nos ha hecho falta para librarnos de esta amargura que, como a ustedes en otros tiempos, nos consume y deteriora... Venezuela superará esta contingencia y entonces seguirá estando allí frente a ustedes con sus tres mil kilómetros de costa caribeña y sus recursos físicos y humanos abiertos a una relación sincera y productiva en favor del desarrollo y amistad de nuestras sociedades”.
Un empresario dominicano, alto ejecutivo de una empresa multinacional, envió esta nota:
“... Me conmovió tu artículo; yo viví 10 años en ese maravilloso país y fue el único en que me sentí como en el mío. Los venezolanos siempre se han sentido muy ligados a nosotros... Yo viví allá desde el 85 hasta el 95, los últimos años de gloria de Venezuela, la cuna de la democracia de América... Cuán triste me siento cuando veo las penurias que están pasando los venezolanos aquí, cuando en esos años había más de 50,000 dominicanos en Venezuela y no recuerdo haber escuchado nunca queja alguna de alguien. Ojalá que nuestro Gobierno encuentre la forma de ayudar a los venezolanos que están aquí”.
Conocí, hace muchos años, una Venezuela rica y vibrante. Fui testigo de su cordialidad, alegría, solidaridad sin límites. Constaté el trato de privilegio que siempre dispensaron a los dominicanos. Luego, siendo yo funcionario público, me tocó viajar en misiones de alto nivel en busca de apoyo a peticiones de nuestro gobierno y siempre encontré la mente abierta de los venezolanos dispuestos a apoyar nuestras solicitudes.
Ahora, ellos sufren. Y nosotros estamos conminados a extenderles la mano solidaria, el ramo amigo, como deber de hermanos y también por nuestra propia conveniencia.
La República Dominicana está invadida por una inmigración haitiana que presiona hacia abajo el nivel de escolaridad, cuya cultura difiere de la nuestra. Es un injerto que genera guetos. En cambio, la inmigración venezolana, de mayor nivel educativo, se inserta con naturalidad en nuestra sociedad. Integrarlos a plenitud es una manera de ayudarlos, al tiempo que un empuje decisivo hacia el desarrollo de la patria.
Los venezolanos no han elegido el exilio por capricho. Ese pueblo vive una tragedia política y económica sin parangón. No poseen recursos para regresar a su patria y obtener sus documentos, apostillados, aparte de que su integridad física peligraría.
Exhorto a las autoridades a que otorguen a los inmigrantes venezolanos todas las facilidades para que se instalen, trabajen y prosperen, y los provean de una documentación o acreditación temporal que les permita integrarse al mercado de trabajo formal.
Ojalá que, con el paso de los años, podamos llamarlos dominicanos.