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Petróleo
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Petróleo, vacas gordas y flacas

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Petróleo, vacas gordas y flacas

Desde 2010 hasta 2016 el país contempló, sin inmutarse, es decir, sin reaccionar, una tendencia inequívoca: baja sostenida en los precios promedio del barril de petróleo y derivados, con punto de inflexión hacia arriba en 2017.

De acuerdo a las estadísticas del Banco Central, en el período mencionado el precio promedio alcanzó el valor más alto en 2011, al situarse en US$88.1 por barril. A partir de ese año empezó a reducirse, en forma sostenida, hasta llegar a su valor mínimo en 2016 cuando bajó a US$37.6 por barril.

Ante tales circunstancias, tanto el volumen importado como el monto de la factura petrolera sintieron el impacto favorable de los precios. Así, el volumen pasó de 53.1 millones de barriles en 2011 a 61.8 en 2016, para un incremento de 16.4 %. Y la factura, que en 2011 había sido de US$4,770 millones, cayó a solo US$2,300 millones en 2016.

Y ahí terminó el sueño. En 2017 se produjo el punto de inflexión, que se ha confirmado en lo que va de 2018: precio y factura más elevados, con su consecuencia sobre el devenir de la economía.

Hay un famoso ejemplo bíblico que ayuda a entender la importancia de que en la época de las vacas gordas, se adopten previsiones para hacer llevadero el tiempo malo de las vacas flacas.

No hay duda alguna de que en el período comentado hubo vacas gordas. Lo atestigua un dato que eriza el ánimo: con respecto a la factura petrolera pagada en 2012, el país se ahorró entre ese año y 2017 la respetable suma de ocho mil millones de dólares (US$8,000 millones).

Se ahorró en el sentido de que no tuvo que hacer frente a una factura con precios similares a la de 2012, sino a otra muy disminuida.

El desglose de ese ahorro es el siguiente: US$43.8 millones en 2013; US$912 millones en 2014; US$2,246 millones en 2015; US$2,464 millones en 2016; y US$1,943 millones en 2017.

Y, ¿qué se hizo ante ese soplo repentino de prosperidad, resumido en un ahorro colectivo de US$8,000 millones? Nada. Dejar que las cosas sucedieran. Una enorme oportunidad perdida. Pudieron haberse hecho muchas cosas, que lamentablemente no se hicieron.

Por ejemplo, se pudo haber construido, con recursos propios, varias plantas tipo Punta Catalina al valor contratado (con ahorros significativos, por lo menos por el lado de las posesión de los recursos financieros).

O se hubiera podido haber desmontado casi por completo, o por lo menos en forma sustancial, la deuda cuasi fiscal que en 2016 estaba en US$11,051 millones, y que tanto daño provoca al sistema financiero, a la estructura productiva y a la competitividad del país.

O quizás se pudo haber desmontado o frenado la evolución creciente de la deuda pública. Los números indican que la deuda pública total, incluyendo la cuasi fiscal no formalizada, ascendía en 2011 a US$22,688 millones, mientras que en 2016 se elevaba a US$34,970 millones. Y ya a mayo de 2018 estaba en US$39,792 millones.

O sea, a pesar del grueso ahorro y respiro proporcionado por los precios del petróleo en ese trayecto, la deuda pública total casi se duplicó entre 2011 y mayo de 2018.

Nada de eso se hizo. El viento de cola favorable no fue aprovechado. Ahora toca encontrarlo de frente.

La tensión que en estos días vive el pueblo de Haití con violencia en las calles, saqueos y destrucción de propiedades, reacción originada en el incremento de los precios de los combustibles, es un aviso de lo que pudiera ocurrir.

Algunos argumentarán, en todo su derecho, que ese ahorro que hemos identificado no era del gobierno sino del país, y que como tal no hubiera resultado fácil utilizarlo en forma práctica sin haber aplicado medidas de política económica que convergieran hacia esa finalidad.

Y ese argumento es entendible. Cada gobierno ejecuta sus prioridades. Aprovechar ese ahorro en forma constructiva no fue una de ellas. Ahora con el viento de frente, será muy cuesta arriba adoptar decisiones necesarias, entre otras cosas porque no acompaña la fuerza moral y tendrían que ser más duras de lo que pudieron haber sido.

El petróleo es fuente inacabable de historias y desafíos, también de curiosidades como las dos que se presentan a continuación.

Primera. Por cada incremento de US$10 en el precio del petróleo, la factura petrolera tiende a aumentar en un año en alrededor de US$550 millones.

Segunda. Entre 2010 y 2017 el combustible que más ha aumentado su participación en el mercado nacional, en volumen, es el gas natural. A la vez es el que tiende a mantener precios más estables en el mercado mundial. Por su parte, el GLP es el otro combustible que ha aumentado su participación en volumen en el mercado, aunque su precio internacional experimenta mayores variaciones.

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