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Partidos políticos
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“Poi esa maidita culebra...”

Cuenta el Génesis que cuando Dios inquirió a Adán sobre su pecado este culpó a Eva de haberlo seducido. Dios entonces le reclamó a la mujer y ella no reparó en inculpar a la serpiente. Eso ha cambiado muy poco en la naturaleza e historia humanas. Aceptar responsablemente los errores es una actitud de escasos virtuosos. Tal reticencia aún es más rígida en una cultura patriarcal, como la nuestra, erigida sobre el mito de la infalibilidad del macho. Los psicólogos denominan a esa condición como “disonancia cognitiva”, que es el estrés que sentimos cuando el concepto que tenemos de nosotros se ve confrontado por un hecho que lo contradice. Lo normal en esa conducta es entender que siempre tenemos la razón y que debemos defenderla a capa y espada, aun cuando las evidencias la desmontan pieza a pieza. A la postre, en la idea de “no perder” subyace un latido soberbio del ego o una decadente concepción de la dignidad propia.

En la vida pública esa actitud es endémica. Los líderes políticos entienden que no se equivocan y, si sucediese, alguien de seguro cargará con la culpa. Hemos vivido una recia historia de autoritarismo que nos ha privado de muchos presidentes. En lo que tengo de edad he sido testigo consciente de apenas seis: Balaguer, veintidós años; Fernández, doce años; Medina cumplirá ocho. Lo demás fue un tramo fraccionado de episódicas alternancias. En esa pobre antología no recuerdo una sola confesión de culpa de algún mandatario.

Como sociedad padecemos de igual complejo. Somos briosos para criticar pero tardos para aceptar. Juzgamos la conducta de los demás con severidad draconiana pero somos indulgentes con nuestras propias valoraciones. Arrastramos el lastre del victimismo que nos convierte en sujetos pasivos de nuestro destino. La fatalidad, como premisa de nuestro pensamiento social, nace de una pobre estima de nuestras capacidades, pero nos acomoda bastante bien para descargarnos de los problemas y aún más para eludir las soluciones; siempre la culpa es del otro o de una realidad que se nos impone de forma inexorable. Cada quien procura soluciones individuales a problemas colectivos. Algunos se han cobijado hasta en nuestro origen o identidad para excusar viejas desatenciones colectivas. Eso explica, en parte, fenómenos tan extraños como los que reitera la reciente encuesta Gallup-Hoy cuando indica que para un 78.3 % de los dominicanos el país anda mal; sin embargo, ese elevado porcentaje no ha sido históricamente consistente con el generoso nivel de aprobación que les damos a los gobiernos, que en el caso del actual es de un 45.5 % a favor, según la encuesta.

Uno de los ejercicios cotidianos de nuestra libertad es el de quejarnos; tanto, que hasta lo hacemos deportivamente. Escuchar radio, ver televisión o correr por las redes es una experiencia emocionalmente abrumante: denuncias, reclamos, maldiciones y resabios frente a una autoridad que no escucha y un ciudadano que no acciona. En ese juego de recíprocas evasiones se estancan las realidades, por eso hemos construido a puros retazos una nación torcida. Recuerdo a don José Figueres, expresidente de Costa Rica, cuando, preso de esa frustración, dijo que en América Latina existen dos formas de enfrentar los problemas: “O no se resuelven o se resuelven solos”.

En las democracias pragmáticas de hoy, sin articulación conceptual, sentido ético ni anclajes ideológicos, es muy fácil ser político, pero aún más “hacer oposición”: tan sencillo como echarle la culpa al Gobierno de todo o aliarse a él. Bajo ese irresponsable simplismo ha despuntado una cosecha de ilusos caudillitos que antes de presentar un plan se ofertan a sí mismos como la solución. Otros, más oportunistas, esperan mejores cosechas en la fresca sombra de su ausencia.

¿Acaso hemos juzgado el rol de la oposición con el mismo rigor que criticamos a los gobiernos? Hablamos de corrupción, impunidad, pérdida de soberanía: sí, es cierto, tenemos un gobierno alérgico a esos temas, pero ¿qué proponemos como colectivo, sociedad u oposición política? ¿Quejarnos o conformarnos con saber que frente a un poder concentrado nada pasa ni nadie puede? ¡Cerremos esto, entonces! Discurrir de esa manera sería dejar que los gobiernos hagan lo que quieran (como lo han hecho) y esperar cada cuatro años a ver lo que pueda o no pasar. No, la democracia es encarnación social; un derecho vivo, militante, dinámico y actual a participar y decidir de sol a sol. Algunos han reducido sus expectativas de futuro a sacar al PLD del poder, y lo presentan como una epopeya apocalíptica. Respeto esa posición, pero como ciudadano no me basta. Para los que creen en eso no es legítimo proponer ni negociar políticamente nada porque el Gobierno no escucha o si se le reclama algo concreto lo hará con su gente y a su manera. Claro, frente a una oposición omisa y una sociedad acomodada, sí. Particularmente entiendo que eso depende de lo que se le pida y cómo. La dinámica social no es estática; es contingente y sujeta a la combinación estratégica de dos catalizadores: circunstancias y voluntad. A veces queremos, pero no hay condiciones; otras veces existen condiciones inmejorables, pero sin una voluntad activada. Al final, cuando hay voluntad comprometida las condiciones no se esperan; se crean. Eso nos falta.

A los gobiernos se les arrancan las conquistas, pero con propuestas tangibles. A una buena parte de la llamada “oposición” ese ejercicio ciudadano le aburre o no le interesa porque sería validarlo (al gobierno) como interlocutor o legitimar su status quo, dejándola sin discurso. La sociedad está por encima de las agendas partidarias. ¿Quién nos garantiza que una vez en el gobierno los opositores de hoy no sean los tiranos de mañana? Un gobierno malo no hace buena la oposición; al contrario, la desnuda. La culpa es de todos: unos por acción y otros por omisión. Creo que nos llegó el momento de actuar por nosotros y dejar la retórica de la exculpación de Eva en el paraíso, y de quien no dudo que de haber sido dominicana habría allantado con este grito desesperado: “To’ poi esa maidita culebra”...

joseluistaveras2003@yahoo.com

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