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Presagios inquietantes

Predomina, como antes, el centralismo, el personalismo, el control del Estado por parte de grupos o personas que desean perpetuarse en el poder.

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Presagios inquietantes

El historiador Roberto Cassá acaba de publicar un valioso libro titulado Pensadores decimonónicos, editado por el Archivo General de la Nación, que recoge el pensamiento de algunos destacados intelectuales del siglo XIX.

Al leerlo se cae en la cuenta de que algunas preocupaciones del pasado continúan siendo las mismas que en el presente, como si la sociedad estuviera congelada en el tiempo.

Y ciertamente no lo está. Ha evolucionado.

Sin embargo, la dependencia que mantienen los ciudadanos con respecto al Estado, se ha acrecentado. Cientos de miles de dominicanos viven de un empleo público o de un subsidio. Y también de una remesa que es fruto del trabajo ajeno.

Predomina, como antes, el centralismo, el personalismo, el control del Estado por parte de grupos o personas que desean perpetuarse en el poder.

Aquellos intelectuales del siglo XIX lo tuvieron muy claro. Los de este siglo XXI, lo saben muy bien. En el sistema político han cambiado las caras pero todo sigue igual.

Veamos lo que decían algunos de aquellos intelectuales decimonónicos.

José Gabriel García se mostraba “Compadecido de la locura de un pueblo que a fuer de apasionado e ignorante, ha tenido siempre la desgracia de renunciar a los hombres buenos, a los que aspiran a hacer su felicidad, para convertirse en esclavo de los que no aman la patria, de los que no hacen más que jugar con sus destino.”

Y concluía: “La fidelidad a la doctrina liberal tiene por primer requisito la alternancia de ciudadanos competentes en el ejercicio del poder legal.” Rafael Justino Castillo expresaba: “La causa de los desaciertos de la vida independiente es un defectuoso sistema institucional, contradictorio con los imperativos del progreso.”

Para él “la revisión constitucional debe basarse en la libertad de trabajo, seguridad individual, instrucción obligatoria, juicio por jurados, derecho a la resistencia contra la autoridad extralimitada, derecho del ciudadano, limitación del ejercicio del poder sobre la base de la soberanía del pueblo.”

Llegaba más lejos y afirmaba: “El imperio de la racionalidad jurídica debe conllevar el derecho a la eliminación de los tiranos.”

Para Federico García Godoy: “El oficio del político se transformó en la figura lesiva por excelencia.” Alertaba acerca de que “ningún personalismo político adueñado del poder lo suelta fácilmente. Lo cree suyo, de su absoluta propiedad, y contra esa arraigada convicción resulta por completo inútil cuanto se haga legalmente.”

De acuerdo con su pensamiento “el componente clave de la realidad que debe ser erradicado para generar consecuencias multilaterales es la superación del personalismo, es la descentralización.”

José Ramón López reconocía que “un pueblo es lo que espontáneamente piensa: sus creencias religiosas, sus creencias económicas, sus creencias políticas: todo aquello que sin coerción, sin violencia exterior, se ha incorporado a su mentalidad y a sus impulsos volitivos naturales. De ese conjunto de la vida psíquica es de donde resulta la personalidad del Estado.”

Y exclamaba que “Los hombres que se adueñan del poder constituyen un trust que reparte desde arriba dádivas y violencia, injusticias y favoritismo, con los cuales aterra a unos y corrompe a otros y organiza una legión de alquilados para azuzarla contra cada singular ciudadano. En el estado actual no hay más sociedad que la del poder ejecutivo. La del pueblo no es sociedad, sino un grupo gregario, desprovisto de todos los medios de acción acaparados por el poder ejecutivo.”

A lo cual, García Godoy, en un intento por cambiar la condición del hombre dominicano, sugería que “No se trata de formar una elite de intelectuales, sabios, sino de crear hombres capaces de personales iniciativas y de erguirse en todo tiempo y circunstancias contra lo que reputen atentatorio a la verdad y a la justicia.”

El presidente Francisco Gregorio Billini, confrontado a dificultades que bloqueaban su permanencia en el cargo, renunció y dejó estas palabras para la historia “Cuando subí las gradas del solio para regir los destinos de la patria, aunque pisé con firme planta hasta su ultimo escalón, desconfié de mi gloria, porque traía el deseo de hacer mucho en bien de la República. Hoy, habiendo hecho muy poco, dadas las circunstancias, me parece que este descenso me enaltece: desciende mi personalidad vana y efímera para elevarse la República grande e inmortal.”

Es evidente la intención de modificar de nuevo la Constitución, para facilitar la postulación del actual mandatario. Se ha creado una atmósfera cargada de tensión. Los presagios son inquietantes.

Frente al ejercicio de vanidad rancia y riesgo de quiebra moral, la opción alentadora es bajar del solio con dignidad y reconocimiento; el mundo no acaba cuando se desciende de la silla, más bien puede que empiece con infinitas gratificaciones, incluidas familiares, ante las cuales no hay poder ni riqueza comparables.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.