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Refechando nuestros orígenes

Todo indica que tenemos precursores, antepasados muy remotos, que han habitado nuestro querido planeta más atrás que unos pocos miles de años.

Sin que en nada desdigan o colidan estas consideraciones y hallazgos nuestra Fe, respeto y reverencia a la Divina Creación, las recientes investigaciones y hallazgos objetiva y físicamente sustentados revelan un largo y muy anterior camino en el Milagro de la Vida inteligente, la Humanidad, en nuestro singular mundo, la Tierra.

Más y más evidencias de grandes civilizaciones, previas a las datadas entre 3,000 y 7,000 años, que consideramos antiguas, como la egipcia, la sumeria, la babilónica, la hindú, la china y la incaica, conforme a las técnicas de radiocarbono y hallazgos sedimentarios de actividad humana, nos llevan a adelantadas organizaciones humanas mucho más atrás de diez mil años, previas a las últimas glaciaciones y aún más atrás.

Los restos de edificaciones de ciudad detectados ¡en la Antártida! por un satélite ruso en las coordenadas Lat. 66º 18’ 23.91 S y Long. 100º 8’ 25.25 E han ido apareciendo, a medida que el hielo, por efecto del calentamiento global, se derrite. Si los cálculos científicos estuvieran correctos, la habitabilidad de este lugar en el interior del inmenso continente antártico no podría ser menor de ¡300,000 años!

¿Cómo interpretar el encuentro de artefactos o trozos de ellos, en asentamientos pre-incaicos y egipcios que son flexibles, (no de caucho) que pueden ser doblados, como el plástico? Todavía no se ha explicado de manera oficial ni definitiva qué son los miles de objetos micro-tecnológicos –algunos más pequeños que una milésima de pulgada, descubiertos en los años 1992 y 1993, gracias al trabajo del Dr. Johannes Fiebag, cerca de ríos de los Montes Urales, en Rusia, variando su tamaño entre 3 centímetros y 0.001 milímetros. Los más grandes son de cobre, pero los más pequeños son de metales raros, tales como el tungsteno y molibdeno. En el presente, estos micro-dispositivos están siendo estudiados entre otros, por la Academia Rusa de Ciencias en Syktyvka, en Moscú. Como nota curiosa, el tungsteno y el molibdeno son dos metales de que actualmente se vale la incipiente industria de micro-tecnología. Algunas pruebas no concluyentes datan estos micro objetos entre 20,000 y 318,000 años.

Sobre el mapa de Piri-Reis, un famoso almirante de la flota turca, que lo copiara en 1513, y que anota en este mismo, que lo había elaborado de viejas fuentes de mapas, aunque existe una polémica acerca de su interpretación, todavía queda por explicar cómo este mapa describe a la Antártida como dos grandes islas, lo cual se desconocía hasta que fue corroborado en 1957, en el declarado Año Geofísico Internacional, cuando el submarino nuclear ‘Nautilus por vez primera atravesó el continente, navegando debajo de su hielo, precisamente por el ancho espacio de agua que divide las dos islas, con kilómetros de hielo encima.- Habría que suponer que una civilización la cartografió antes de su última glaciación, estimada en los ya mencionados 300,000 a 3-4 millones de años.

El libro Dead men’s secrets (Secretos de hombres muertos: Teach Services, 2005) del reputado investigador y arqueólogo Jonathan Gray, registra más de mil piezas de evidencia de una súper-civilización científica y tecnológica perdida, con adelantos que aún no disponemos hoy día. El encuentro de idénticos, muy sofisticados ítems, en lugares de diferentes continentes sugiere, de acuerdo con Gray, un remotísimo patrón global de civilización, ya extinta.

Digno de una película de ciencia-ficción, por increíble y sorprendente, es la ‘Pirámide Negra de Alaska’, totalmente enterrada y de unos 150 metros de alto –más alta y grande que la Pirámide de Keops- y cuya existencia no hubiera sido conocida a no ser por el testimonio de un militar estadounidense, Bruce L. Pearson, quien fue invitado allí por otros colegas pilotos y a la que personal militar todavía no permite visitas, ni siquiera su aproximación física. Al parecer, fue encontrada en los primeros años de la década de 1950, al emplazar, los EE.UU., una serie de radares para detección temprana de posibles incursiones aéreas de la U.R.S.S. a su territorio. Al determinar una fuente de radiación en el subsuelo, expertos de Western Electric y de la Bell, han participado en los estudios de esta pirámide, no por curiosidad arqueológica, sino por su asombrosa e inexplicada emisión de energía, de la que han realizado experimentos de aprovechamiento directo, sin necesidad de transformadores ni cables. Las coordenadas de este emplazamiento son: Lat. 63º 17’ 51.40 N, y Long. 152º 31’ 24.49” W a unos 80 kilómetros del Monte McKinley.

Otros varios –muchos- descubrimientos no podremos detallar aquí, por falta de espacio. Todo indica que tenemos precursores, antepasados muy remotos, que han habitado nuestro querido planeta más atrás que unos pocos miles de años, decenas de miles -quién sabe hasta ahora cuánto más atrás- y han erigido avanzadas sociedades que por una razón u otra han desaparecido -con visos de una civilización muy extendida en toda La Tierra- que al desvanecerse no dejaron sino rastros reducidos, muestras mitigadas, sedimentos incompletos de su sabiduría y avances técnicos que heredaron las que ahora llamamos las más antiguas ya conocidas civilizaciones. Nos queda mucho por descubrir. Y lo descubriremos.

En lo que tales nuevos asombros llegan, será bueno reflexionar, tomar la consciencia de que como civilización, no somos los primeros: Pongámonos en la fila.

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