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Resistir es la consigna

En este momento, en nuestro aislamiento y soledad, enfrentados a nosotros mismos, estamos volviendo a la esencia, al principio, recordando lo frágil que somos y lo pretenciosos que hemos sido.

Por eso, más que de cualquier otra cosa, es tiempo de reflexionar, confiar que entre todos lograremos el milagro.

No es broma, invento, ni cuento. No por pequeño, el coronavirus es menos letal. Aniquila seres humanos. Arrasa y destruye el tejido social y económico.

Es un reto inmenso.

Es posible que no estemos bien preparados para afrontarlo. Pero sabemos qué han hecho mal otros países y qué han hecho bien. Podemos aprender de la experiencia de otros.

El antídoto más eficaz es cortar la cadena de contagio; dejar morir el virus sin que se propague. Eso significa aislarse, crear una distancia entre los seres humanos para evitar la transmisión. Implica también restringir las actividades sociales y las productivas.

El problema es que para contener el virus y curar a los enfermos hay que disminuir la actividad económica y el empleo; o sea, encaminar la economía hacia una contracción o recesión, de carácter mundial. Sin embargo, la opción de no hacerlo multiplica las muertes y termina devastando el tejido social y económico.

Estamos, pues, ante uno de los mayores desafíos sufridos por la humanidad, profundizado por el funcionamiento caótico, hondamente especulativo, de las bolsas de valores que queman riqueza financiera con la misma ligereza con que un crematorio tritura restos humanos.

Siendo así, hay líneas de acción que son muy claras.

La población tiene que apoyar las medidas de confinación permaneciendo en sus hogares por varias semanas, salvo aquellas personas dedicadas a sostener los servicios esenciales.

Hay que asegurar la disponibilidad del material sanitario (ventiladores, mascarillas, guantes, capas protectoras...), farmacológico, y de los recursos humanos imprescindibles para enfrentar las crecientes demandas de atención sanitaria que se irán produciendo.

Hay que moderar el impacto negativo sobre el empleo y los ingresos y, al mismo tiempo, crear condiciones para una recuperación rápida del tejido productivo mediante las compensaciones y estímulos apropiados.

En lo inmediato, debe lograrse que el sector informal, las micros y pequeñas empresas y todas las personas afectadas por algún grado de vulnerabilidad mantengan abiertas fuentes de ingresos para no añadir la eventualidad de un estallido social; es decir, tienen que ser auxiliados por el Estado para resolver sus necesidades perentorias.

Y debe hacerse situándoles ingresos en cuentas de la seguridad social, o mediante cualquier otra forma bien organizada, con absoluta transparencia y rendición de cuentas, evitando la entrega de comidas y bienes en operaciones de congregación de multitudes propicias a la formación de tumultos.

En cuanto al tejido productivo hay que asegurarle el apoyo estatal, fiscal y crediticio que requiere para seguir pagando nóminas aun en condiciones de cese parcial de operaciones y dotarlo de las seguridades que le permitan reiniciar con vigor sus operaciones tan pronto sea posible.

En este instante decisivo, aquí y ahora, la sobrevivencia va a depender de que cortemos de raíz la posibilidad de contagio. También va a depender de que tengamos la generosidad de mantener vivo el tejido productivo, cediendo cada cual en la medida de lo posible para que la reactivación tenga lugar en el mediano tiempo.

Hay que saber que las pérdidas serán muchas. El consuelo es que la vida vale más.

En este momento, en nuestro aislamiento y soledad, enfrentados a nosotros mismos, estamos volviendo a la esencia, al principio, recordando lo frágiles que somos y lo pretenciosos que hemos sido.

Por eso, más que de cualquier otra cosa, es tiempo de reflexionar, confiar que entre todos lograremos el milagro.

Y prepararnos en conciencia para alcanzarlo.

A los ciudadanos toca acatar con sentido de responsabilidad las recomendaciones sanitarias; a los gobernantes, adoptar decisiones que controlen el contagio, limiten las muertes, alivien el devenir económico de los más vulnerables y faciliten al tejido económico seguir funcionando y recuperarse pronto.

Hay un componente psicológico a tenerse en cuenta. En España la canción titulada Resistiré, del Dúo Dinámico, se ha convertido en símbolo para aliviar el estrés colectivo causado por la confinación de la población en sus hogares. La gente la canta en viva voz desde sus hogares para darse ánimo a sí misma.

Una de sus estrofas dice así:

Resistiré, para seguir viviendo,/ soportaré los golpes y jamás me rendiré,/ y aunque los sueños se me rompan en pedazos, /resistiré, resistiré.

Resistir es la consigna. La resistencia implica emprender el duro camino de la recuperación económica y social.

No será fácil. La economía mundial quedará maltrecha. Pero ha habido guerras devastadoras que han convertido en cenizas la estructura productiva. Y la recuperación fue posible.

Ahora el tejido productivo está intacto. La recuperación puede ser más rápida. Con la cooperación y esfuerzo de todos, lo lograremos.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.