Santa remesa

Hace poco me llamó la atención, en unos de esos “mall” que invitan al irrefrenable consumo, la enorme fila que se formaba en uno de sus espacios comerciales.

Ante el asombro, mi esposa satisfizo la curiosidad:

-Esas personas retiran remesas - explicó.

Aunque mi oficina de consultoría maneja información cronológica, apelé a estadísticas de divulgación reciente.

Ciertamente. Los datos me remiten a que el país dominicano recibió más de seis mil millones de dólares el pasado año, por el gesto de la diáspora.

Y me confirma que, con esos billetes verdes, y los empréstitos externos que nos atan, la nación puede superar muchas de sus precariedades.

Sobrevivir en una nación que no vence aún sus limitaciones económicas, y con unos programas sociales que avergüenzan, tenemos más que agradecer el esfuerzo de los emigrantes.

La emblemática figura del quisqueyano que remesa, el criollo que aporta mucho al PIB, merece un monumento.

Me he sentido conmovido en Nueva York, más de una vez, ante esa legión de criollos que desafía las durezas del clima, las exigencias del sistema, para ganarse el sustento que su país le ha regateado.

A veces, uno siente la sensación de que miles de hombres y mujeres viven abandonados a su suerte, en un territorio que en principio le es hostil... y luego costumbre.

El hombre y la mujer de la diáspora dejaron pasiones, sueños y esperanzas en la patria de Duarte, pero su corazón sigue latiendo en una Quisqueya digna de mejor futuro.

Rafael Rasuk