“Ser Oscar de la Renta”
“Ser Oscar de la Renta” es maestría y grandeza. Es crear con sencillez, pero no con simplicidad. Es vestir como expresión del ser, no del tener. Es diseñar y crear arte a través de la moda. Es hacer de la elegancia una extensión del ser, no del parecer. Es también la historia de un hombre que supo desatar la grandeza interior e ir por el mundo construyendo un sueño, una historia y un legado.
Habíamos llegado a Bilbao a participar junto a un grupo de profesores de universidades europeas y norteamericanas en uno de los congresos más importantes sobre democracia. Temas que iban desde la crisis de las instituciones hasta la importancia de evitar los prejuicios para tomar decisiones sostenibles, más allá de los prejuicios ideológicos.
Al final de la jornada, sábado al mediodía, salimos junto a un grupo de sacerdotes de la Universidad de Deusto camino al mítico Guggenheim de Bilbao. Recrearnos en ese gran contenedor de arte era bálsamo para nuestras almas. Es a través del arte y la cultura que se expresa con mayor vitalidad la democracia.
Caminábamos absortos en nuestras conversaciones cuando visualizamos el museo desde uno de sus costados. Al verlo, empezamos a peregrinar... con razón las grandes civilizaciones se les reconoce por su arquitectura.
Allí, en esa primavera del 2001, aprendí una de las lecciones mas importante de mi vida.
En la medida que nos acercábamos divisamos la exposición principal... un letrero impresionante decía ARMANI. Nuestros prejuicios saltaron como pulgas, ¡Armani en el Guggenheim! ¡Qué sacrilegio! ¡Qué horror! Sin verificar ni conocer enjuiciamos la exposición. La menospreciamos por considerarla indigna... y como “doctos del arte” levantamos nuestra ira sobre lo que no habíamos visto.
Resignados decidimos entrar a admirar, exclusivamente, la arquitectura de Frank Gehry.
¡Oh Dios! Cuanto arte y significado. Con una escenografía mágica e impecable se agruparon los trajes por estilos. Los vestidos flotaban sostenidos sobre maniquíes invisibles, sin que nada interfiriera en el protagonismo de las obras de la exposición. Las creaciones de Armani incluían las grandes producciones para películas y largo metrajes.
El silencio se apoderó de cada uno de nosotros, fue como entrar en otra dimensión donde el tiempo y el espacio se desdoblaron para darnos clase de historia, cultura, geografía y arte. Pura expresión de creatividad. Buen gusto. Diseño. Elegancia. Y todo, repito todo, tenía coherencia y significado.
Ese día la moda nos dio una lección inolvidable. Nos habíamos pasado muchas horas hablando de evitar los prejuicios para construir democracia. Y fuimos los primeros que de manera prejuiciada reaccionamos ante la exposición de Armani en el Guggenheim.
Lección aprendida. Cuando recibí la invitación del Centro León a la apertura de la muestra de Oscar de la Renta, en efecto, no fui defraudado, arte, cultura, buen gusto y un reencuentro con la vivencia narrada.
“Ser Oscar de la Renta” es maestría y grandeza. Es crear con sencillez, pero no con simplicidad. Es vestir como expresión del ser, no del tener. Es diseñar y crear arte a través de la moda. Es hacer de la elegancia una extensión del ser, no del parecer. Es también la historia de un hombre que supo desatar la grandeza interior e ir por el mundo construyendo un sueño, una historia y un legado.
“Ser Oscar de la Renta” no es pose banal, es gracia. Su vida y obra tiene significado y coherencia... es ir más allá y con propiedad afirmar, es ser, hacer y trascender.
Como citara en uno de sus discursos Nelson Mandela, tomando un extracto del poema de Marianne Williamson “Nuestro Miedo más Profundo”:
“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos más allá de toda medida.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta... cuando permitimos que nuestra luz se expanda le damos permiso a los demás para que también hagan lo mismo. Cuando nos liberamos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera a otros.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres un hijo de Dios.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacimos para hacer manifiesta la gloria de Dios que está dentro de nosotros.
No solamente en algunos de nosotros: está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.”