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Si la educación pública no mejora...

... ¿de dónde saldrán las fuerzas sociales y políticas que lucharán por reivindicar los fundamentos de una educación pública que cada día cuesta más, pero donde los estudiantes no aprenden? ¿Cuál será el futuro de esta nación si su educación pública no mejora?

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Si la educación pública no mejora...

El porcentaje de los estudiantes de los niveles preuniversitarios que asisten a centros privados creció del 5% en 1962, al 18% en 1992 al 26% en el 2012. Esa creciente participación ha sido importante para elevar la cobertura del sistema y reducir la presión sobre los centros públicos. Pero hay en ese crecimiento elementos muy preocupantes.

En efecto, en República Dominicana el grueso de los colegios y universidades privadas operan con gasto anual por alumno y salarios menores que los del MINERD y la UASD. Hoy ninguna universidad privada ofrece a sus profesores y empleados condiciones de trabajo cercanas a las que la UASD ofrece a los suyos. Y gracias al 4%, el salario del maestro del MINERD se acerca a 2 veces el ingreso per capita de la nación.

Pese a ello, en los grandes centros urbanos, docenas de miles de familias que deberían tener sus hijos en centros públicos, siguen haciendo sacrificios extraordinarios para enviarlos a centros privados, pues tras décadas de incesantes conflictos, muchísimas familias han perdido su confianza en los centros estatales. Y la confianza es el primer factor en la escogencia de un centro educativo.

Entre los que envían sus hijos a centros privados están aquellos que de una manera u otra definen el destino de la educación pública. A saber, dirigentes políticos de todos los partidos, líderes sindicales, incluyendo los de la educación pública, funcionarios del Poder Ejecutivo, incluyendo los del MINERD, MESCYT, INFOTEP y UASD, oficiales superiores de la guardia y la Policía, senadores y diputados, jueces y fiscales, participantes del Pacto para la Reforma de la Educación, miembros del Consejo Nacional de Educación y del Consejo de Educación Superior, grupos de la sociedad civil que lucharon por el 4%, y un número creciente de profesores y empleados.

Aquí se ha generado una oferta educativa que parcela a los estudiantes en término del ingreso familiar. En esa oferta, los centros públicos, que deberían ser lugar de encuentro de niños, adolescentes y jóvenes adultos de todos los sectores sociales, han devenido en espacio casi exclusivo de “los hijos de los que no pueden pagar”.

Que las familias envíen a sus hijos a los centros educativos de su preferencia no es un problema, es un derecho. El problema es que gobiernos y grupos sociales han propiciado estándares diferenciados para los centros públicos y los privados. Por ejemplo, las frecuentes interrupciones de clases, el desorden y la falta de protección al estudiante son inaceptables en los centros privados, en donde estudian “los hijos de los que pueden pagar”, que son “los hijos de nosotros”, pero son aceptadas como parte de la gobernanza, en los centros públicos a donde asisten “los hijos de los que no pueden pagar”, que son “los hijos de los otros”.

Ese doble estándar ha conducido al secuestro de la educación pública por los intereses políticos y económicos que giran alrededor del presupuesto, y ha convertido cada incremento presupuestario en una guerra de reparto.

Hoy la sociedad y su gobierno están haciendo esfuerzos sin precedentes para apoyar una educación pública que es referencia obligada, y que las evaluaciones internacionales colocan en la cola de la cola. Pero al interior de un subsector público donde la pérdida de un solo día de clases cuesta RD$600 millones, en vez de estimular el trabajo duro, la disciplina y el compromiso, para superar resultados académicos que dan pena y vergüenza, el 4% y la jornada extendida han estimulado las reparticiones, las huelgas de baja intensidad y los paros activos contra “los hijos de los que no pueden pagar”. Y como los centros privados a donde asisten “los hijos de nosotros” siguen operando de manera regular, el premio a los ataques contra “los hijos de los otros” sigue considerándose parte de la gobernanza.

Y en un mundo dinamizado por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, esos ataque y esa indiferencia obligan a preguntarse, ¿de dónde saldrán las fuerzas sociales y políticas que lucharán por reivindicar los fundamentos de una educación pública que cada día cuesta más, pero donde los estudiantes no aprenden? ¿Cuál será el futuro de esta nación si su educación pública no mejora?

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