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Sobre el 4% y la jornada extendida

Desde el principio, con la asignación del 4% y la introducción de la nueva jornada escolar se debió promover aquella contrapartida. Pero hoy como ayer, el tiempo pasa y sobre eso se habla poco. Como si reclamar el compromiso, trabajo duro y disciplina que los aprendizajes y los procesos de formación integral de los estudiantes demandan, implicara riesgos que grupos sociales y gobiernos prefieren evadir.

En un mundo dinamizado por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, la calidad de la educación se ha convertido en el gran desafío de todas las naciones. Desarrollar sistemas educativos de calidad es una tarea difícil y costosa. Hasta los 80, los grandes sistemas educativos fueron el fruto de siglos de trabajo continuo.

Pero algunas cosas han cambiado. Partiendo de sistemas muy precarios, Singapur, Taiwán y Corea han demostrado que un país pequeño o mediano puede dar un gran salto educativo en tres décadas. Y la experiencia de Vietnam sugiere que un país con un per cápita de US$2,000 puede lograr resultados educativos respetables. Probado, en uno y otros casos, que la valoración del conocimiento empuje a las élites de una nación a apostar fuerte por la educación. Y que el sistema responda con trabajo duro y disciplina.

En ese contexto, la asignación del 4%, en un país con una presión tributaria inferior al 14% del PIB, y la introducción de la jornada extendida, la cual demandará mucho más del 4%, son los dos pilares de la que podría ser la apuesta política más trascendente del período democrático.

Frente a esa apuesta, ¿cómo responderá el sistema?

Véanse los antecedentes. Durante décadas, la escuela pública dominicana operó con horarios oficiales de cuatro y cinco horas. Tras la caída de la tiranía, esos horarios fueron acortados por las frecuentes interrupciones de clases. Y por una falta de recursos que obligó a emplear aulas y profesores en dos y tres tandas.

A partir del Primer Plan Decenal, la cuestión del horario se convirtió en un tema recurrente. Antes de aprobarse la ley que consignó el 4%, ya el currículo de 1995 establecía una carga de entre 5 y 7 horas de docencia. Desde entonces, crear las condiciones materiales para cumplir con aquella carga horaria fue una aspiración que aparece en diferentes documentos del MINERD, incluido el Plan Decenal 2008-18.

Si a la carga horaria del currículo se le suman los tiempos para subir bandera, recreos, y alimentación, incluyendo el almuerzo, que no formó parte de propuestas anteriores; o si a la jornada de ocho horas se le restan esos tiempos, en promedio quedan unas seis horas para desarrollar el currículo. La idea no es nueva. Lo nuevo es la decisión política de ponerla en marcha.

Ahora bien, entre el 1992 y el 2012, dentro del subsector público, la población pasó de 1.1 millones a 2.0 millones de estudiantes. El presupuesto de US$100 millones a US$1,150 millones. Durante ese período, las mejorías en las condiciones materiales de la escuela y en los niveles de vida del personal docente y administrativo fueron notables. Pero fue igualmente notable que en esos 20 años no mejoró el número de horas de docencia. Ni el manejo de los contenidos curriculares por parte de los docentes. Ni los aprendizajes de los estudiantes.

Tras medio siglo de precariedades y conflictos, parecería que la educación pública perdió su sentido de propósito, que el conocimiento se convirtió en herejía y que la escuela devino en un pretexto para construir, comprar, contratar personal y aumentar salarios.

Penosamente, aun cuando suelen tener impactos de corto plazo, cuando lleguen las evaluaciones, el éxito o fracaso de la jornada extendida y del 4% no se medirán por los insumos, los discursos y la multiplicidad de actividades e intervenciones desarticuladas de un proceso formativo con direccionalidad y sentido. Se medirán por los dominios de los contenidos y por el desarrollo de las competencias que en lengua española, matemáticos, ciencias, sociales y otras áreas fundamentales del currículo exhiban los estudiantes.

Para lograr esos dominios y competencias se necesita más tiempo e insumos. Pero sobre todo se necesita solidaridad, compromiso, pasión, orgullo, ilusión, trabajo duro y disciplina como contraparte de la comunidad escolar.

Desde el principio, con la asignación del 4% y la introducción de la nueva jornada escolar, se debió promover aquella contrapartida. Pero hoy como ayer, el tiempo pasa y sobre eso se habla poco. Como si reclamar el compromiso, trabajo duro y disciplina que los aprendizajes y los procesos de formación integral de los estudiantes demandan, implicara riesgos que grupos sociales y gobiernos prefieren evadir. Aun arriesgando los resultados de sus mejores apuestas.

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