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¡Un buen boche!

Entiéndanlo, señores opositores, el PLD no sale del poder con “galloloquismos” ni la sociedad está dispuesta a escuchar las mismas sátiras sin más propuestas que el “yo resuelvo”. La cuestión crucial no es quién dice qué hacer sino qué se va a hacer.

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¡Un buen boche!

Algunos políticos opositores prometen soluciones a problemas que ignoran; otros creen que criticando al Gobierno abonarán una aspiración auspiciosa; todos cargan con una retórica repetitiva, predecible y ajada, la que envasan como comida chatarra, esa que le gusta aderezar al electorado emotivo. Y es que en la República Dominicana despunta una cosecha abundante pero malograda de líderes perturbados por la misma obsesión: ¡ser presidentes!

Sus ofuscaciones están empeñadas a apuestas tan vagas como la esperanza de la división del PLD, el desgaste de un gobierno éticamente arruinado, la capitalización electoral de la Marcha Verde, el seductor discurso nacionalista, el pasado despótico, el aval de fortunas familiares y, claro, no faltan motivos lúdicos, como los del loco Kalim, con sus alegres ganas de joder al sistema.

He listado a pura memoria 31 aspirantes, entre los que se cuentan algunos que lo han sido y otros que lo pretenden pero esperan mejores momentos. Si agregamos aquellos que de vez en cuando se humedecen con tal sueño, entonces la cifra se pierde en lo impensable. Nada ajeno a una sociedad de machos y tiranos dominada por el “yo” ilustrado o el dogmatismo moral que separa caprichosamente la política en buenos y malos.

Todos se precian de contar con aptitudes sobradas y no faltan razones para no creérselas, cuando sus mejores consejeros son halagadores profesionales. Si esos aspirantes se dieran cuenta de su verdadera talla, tuviéramos un mejor Congreso; pero es denigrante sugerirles una senaduría o una regiduría. Uno de esos, ofendido, me retiró la palabra desde que en la pasada campaña le insinué que optara por una senaduría. Aquí el único cargo que realiza es el del “jefe” y pocos se sustraen a la creencia de que ese puesto es un designio místico. ¡Política mágico-religiosa!

Frente a un partido único que ha ejercido el poder a su soberano capricho, la idea de que sus “opositores” quieran ser todos cabeza es murmullo sinfónico. Solo cuando la realidad ilumine sus egos verán de frente su diminuto tamaño, entonces la contienda electoral dejará de ser un suicidio colectivo. Entiéndanlo, señores opositores, el PLD no sale del poder con “galloloquismos” ni la sociedad está dispuesta a escuchar las mismas sátiras sin más propuestas que el “yo resuelvo”. La cuestión crucial no es quién dice hacer sino qué se va a hacer. Tenemos un montón de diagnósticos esperando terapias. Nuestra crisis no es de hombres míticos ni superhéroes; es de voluntades comprometidas con cambios, con soluciones.

El primer voto del PLD es de un millón doscientos mil entre empleados del gobierno y beneficiarios de los programas sociales; el Estado es el principal empleador, contratista e inversor; cuenta con la mayoría de medios rendidos a sus bolsillos, el miedo de los burós empresariales, el silencio de los poderes religiosos, el control de los órganos públicos, el manejo abusivo de los fondos públicos y una apetencia troglodita para, sin remordimientos, endeudar al país por puro ocio. A una oposición dispersa, mórbida y sin más discurso que el martilleo de los consabidos pecados del Gobierno no la redimirá el voto de mayor castigo: la abstención.

Independientemente de sus malas artes, el PLD es un señor partido en estrategias políticas y no se le gana con intenciones, muecas ni insultos. Sin una estrategia concertada a tiempo (2018) sobre un plan de reformas de profundo calado (2019), no hay futuro de relevo. En el actual escenario, nadie solo, ni que venga poseído por el mismo espíritu de Trujillo, podrá conjurar la posesión del PLD en las raíces de un poder descompuesto.

Los egos y los prejuicios les impiden lograr una cuota esencial del poder. Nadie quiere ceder a favor del otro porque todos se creen los mejores. Si la oposición comprendiera que el primer poder en una democracia funcional es el Congreso, como contrapeso del Ejecutivo, otra fuera la historia. Con un Congreso opositor mayoritario, Danilo Medina, por ejemplo, no hubiese podido reelegirse, ni el Gobierno manejara como piñata el presupuesto ni dispusiera con sentido de festín el gasto público y el endeudamiento. Pero los “líderes” de la oposición, extasiados, contemplan sus egos en los espejos del narcisismo.

Una estrategia mínima y razonable aconseja a los partidos de la oposición alentar a la sociedad civil para que promueva un paquete de reformas institucionales, políticas, sociales y económicas nacidas y armonizadas a través de foros ciudadanos. Ese aporte sería el plan de nación de un colectivo de fuerzas políticas respaldado por candidatos duros al Congreso provenientes incluso de litorales ciudadanos. ¿Por qué la oposición no arma una primaria internamente vinculante con todos sus candidatos presidenciales para respaldar a uno? ¿Por qué no diseña de forma conjunta una propuesta común de programa y candidaturas congresuales fuertes? Pero no, nadie está en eso: ¡todos quieren ser presidentes!

Por invertir todas las fuerzas en candidaturas presidenciales maniáticas, la oposición quedó apenas con unos cuantos representantes en el Congreso; un órgano que aprueba todo lo que el Presidente le envíe sin más razón que la fidelidad partidaria. A días de las pasadas elecciones había partidos buscando candidatos al vapor para llenar las boletas congresuales y municipales. Que alguien se anime a hacerme caso, para al menos no sentirme una vox clamantis in deserto.

joseluistaveras2003@yahoo.com

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