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Un legado cargado de promesas incumplidas

«Ahora los convoco como presidente, para que luchemos por cosas muy concretas: – Para disminuir, de forma contundente e irreversible, la pobreza absoluta en nuestro país. – Para acabar con el analfabetismo. [...] – Para implantar un nuevo modelo de desarrollo, que tenga como base, más oportunidades, más innovación, menos burocracia y más defensa ambiental. – Para mejorar nuestra educación, nuestra salud y nuestra seguridad ciudadana. – Para construir un país [...] con democracia plena, con instituciones sólidas, defensa de los derechos humanos y absoluta libertad de expresión. – Para construir un país ético y transparente, basado en la meritocracia y en el combate implacable y vigoroso, a todas las formas de impunidad». Presidente Medina, agosto 16, 2012

Justamente hoy, el presidente Medina y su equipo de gobierno inician el último año de una gestión que el próximo 16 de agosto habrá de cumplir ocho años al frente del Estado dominicano. Después de siete años en ejercicio se ha tenido una muestra muy representativa de lo que podría ser el último año de gobierno. Y, prácticamente, el Gobierno entra en una etapa de ir ‘acotejando la carga’ sin crear grandes roces o conflictos. En la cultura política norteamericana a ese periodo se le conoce como el ‘lame duck mode’; esto es, un período en el que el presidente – puede ser otro funcionario electo – inicia la espera de su sucesor. En el caso dominicano, no es exactamente lo mismo, pues en un régimen presidencialista – como el nuestro – la influencia del primer mandatario no desaparece como por arte de magia.

Por el contrario, el control del presupuesto es una llave que puede ser abierta en beneficio de un candidato que represente los intereses del mandatario saliente. Por eso, es que vemos como un grupo de precandidatos y aspirantes a cargos electivos arrastran su dignidad jurando una lealtad tan escurridiza como coyuntural. Triste espectáculo para granjearse un favor o una candidatura que les resultaría imposible alcanzar si fuera por méritos propios. Es un vedetismo político que insulta la trayectoria de algunos de esos precandidatos. En otros casos, es entendible la humillación.

Pero bien, es complicado evaluar el legado de un presidente que aún gobernará por un año más y que, como todo mandatario, genera aplausos, rechazos y pocos quedan al margen o indiferentes a sus decisiones; por lo que un juicio sereno o desapasionado solo podría lograrse con el paso del tiempo, cuando el razonamiento objetivo pueda colocarse por encima de los sentimientos. Sin embargo, hay aspectos fundamentales de la gestión del Lic. Medina que difícilmente puedan cambiar en el curso del último año de gobierno.

Uno de esos aspectos es que el crecimiento económico se mantendrá en lo que resta de gobierno, lo que representaría para la economía dominicana un periodo de alto crecimiento. Pero no debe olvidarse que entre el 2008 y el 2011 ocurrió la mayor crisis financiera internacional de los últimos noventa años, por lo que nuestra economía enfrentó – durante ese período – un entorno internacional altamente negativo. Dado este punto de partida, era esperable que la economía creciera más rápidamente a partir del 2012 con la superación de la mencionada crisis.

Aquí el mérito del gobierno ha sido mantener la capacidad de crecimiento económico en el marco de un entorno internacional mucho más favorable. Sin embargo, dicho crecimiento – que acompañado de baja inflación se pudiera resumir como de estabilidad macroeconómica – no ha sido el resultado de un cambio en el modelo económico, como había prometido el presidente Medina en su discurso inaugural en el 2012. Esto es, no ha habido un cambio cualitativo en la política económica, y el crecimiento económico sigue acompañado de las deficiencias anteriores.

En realidad, el pronunciado proceso de endeudamiento ha sido un factor importante para mantener a flote a la economía dominicana. Es probable que al final de los ocho años de gobierno el presidente Medina le haya agregado a la deuda pública cerca de veinte mil millones de dólares, la mayor parte en forma de deuda no condicionada. Además de los problemas asociados con el alto endeudamiento, el mayor problema es que ese endeudamiento ha servido como instrumento para posponer la mayoría de las reformas estructurales contempladas en la Estrategia Nacional de Desarrollo; y, de paso, incumplir promesas – legalmente obligatorias – cruciales para el futuro del país, como son las reformas eléctrica y fiscal, y la reforma de la seguridad social. Estos incumplimientos han representado un altísimo costo institucional.

Aun en el campo de la educación – aparte de la construcción de escuelas y gastar, de alguna manera, el 4% del PIB – no se ha cumplido con la promesa de una educación de calidad y todavía a la fecha el gobierno no ha logrado honrar su gran promesa de que para el 2014 se erradicaría por completo el analfabetismo. Todo parece indicar que tampoco esta meta podrá alcanzarse en lo que resta de gobierno.

Todas estas promesas fallidas han sido coronadas con el incumplimiento de una promesa que en las propias palabras del presidente fueron “el combate implacable y vigoroso, a todas las formas de impunidad”. Esto no solo no ha ocurrido, sino que la ciudadanía percibe en las acciones del gobierno el propósito de proteger a los corruptos, al grado de que algunos analistas entienden que la corrupción es una política de Estado.

En fin, solo el tiempo podrá poner en su justa dimensión una obra de gobierno que en sus inicios – dadas las promesas – generó grandes expectativas de cambio; pero que, con el paso del tiempo, las promesas incumplidas, en áreas tan fundamentales como las señaladas, han ido definiendo una gestión pública marcada por el estancamiento institucional, en el mejor de los casos; y un deterioro institucional en áreas tan sensibles como en la justicia y en el poder legislativo, como resultado de la manipulación política proveniente del Poder Ejecutivo. Ciertamente, es prematuro adelantar un juicio definitivo, pero hay realidades que ni el tiempo podrá cambiar...

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