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Un Nuevo Orden Democrático

La pandemia del coronavirus que hoy nos azota, no es pues la causa profunda de la crisis, sino que puso al desnudo el cuerpo maltrecho de un modelo económico social injusto y de un régimen político presidencialista, entreguista, corrupto y clientelar.

Durante décadas fuimos advertidos de los riesgos de un crecimiento económico dependiente de factores externos —turismo, remesas, zonas francas, inversión extranjera— y de un acelerado e irresponsable endeudamiento que ha hipotecado las finanzas públicas. De poco sirvieron los llamados a impulsar el aparato productivo nacional. Ningún caso se hizo a los reclamos de fortalecer la institucionalidad democrática, garantizar procesos electorales transparentes y apegados a la legalidad electoral; a enfrentar la corrupción, la inseguridad ciudadana, el crimen organizado y acabar con la impunidad. Voltearon la cara las autoridades ante los reclamos de protección del medio ambiente.

Los gobernantes que hemos padecido durante todos estos años, especialmente los del peledé, terminaron imponiendo un capitalismo salvaje, en su versión neoliberal, que endiosa el mercado, concentra la riqueza, reproduce la pobreza; que estimula el consumismo y las importaciones; que no cree en el cambio climático; que privatiza los derechos económico-sociales y los convierte en mercancías a las que solo pueden acceder los que pueden pagar por ellas.

La pandemia del coronavirus que hoy nos azota no es pues la causa profunda de la crisis, sino que puso al desnudo el cuerpo maltrecho de un modelo económico social injusto y de un régimen político presidencialista, entreguista, corrupto y clientelar.

Es verdad que en lo inmediato estamos obligados a enfrentar la crisis sanitaria y la parálisis económica que padece el país. Pero igualmente es cierto que la clave será en qué perspectiva formulamos la respuesta a la actual crisis: si para retornar al modelo y régimen vigentes o si la respuesta la orientamos en la perspectiva de transformar a mediano y largo plazo el modelo económico y régimen político impuesto, principalmente por el peledé, en su 20 años de gobierno.

Nunca como ahora fue tan necesario en el país de un Nuevo Orden Democrático que nos libere de la política perversa que durante tantas décadas nos ha impuesto un liderazgo sin honestidad, ni compromiso social, ni convicciones democratitas, ni amor patrio.

El nuevo orden democrático tiene que estar fundado en una representatividad que descanse en un ejercicio permanente de la soberanía ciudadana y no solo en amañadas consultas electorales. El país necesita de representantes que vayan a las funciones públicas a servir al interés colectivo y no a servirse de ellas para su beneficio personal y a hacer negocios. Se requiere además de un fortalecimiento de la institucionalidad, garantizar la independencia de los poderes públicos y de los órganos arbitrales, garantizando su integración por servidores honestos, capaces e imparciales. Se trata de dejar atrás el presidencialismo y el personalismo y darle espacio al gobierno de las instituciones; de gobernar con el pueblo y para el pueblo.

El nuevo orden democrático tiene que cimentarse en el respeto a la ley por gobernantes y gobernados, haciendo prevalecer la igualdad de todos frente a la ley, extirpando los privilegios y las injusticias. Garantizar en la dirección del Estado un gobierno honesto y transparente, que rinda cuenta; que persiga y busque el castigo de la corrupción; que acabe con la impunidad.

El nuevo orden democrático tiene que asumir el impulso de un modelo de desarrollo productivo compartido, que impulse la producción local –la manufactura, la agropecuaria, la agroindustria, las mipyme– que nos garantice la soberanía alimentaria y las exportaciones; que nos haga avanzar hacia el pleno empleo, el trabajo decente y salarios justos.

El nuevo orden democrático, para ser sostenible, tiene que fundarse en la justicia social, esto es, garantizar los derechos económicos y sociales fundamentales al trabajo, la salud, la educación, la alimentación, la seguridad social, la vivienda, dando lugar a una sociedad de prosperidad y bienestar moderados que brinde a la gente la real oportunidad de una vida digna.

El nuevo orden democrático tiene que asumir una agenda verde de protección y preservación del medio ambiente, parar las devastaciones de cordilleras, de zonas protegidas y la destrucción de nuestros ríos; garantizar la armonía entre producción, naturaleza y vida humana.

El nuevo orden democrático es para garantizar una República Dominicana independiente y soberana, que proteja sus fronteras, terrestres y aéreas; que ponga fin al actual desorden migratorio; que preserve sus recursos naturales, nuestra independencia y autodeterminación y propugne por la paz y la cooperación y rechace la guerra y toda forma de intervencionismo y dominio en las relaciones internacionales.

El nuevo orden democrático es pues el camino para enderezar el rumbo torcido que los gobiernos que hemos padecido le han impuesto a la República Dominicana e iniciar la transición hacia una sociedad democrática, justa, solidaria, próspera y soberana.

En la coyuntura en desarrollo, son los sectores democráticos y progresistas, sin compromiso con la corrupción, ni con las élites beneficiarias del régimen actual, quienes pueden garantizar un Nuevo Orden Democrático en la República Dominicana.

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Guillermo Moreno es abogado y político. Presidente de Alianza País.