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Un nuevo periodismo

Este es mi homenaje tardío a Adriano Miguel Tejada el amigo que, además de ser quien puso en rieles al importante cotidiano que es hoy Diario Libre, fue un excelente compañero, un estímulo para que los redactores informaran sin que los pocos caracteres de que disponían les afectara.

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Un nuevo periodismo

Diario Libre, primer cotidiano de circulación gratuita de Santo Domingo y la región del Caribe, ambicionaba desde aquel 11 de mayo de 2001, apropiarse del panorama noticioso de la capital dominicana no sólo con una edición matutina sino también con otra vespertina; el intento no tuvo éxito. La edición dominical, al suprimirse, se llevó de encuentro la vespertina.

República Dominicana había entrado en la era digital en los finales del siglo XX; nadie se imaginaba entonces que había comenzado un nuevo periodismo con la inauguración del informatizado periódico El Siglo cuyos redactores colocaban sus “historias” en la página que les correspondía y que tanto el editor como el jefe de redacción debían remitirlas al “corrector de estilo”, eufemismo aún vigente. La corrección se limitaba a errores mecanográficos. Con el vertiginoso desarrollo de la informática y de la intranet y luego la imprescindible internet, Omnimedia propietaria de Diario Libre adquirió entonces un sistema informatizado mucho más avanzado que el de El Siglo.

Cuando se inauguró Diario Libre, en mayo de 2001, los técnicos que tuvieron a cargo, además de la instalación del sistema informático, el adiestramiento de los redactores, no apostaban a que el periódico saliera a la hora ni a la fecha previstas. Dos horas de retraso. La fecha: la anunciada el grupo Omnimedia por radio y televisión durante el cocktail de lanzamiento del periódico con la presencia de Mikhail Gorbatchev, último presidente de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

El moderno sistema eliminaba al diagramador, aquel que cortaba y pegaba las “historias” en hojas prediseñadas, y lo reemplazaba por los reporteros que gracia a la activación de su ordenador por un código de acceso, les aparecía en el monitor un espacio que admitía un título de pocos caracteres; debajo, otro para la “historia”, como llaman los periodistas las noticias, también limitado en caracteres.

El redactor no tenía acceso al resto del periódico como lo tenían el editor de la sección, el jefe de redacción, el director y el jefe de edición que podían intervenir en la noticia y, si necesario, modificar el título y la “historia”. Cada página, con el “listo para imprimir” pasaba al diseñador que la enviaba por intranet a la imprenta del lado oriental del Ozama a kilómetros de la redacción de Diario Libre. Un sistema ultramoderno. De primer mundo.

Lo moderno siempre nos parece sencillo, pero hacer un nuevo sistema de información con límite de espacio era un reto. En el nuevo formato prediseñado no se pasaba a la página tal o cual de tiempos atrás. Había que escribir en un cuadro dictatorialmente limitado en número de caracteres. Es decir, exigiéndole al redactor un mínimo estrictamente necesario conocimiento de la lengua española. Un vocabulario rico en sinónimos y evitar los adjetivos retóricos que ralentizan la acción. Exigencia que cuando se inauguró Diario Libre nos parecía que estuviéramos obligados a aplicar lo que Juan Bosch aconsejaba a los jóvenes cuentistas para relatar sus “historias”: “El cuento”, escribe Bosch, “es el relato de la acción de un hecho único.” Eso era lo novedoso del nuevo sistema adquirido por Omnimedia. Informar lo esencial de un hecho único sin que el redactor se sintiera prisionero de los límites que le imponía el espacio evitando lo mejor posible dar su opinión sobre el hecho que debía reportar dejando el acontecimiento a la libre interpretación del lector. Reconozco que no fue fácil, pero ese nuevo periodismo ha logrado imponerse en República Dominicana al cabo de 20 años, aunque como toda actividad humana sea perfectible.

En ese limitado espacio, como acabo de decir, se le daba prioridad a la acción, a los hechos. Los redactores aceptaron el reto y, a pesar de los temores, el periódico salió con dos horas de retraso. La edición dominical desapareció antes de la crisis financiera de 2003 y, en 2004, Diario Libre, en complemento a la edición impresa, lanzó la edición digital y, con la inauguración de la primera línea de la red metropolitana de transporte, Metro amplió su espectro de difusión.

Diario Libre ha abierto hoy día sus páginas a reconocidas firmas de mundo intelectual y político dominicano. También incluye una opinión editorial que no figuraba en sus albores.

La mancheta del innovador cotidiano la integraban además de Aníbal de Castro, director; Adriano Miguel Tejada, director ejecutivo, Deláncer, Rivera y Elina Cruz, jefes de redacción; Guillermo Piña Contreras, jefe de edición; y los editores: Rafael Calderón, deportes, Onorio Montás, fotográfico, Rafael Núñez, Ciudad, Rojas León, económico y otros que la memoria me impide recordar.

Este es mi homenaje tardío a Adriano Miguel Tejada el amigo que, además de ser quien puso en rieles al importante cotidiano que es hoy Diario Libre, fue un excelente compañero, un estímulo para que los redactores informaran sin que los pocos caracteres de que disponían les afectara. Nunca les atropelló. Era un amigo, un colega más. Siempre pensé que sabía más de deportes que muchos cronistas deportivos dominicanos. Le gustaba tanto la pelota que, durante los inicios de Diario Libre, se marchaba cuando caían los resultados del béisbol de la costa occidental de Estado Unidos. Al cierre.

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.