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Reelección
Reelección

Una aspiración posible

Las políticas monetaria y fiscal han estado respaldadas por una política de endeudamiento que hoy consume alrededor del 30% del gasto público y representa más del 50% del producto interno bruto (PIB).

«Más allá de la tasa de crecimiento promedio del mundo, a nivel del impacto sobre los países de América Latina es importante el hecho de que sus dos principales socios comerciales, los Estados Unidos y China, desaceleran tanto este año como en 2020. Los países de América Latina y el Caribe están expuestos al menor crecimiento de estos dos países no solo a través del canal comercial sino también de los precios de materias primas, ya que China y los Estados Unidos son actores destacados en los mercados mundiales de los productos básicos que exporta la región». Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2019

Durante los últimos quince años – incluyendo 2019 – la economía dominicana ha mantenido la estabilidad macroeconómica: básicamente, crecimiento con baja inflación. El año que termina en unos días ha sido típico dentro de la presente gestión pública que en unos ocho meses concluye con ocho años de gobierno. Las políticas monetaria y fiscal han estado respaldadas por una política de endeudamiento que hoy consume alrededor del 30% del gasto público y representa más del 50% del producto interno bruto (PIB). Ha sido una fórmula bastante simple, pues combina la deuda del Gobierno central para financiar sus déficit y la deuda del Banco Central para apoyar su política monetaria.

Pero este 2019 no deja de ser un año agridulce. Si bien es cierto que se mantuvo la estabilidad económica dentro de un entorno internacional que luce cada vez más complicado, no es menos cierto que algunos acontecimientos en el transcurso del año mostraron nuestras vulnerabilidades tanto en el aspecto económico como en nuestro proyecto como nación. Sin dudas que el 2019 quedará marcado por los afanes reeleccionistas del presidente Medina que pusieron en jaque – la mayor parte del año – a la economía y a la política. Sus efectos más visibles fueron la necesidad del Banco Central de utilizar su política monetaria para contrarrestar los efectos nocivos del proyecto reeleccionista sobre el ciclo económico, y la división del partido gobernante como resultado de la fallida estrategia de imponer la reelección.

Asimismo, la economía dominicana se vio impactada por la desaceleración del turismo, con la consecuente reducción en la generación de divisas, dada la caída en el flujo de visitantes. Aunque todo apunta hacia una total recuperación del sector turístico en el corto plazo, episodios como los que originaron dicha caída nos recuerdan que el turismo, tan importante para nuestra economía, tiene vulnerabilidades – como toda actividad económica – que escapan del control directo de sus gestores.

El año que concluye nos deja con la amarga sensación de un sistema educativo que no ha podido mostrar un avance significativo luego de siete años de la mal llamada revolución educativa. Los resultados de PISA pueden tener múltiples interpretaciones y hasta justificaciones, pero lamentablemente nos remiten a un modelo educativo que no está funcionando, y que no se vislumbra que pueda funcionar sin una real voluntad política para promover los cambios que son indispensables para revolucionar a un sector tan crucial para el futuro del país.

Del sector eléctrico se siguen vendiendo ilusiones, mientras que el negocio de Punta Catalina sigue siendo una realidad. Ha quedado claro en este 2019 que su costo no es, ni cerca, de US$ 1,945 millones. Pero también ha quedado claro que el interés de instalar las plantas a carbón no era que una empresa pública (que siempre fue una mala idea) sirviera de contrapeso a los generadores privados, como ha quedado demostrado con los planes de una venta parcial de dichas plantas; a la vez que las nuevas revelaciones del escándalo de Odebrecht que este año se hicieron a través del Informe de Alicia Ortega ponen a Punta Catalina en el centro de la tormenta.

Y así, el año 2020 encuentra al país con tareas pendientes y muy pocos o cero avances en materia de combate a la corrupción, institucionalidad y seguridad ciudadana. Son problemas que no tienen una solución fácil o rápida, pero que se agravan en la medida que la acción pública luce permisiva, complaciente o acomodaticia. Y es, justamente, en este contexto que se generan las mayores preocupaciones acerca del potencial manejo presupuestario que pudiera ocurrir durante el primer semestre del 2020. De esto dependerá, en gran medida, la salud de la economía en el resto del año entrante.

Con un candidato presidencial muy rezagado en las encuestas es muy tentador para el gobierno disponer de los recursos presupuestarios para tratar de darle vida a esa candidatura. Un indicador nada promisorio es que solo los ministerios de Educación y de Salud Pública tienen un presupuesto mayor que el de la Presidencia de la República, que dispondrá de RD$67,000 millones, de acuerdo con el Presupuesto General del Estado para 2020. Este monto es una vez y media superior al presupuesto de Obras Públicas; y es superior a los presupuestos combinados (sumados) de los ministerios de Defensa, Agricultura, Turismo, Deportes y Cultura.

Esta vez, sin embargo, los exabruptos presupuestarios podrían no tener la oportunidad de ser validados o legalizados a través del ya tradicional presupuesto complementario al final del año 2020. Ese riesgo de no validación podría servir de contención a los intentos de utilizar el presupuesto como instrumento electorero.

Por lo demás, y aun con todos los peligros que acechan a la economía dominicana – externos e internos –, en el 2020 se presenta la oportunidad de iniciar un proceso de reformas que le den al crecimiento económico una mayor sostenibilidad y mejoren el orden institucional del país. No es solo una aspiración, puede ser una realidad...

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