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Crisis económica
Crisis económica

Una década después de la crisis financiera

«En los diez años posteriores a la declaración de bancarrota de Lehman Brothers, el debate continúa con furor sobre muchos aspectos de la crisis, tales como la interrogante de si los reguladores pudieron haber salvado a Lehman si así lo hubieran deseado. Pero una narrativa estándar acerca de las implicaciones de no salvar a Lehman rápidamente fue levantada. De acuerdo con esta narrativa, el fallo de no rescatar a Lehman fue el evento definitorio de la crisis de 2008, el fósforo que inició la conflagración. [...] En mi opinión, esta establecida sabiduría, la que he llamado el “mito de Lehman” es mayormente equivocada”. David Skeel, University of Pennsylvania, septiembre 2018

El origen de la crisis financiera que condujo a la gran recesión se le atribuye a la bancarrota de Lehman Brothers en 2008, pero, en realidad, los síntomas inmediatos de esa crisis pueden identificarse en el año anterior, cuando diversas instituciones financieras alrededor del mundo comenzaron a mostrar graves debilidades en sus estados financieros. Por ejemplo, en febrero de 2007 HSBC anunció perdidas vinculadas a sus inversiones en sus negocios de bienes raíces y redujo a la mitad su fuerza de trabajo. Asimismo, en junio de ese año dos empresas de la calificadora de riesgos Bear Stearns, ligadas a las hipotecas ‘subprime’, acumularon grandes pérdidas y crearon un serio problema a instituciones financieras a las que les habían tomado prestado; entre ellas, Merrill Lynch, JP Morgan, Goldman Sachs y Citigroup.

Era obvio, para 2007, que se había entrado en una crisis de las hipotecas ‘subprime’ o hipotecas de alto riesgo. El Banco Central Europeo, ante las dificultades de liquidez –luego, verificadas como problemas de insolvencia– trató de mejorar la liquidez de los mercados financieros inyectando unos 100 millones de euros. Bernanke, el entonces presidente de la Reserva Federal, tratando de llevar calma a los mercados, declaró que los crecientes problemas del mercado de hipotecas no afectarían el desempeño de la economía norteamericana. Nada de esto ayudó a mejorar la situación, y ya para septiembre la crisis estaba configurada como inevitable. Los grandes bancos comenzaron a declarar pérdidas cuantiosas. Y la situación ya estaba fuera de control.

Ya en septiembre de 2008, cuando Lehman Brothers se acoge a la ley de bancarrota, los bancos centrales de Estados Unidos y Europa habían tratado de rescatar numerosas instituciones financieras, pero las negociaciones para rescatar a Lehman habían fracasado por un problema de coordinación con los reguladores ingleses, quienes, de acuerdo con el profesor Skeel de Upenn “la transacción colapsó, sin embargo, cuando la Administración de Servicios Financieros – la reguladora de valores de U. K. – rechazó dispensar del voto del accionista requerido antes que a Barclays [el posible comprador de Lehman] le fuera permitido garantizar las operaciones de Lehman durante el período de la venta”.

A partir de la quiebra de Lehman, destaca Skeel, la sabiduría convencional se fundamentó en tres argumentos. El primero es que el no rescate de Lehman fue el único grave error de los reguladores; segundo, que Lehman desató todo el desastre que siguió, y tercero, que la bancarrota no era el mecanismo adecuado para resolver el problema sistémico de importantes instituciones financieras. Para Skeel el error más grave de los reguladores fue haber rescatado a Bear Stearns, pues eso envió una señal al mercado de que habría una política de rescate ante situaciones similares. Esto, a su vez, impidió que otras instituciones con problemas similares se prepararan para las consecuencias de la toxicidad de sus estados financieros. De manera que el no rescate de Lehman las tomó por sorpresa.

Skeel insiste que el impacto de Lehman ha sido sobredimensionado. Para sustentar este razonamiento explica que cuando Lehman colapsó el índice de S&P 500 cayó en un 5%, una caída similar a la que se produjo dos días después ante el rescate que los reguladores aplicaron en el caso AIG, lo que sugiere que ha habido una sobreestimación del efecto de Lehman.

El caso de Lehman Brothers seguirá siendo un referente de discusión acerca del rol del regulador en situaciones con alto riesgo sistémico. Es una discusión que no tendrá un fin, por ahora. Sin embargo, unido al mito de Lehman – como lo ha llamado Skeel – está el cliché de que la crisis financiera fue un resultado de la desregulación financiera. Al momento de la crisis, la industria financiera era la más regulada entre todas las industrias. Quizás, es más correcto afirmar que la crisis financiera de 2007 fue resultado de malas regulaciones financieras y de una inapropiada política monetaria.

Las malas regulaciones tuvieron su origen, en parte importante, en el plan del presidente Clinton de dotar a diez millones de norteamericanos con una vivienda y como ese propósito distorsionó el mercado de hipotecas a través de regulaciones que fueron socavando los cimientos del sistema financiero de Estados Unidos. Y desde el punto de la política monetaria, el empecinamiento de Greenspan de alimentar la burbuja inmobiliaria con tasas de interés artificialmente bajas por un largo período.

Como ocurre con frecuencia, la crisis financiera – explicada como un fruto de la desregulación – desató una sobrerreacción reguladora que se plasmó en las 2,300 páginas de la ley Dodd-Frank, promulgada en 2010 con el propósito de prevenir una futura crisis financiera. Sin embargo, recientemente Greenspan ha advertido de una posible crisis en el corto plazo, como han advertido otros expertos. Al parecer, 2,300 páginas de regulación no han sido suficientes para traer sosiego a los mercados, ¿se necesitarán más?

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