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Volver a lo básico

En nuestro sistema sanitario brillan los hospitales remodelados, pero no existen suficientes medicamentos, instrumentos, insumos, ni los recursos humanos para enfrentar este tipo de calamidades, incluyendo los epidemiológicos.

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Volver a lo básico

Hasta hace poco la vida era torbellino. El mundo jamás había sido tan rico y poderoso, al mismo tiempo que desigual e inequitativo.
En ese contexto llegó la pandemia y atrapó a la humanidad envuelta en problemas cuya solución no se avizora.

Uno de ellos se resume en que los avances científicos y tecnológicos centrados en la inteligencia artificial, expulsan del tejido productivo y laboral a quienes son los más, pero están peor preparados.

Al ritmo que llevan estos avances, se encaminan a desalojar del mercado laboral a casi toda la población mundial, salvo a aquellos necesarios para manipular las redes cibernéticas y servicios de apoyo. Quedarán también los propietarios de los medios de producción, que no sabrán qué hacer con sus riquezas descomunales.

Hasta se habla ya de hacer copular a los humanos con cyborgs (hacer síntesis) para producir el engendro perfecto dotado de inteligencia artificial y memoria infinita.

Mientras ese espanto se concreta, existe un grave desfase entre los avances tecnológicos y el desarrollo de las habilidades de la población. Una cosa no va a la par con la otra.

El énfasis debería de ponerse en acelerar la elevación del nivel educativo y tecnológico, para reforzar la inclusión social. Lamentablemente, consume tiempo y recursos. Y para lo básico nunca los hay.

Mientras no se resuelva esa falta de sincronía, los avances tecnológicos seguirán provocando que una masa laboral creciente pierda sus empleos y se convierta en peso muerto para la economía, lo cual agudiza la marginalidad social.

Ante esa evidencia, puede que haya quienes estén pensando en la opción de reducir la población mundial, la excluida, la que “sobra”, para ajustar su tamaño al modelo tecnológico.

Si fuere así, el dilema moral sería muy grande. No hay forma de disminuir la población mundial que no fuere por medio de las guerras, pestes o genocidio. O la castración masiva para producir el súper hombre. ¿Es de eso de lo que se trata?

Es injustificable que los avances de las ciencias y la tecnología no hayan ayudado en mayor magnitud a la humanidad a desarrollar protección eficaz contra las pandemias, como si se apostara a dejar suelto ese factor de corrección del aumento de la población.

Las grandes investigaciones se concentran en lo que reditúa a las compañías que invierten; en la búsqueda de soluciones a enfermedades de gente pudiente.

En cambio, las pandemias son enfermedades de pobres. Afectan con mayor dureza a la geografía del subdesarrollo. Parecería que no importara que allí muriera tanta gente. Y de ahí el escaso interés de prevenirlas.

Esto así, hasta que irrumpió el COVID-19.

Ahora la población mundial está de rodillas a causa de un minúsculo virus que no discrimina según clases sociales ni razas.

Surge la evidencia de que el sistema sanitario ha sido descuidado, convertido en cura de enfermos en vez de promotor de salud y prevención de epidemias.

Los gobernantes se encuentran cuestionados por su falta de previsión y liderazgo.

Las grandes potencias, como Estados Unidos y Europa, ni siquiera han podido suplir sus propias necesidades de equipos sanitarios como mascarillas, protectores, y mucho menos de instrumentos como los respiradores artificiales. Ni han sabido tener respuesta rápida ante la emergencia.

Esos países desmantelaron la industria básica para quedarse con los servicios de mayor “valor añadido”, lo cual tiene sentido solamente si se vive en un mundo en el que lo esencial es lo banal, no lo necesario.

Y diseñaron un sistema sanitario para enfrentar lo cotidiano, no una pandemia. Se olvidaron de orientar la ciencia para contenerla y de privilegiar a los recursos humanos especializados en epidemiología, a cuyo oficio no se le otorga relevancia social ni económica a pesar de que salva millones de vidas.

Aquí, en la República Dominicana, también se desmanteló la industria básica y no se tiene asegurada la seguridad alimentaria, puesto que no se producen sus principales insumos ni materias primas.

En nuestro sistema sanitario brillan los hospitales remodelados, pero no existen suficientes medicamentos, instrumentos, insumos, ni los recursos humanos para enfrentar este tipo de calamidades, incluyendo los epidemiológicos.

Las prioridades han sido marcadas por el interés de impresionar para fomentar lealtades políticas partidarias, en vez de satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

Cuando pase la pandemia, habrá que volver a lo básico, fortalecer la red sanitaria, epidemiológica, alimentaria e industrial para garantizar la sobrevivencia y funcionamiento de la sociedad. Esa será la prioridad.

La pandemia es una gran lección de humildad y sentido común para la humanidad.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.