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Harold Boquechivo

En el fondo, era un muchacho grande, lleno de talento y de ideas, recogedor de gracias, con grandes ojos abiertos detrás de los lentes oscuros.

Amaba la vida como nadie y en esa calle en la que vivió intensamente, encontraba también el motivo para las lecciones diarias que propagaban sus "muñecos", como los llamaba.

Harold era más Boquechivo que Diógenes. Adoraba a Yuleidy y admiraba secretamente al Turpén (por Yuleidy), a quien pusimos nombre una mañana en Diario Libre.

Odiaba los homenajes, pero no podrá evitar el que le rinde todo el pueblo dominicano a su temprana partida que deja un vacío "que no lo llena el aire".

Sus viñetas diarias eran una lección de sociología y de conocimiento del temperamento nacional. Se alimentaba de poetas, filósofos y sociólogos, pero era su genio extraordinario que le daba el giro que las hacían profundas y, al mismo tiempo, fácilmente comprensibles por todos.

Su capacidad creativa no tenía parangón y puedo decir con conocimiento de causa que se le quedaron tantas cosas irrealizadas que como quiera le hubiese faltado vida para completarlas. Era un verdadero genio creador.

Buen amigo y gran tertuliador es incomprensible que un hombre que amaba tanto la vida no fuera capaz de rogarle que lo dejara un poco más entre nosotros.

Harold vivirá. Sus personajes vivirán porque él y todas sus creaciones forman parte del ser nacional.

En nombre de la presidencia de Omnimedia, su personal y de todos cuantos apreciamos en vida a Harold, te decimos ¡hasta pronto, Boquechivo!

atejada@diariolibre.com