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¡Impotencia!

Para el país resultó impactante ver llorar ante los medios de comunicación al doctor Ramón Antonio Veras (Negro), tras escuchar los testimonios y ver las evidencias contundentes presentadas en el tribunal contra los acusados, materiales e intelectuales, de atentar contra la vida de su hijo Jordi, que está vivo porque los sicarios eran novatos que fallaron en su misión.

Quien conoce la trayectoria política y profesional de Negro Veras, que ha procreado una familia trabajadora y honorable, no tiene más que sobrecogerse, sentir una especie de inutilidad ante un fenómeno como el crimen organizado, que no respeta apellido, ni rango social, económico ni abolengo.

Negro Veras pasa por un calvario que no merece. Desde que su hijo Jordi fue acechado por estos sicarios para quitárselo de los brazos a sus padres y a la sociedad santiaguera, la familia Veras- Rodríguez cruza por un viacrucis del que nadie en este país está exento que pueda ocurrirle.

Ni las torturas, ni las persecuciones, ni las cárceles, ni las amenazas directas de la tiranía; tampoco la intolerancia de los gobiernos de los doce años de Joaquín Balaguer y, mucho menos, los riesgos que implica el ejercicio profesional vertical de la abogacía para defender los derechos humanos de los perseguidos políticos; ni siquiera esos hechos del pasado arrancaron lágrimas al doctor Negro Veras, como las provocadas el pasado miércoles en el Primer Tribunal Colegiado del Departamento Judicial de Santiago, cuando los fiscales presentaron las irrefutables pruebas contra los implicados en el atentado contra su hijo.

Lo que el terror de la Banda "Colorá" no pudo, ni el implacable régimen de Rafael Trujillo Molina y su claque de matones, narrados por el propio Negro Veras en su libro "De la calle a los estrados", fue razón para que este hombre, de una estirpe en extinción, se arrodillara ante los acontecimientos oprobiosos de esos años.

En esta etapa de su vida, cuando Negro Veras y sus hijos, deben descansar tranquilos hasta que Dios disponga de sus vidas, un fenómeno que se ha expandido por el universo amenazando la tranquilidad ciudadana, se ensañó contra Jordi, abogado como su padre, para quitarle el derecho de ejercer con libertad su profesión, para acallarlo y, con su silencio, tapar las tropelías que una fiera enjaulada quiso hacer pasar como obra de delincuenticos comunes.

Quienes asistieron a ese tribunal el pasado miércoles tuvieron que escuchar, escandalizados, los testimonios grabados de conversaciones del señalado autor intelectual, Adriano Román, y su compadre Franklin Reynoso, uno de los imputados autores materiales, en donde Reynoso exigía el dinero para pagar a los matones que ejecutarían la orden de muerte contra Jordi.

"Los muchachos míos van a lamberse al tal Jordi, yo lo que sé es que ellos van a resolver no solo con él (Jordi)", se escuchó en la conversación presentada por el Ministerio Público de Santiago, lo que obviamente desencadenó los llantos en el padre y su hijo, este último quien no se repone aún de los daños físicos y psicológicos ocasionados por esta banda delincuencial.

Ni siquiera la condena a pena máxima podría borrar las huellas que esta acción vandálica ha generado en cada uno de los miembros de la familia Veras-Rodríguez que, como otras, han sido víctimas de acciones de este tipo, que cambian el curso normal de su existencia. Se cumplieron cuatro años del atentado contra Jordi cuando entraba al canal donde producía su programa, y si no es por la perseverancia del doctor Negro Veras, por el peso de su voz y de lo que él representa, el caso hubiese tomado el mismo camino de miles, que han quedado sin sanción.

¿Hasta qué punto puede esta sociedad seguir viendo cómo el sistema judicial es tan paciente, cuando no incapaz, de llevar tras las rejas a los bandoleros que se le cruzan en el medio a familias decentes y trabajadoras?

Entre las cosas que debemos corregir para ir, poco a poco, acorralando a los bandidos tiene que ver con la desaparición de los teléfonos entre reclusos del sistema de cárceles tradicionales, un privilegio que fomenta que éstos sigan controlando puntos de drogas y haciendo otras fechorías.

Como plantee en una carta abierta, a través de esta misma columna, al doctor Mariano Germán hace más de un año, mientras no haya una cruzada nacional contra la delincuencia y el crimen organizado, la sociedad dominicana no tendrá paz. Y mientras no tomemos el toro por los cuernos, veremos con impotencia el drama de gente seria arrodillarse ante los delincuentes.

Tal como sugerí en una columna anterior, la delincuencia y el crimen organizado solo pueden arrinconarse con voluntad política, un plan integral que aborde todos los factores que en ese fenómeno influyen, y con participación de todos los ciudadanos en esa compleja tarea.