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Antecedentes Electorales

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Antecedentes Electorales

Hace más de medio siglo se celebraron en 1968 las únicas elecciones municipales de nuestra historia de casi 60 años de procesos democráticos tras la decapitación de la dictadura de Trujillo. Sin la existencia del Registro Electoral que se instrumentaría posteriormente, el PRD –que había alcanzado el 36% de los votos en las elecciones previas de 1966 ganadas por Balaguer y su Partido Reformista con 56%- inició su carrera abstencionista que lo mantuvo fuera de juego electoral hasta 1978.

Reformistas y socialcristianos del PRSC (que lideró Moreno Martínez, Yuyo D’Alessandro, Caonabo Javier) fueron los concurrentes a esos comicios, alzándose el gallo colorao con los ayuntamientos. Junto a este evento solitario, figuran las 4 elecciones de medio término celebradas entre 1998-2010, como precedentes no del todo asimilables de los comicios del próximo domingo 16 de febrero.

En las primeras elecciones de medio término –llamadas así por los medios de comunicación que las calificaron de este modo ante el efecto de la reforma constitucional del 94 que recortó 2 años al mandato de Balaguer y separó de facto las presidenciales de las congresuales y municipales-, celebradas en mayo de 1998, se operó lo que podría consignarse en términos históricos como la revancha de Peña Gómez.

Una verdadera barrida en todo el territorio que se vistió de blanco. El PRD obtuvo 83 diputados en una cámara con matrícula de 149, frente a 49 del PLD y 17 curules del otrora poderoso Partido Reformista. Una holgada mayoría del 56% en los asientos de los diputados. El impacto en el Senado de este triunfo en las urnas fue aún mayor: 24 escaños sobre 30, un 80%, dejándole al PLD 4 senadores y al PRSC sólo 2.

Peña Gómez –un extraordinario y meritorio batallador de la política dominicana que produjo figuras protagónicas del calado de Bosch y Balaguer, hijo de inmigrantes como lo fueron éstos y también Jacobo Majluta- había quedado en un cerrado 2do lugar en las elecciones generales del 94, con una diferencia de 22,281 votos frente a Balaguer: 41.6% vs 43.3%, para un margen de apenas 1.7 puntos porcentuales. Una tercera candidatura del PLD, la fórmula Bosch/Leonel Fernández, alcanzó un 13%.

Con sobrada razón, los demonios del síndrome del fraude que acogota la cultura política dominicana, se desataron en esa ocasión, con la intervención activa de mediadores nacionales e internacionales como la OEA (embajador John W. Graham, jefe de observadores y de la Unidad de Promoción Democracia) y el Departamento de Estado (misión encabezada por Michael F. Skol, secretario de Estado adjunto para América Latina). Así como la participación de otros grupos de observadores, tales el National Democratic Institute (NDI), IFES, COPPAL, Internacional Socialista y ODCA.

Dichas elecciones reportaron una de las tasas de participación más elevadas en nuestra historia democrática, 87.6%, casi insólita. Balaguer frisaba los 87, Peña Gómez 57 y Bosch, el maestro de este aventajado alumno, 85. Treinta años, lo que duró la Era de Trujillo, distanciaban generacionalmente a estos dos colosos veteranos con el fogoso moreno nacido en la Loma del Flaco, Cruce de Guayacanes, Mao, en plena cordillera septentrional. Librado de la feroz matanza de haitianos y sus descendientes practicada en el 37 y criado por una familia dominicana.

El resultado positivo de esta crisis del 94 fue la reforma constitucional que introdujo la prohibición de la reelección consecutiva, el modelo de mayoría absoluta a doble vuelta (balotaje) para la elección presidencial, el derecho a la doble nacionalidad y otras enmiendas en la organización del poder judicial, como la creación del Consejo Nacional de la Magistratura. Derivadas del Pacto por la Democracia que concertaron las principales fuerzas políticas del país, con el endoso de actores claves de la sociedad civil.

Ya antes, en los comicios del 90, cuando Bosch estuvo a un tris de volver a la presidencia, el escaso margen que medió entre la primera mayoría favorable a Balaguer y la segunda a Bosch, dio pie a otra crisis bajo la acusación de la comisión de fraude por parte del primero, en el poder, ejecutando una de sus múltiples reelecciones. Entonces sectores del PLD levantaron la consigna “que se vaya ya”, estampada en los muros de los barrios. Al tiempo que un joven profesor universitario, Leonel Fernández, emprendía la denuncia en la prensa en artículos recogidos en la obra Raíces de un poder usurpado. Radiografía del proceso electoral dominicano de 1990 (Alfa y Omega, 1991).

La revancha histórica de Peña Gómez y el PRD viene a cuento no sólo por lo acaecido en el 94, sino también en el 96, cuando se ensayó por primera y única vez el balotaje con 2da vuelta incluida. En la primera ronda la fórmula Peña Gómez/Álvarez Bogaert obtuvo el 46% de los votos frente a 39% de Leonel Fernández/Fernández Mirabal y un restante 15% de Jacinto Peynado.

Bajo el sistema anterior de mayoría relativa PG habría pasado con ventaja holgada –compárese con las dos últimas elecciones ganadas por Balaguer con registros de sólo un tercio de los votantes y márgenes de 1%. Aún bajo la modalidad de mayoría calificada que prefería el PRD para la reforma constitucional del 94 (45% en lugar del 50% + 1 consagrado, con la opción de 10 puntos porcentuales de diferencia entre la primera y la segunda mayoría).

Finalmente el bloqueo a la candidatura front runner de PG/FAB se verificó en virtud de la concreción del Frente Patriótico mediante el cual el reformismo endosó la fórmula Leonel Fernández/Fernández Mirabal en la segunda vuelta, viabilizando el acceso del PLD al ejecutivo, con un saldo favorable de 51.2% frente a 48.8%.

Con este triunfo se iniciaría el progresivo trasvase del electorado reformista hacia el PLD, aunque todavía en las elecciones presidenciales del 2000 la candidatura de Balaguer –el Cid Campeador de la política vernácula- represaría un significativo 25% de los votos válidos en los linderos de la marca del gallo colorao.

Con el PRD encabezando el ejecutivo bajo Hipólito Mejía desde el 2000 y una cómoda mayoría legislativa, el horizonte de las segundas elecciones de medio término celebradas en el 2002 estuvo despejado. La barrida electoral se reiteró, ampliándose: 29 provincias ganadas con sus correspondientes senadores de un total de 32, restando 2 al PRSC y 1 al PLD; 104 municipios, dejando 11 al PRSC, 7 al PLD y 3 al PRI.

A diferencia de lo que sería el curso de la economía en los dos últimos años de la gestión del PRD a raíz de la crisis financiera y cambiaria, en los dos primeros se produjo la inyección de US$500 millones de la 1ra emisión de los bonos soberanos (septiembre de 2001). El gobierno aplicó una política de “derrame” mediante un plan de inversiones públicas que se irradió hacia el conjunto del territorio, llegando a cada municipio con la ejecución de diversas obras.

En la tercera oportunidad de las elecciones de medio término, en 2006, “se viró la tortilla”. El PLD había retornado a la presidencia en el 2004 con una sólida mayoría, redondeando Leonel Fernández y los partidos aliados (BIS, APD, PTD, UDC, PLRD, FNP) el 57% de los votos, frente a un 33.65% de Hipólito Mejía, quien sucumbía al hechizo reeleccionista de los presidentes dominicanos, intentado un segundo mandato contra todo chance razonable. La crisis financiera y cambiaria había hecho estragos en la economía con un fuerte correlato regresivo en el plano social, deprimiendo la calidad de vida de la población.

La recuperación de los principales índices de la economía brindó al PLD y sus aliados la oportunidad de provocar un vuelco a su favor en las urnas en la justa del 2006. Ganó 22 provincias de 32, distribuyéndose las 10 restantes entre los integrantes de la Alianza Rosada: 7 al PRD y 3 al PRSC. En la Cámara de Diputados obtuvo el PLD 96 escaños sobre 178, mientras el PRD alcanzó 42 y el PRSC 40. Con lo cual se garantizaba la mayoría en ambas cámaras para legislar sin mayores tropiezos.

En la cuarta y última elección de medio término realizada en el país, en 2010, el PLD amplió su ventaja. En esta ocasión, por virtud de la reforma constitucional de ese año, las autoridades congresuales y municipales serían elegidas por un período de 6 años, en lugar de los 4 años de duración del mandato regular. El objetivo formal proclamado, la unificación de los 3 niveles de elección a fin de desahogar el calendario comicial sobrecargado de años preelectorales y electorales.

El balance institucional arrojado por las urnas dio 31 senadores al PLD y aliados y uno al PRSC (obrando el prodigio de La Altagracia). En la Cámara de Diputados, el PLD y aliados lograron 105 sobre 183 escaños, el PRD y aliados 75 y el PRSC apenas 3.

Algunas observaciones lucen interesantes. El PRD fue la organización más votada individualmente, colocándose en el recuadro número 1 de la boleta electoral para los comicios del 2012. En comparación con las congresuales y municipales del 2006, las del 2010 aportaron un mayor número de diputados, alcaldes y directores municipales al PRD, desplazando al PLD en plazas tan importantes como Santiago y San Cristóbal. Ganando en 5 de los 7 ayuntamientos de la provincia de Santo Domingo, también en San Pedro de Macorís, Barahona, Bajos de Haina.

Estos balances evidenciaron que el PLD descuidó las alcaldías, pese a que Leonel Fernández –su principal activo político- salió a hacer campaña en respaldo a los candidatos de su partido. En cambio, el control hegemónico logrado en el Senado, le otorgó a ese partido márgenes más amplios para designar a los integrantes de la JCE, la Cámara de Cuentas y las denominadas altas cortes mediante los mecanismos concurrentes pautados para cada órgano.

Casi 7 millones y medio están convocados a acudir el domingo 16 a las urnas enmarcados en 158 municipios y 236 distritos municipales. Hay candidatos de todos los colores para todos los gustos, postulados por 27 partidos y 8 movimientos municipales, que a su vez han fraguado infinitas alianzas transversales. Que ganen los mejores. Porque como dijo el recordado maestro en el 62: “no hay corazón que engañe a su dueño”.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.