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Caballo Viejo es un canto al amor otoñal, un himno a la tarde enamorada del hombre

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Caballo Viejo es un canto al amor otoñal, un himno a la tarde enamorada del hombre
Simón Díaz

ENTREVISTA Inédita A Simón Díaz 

Simón Díaz, quien acaba de fallecer el 17 de febrero pasado, era un muchacho cuando conoció al dominicano Billo Frómeta. Billo tenía una orquesta que bañaba de música los balcones y los techos rojos de la vieja Caracas. El pequeño Simón lo admiraba desde su inquieta adolescencia. Quería ser como él algún día, y algún día cantar como Rafa Galindo, uno de sus cantantes, o como Alfredo Sadel. Y si no como Carlos Gardel. Al cabo del tiempo hizo algo mejor: logró cantar como Simón Díaz.

Luego fue uno de los folkloristas más respetados de Venezuela y toda la América del Sur. Un viernes de marzo del año 1979, 51 años después de su nacimiento a la orilla de río Guarico, compuso Caballo Viejo, una singular canción de amor que ha sido cantada en casi todos los idiomas del mundo y grabada profesionalmente más de ochenta veces.

"Caballo viejo es un canto al amor otoñal, un himno a la tarde enamorada del hombre", dijo con los ojos dilatados por el entusiasmo y el orgullo de ser su autor.

Simón Díaz nació entre vacas y flores de Araguaney a las ocho de la mañana del 8 de agosto de 1928, en Barbacoas, un pueblito mojado por las aguas del Guarico, en el estado Aragua.

De su amistad con Billo Frómeta guardaba hermosos recuerdos. "Fue el más grande y hermoso compositor que hemos tenido para cantarle a la ciudad de Caracas".

Para acompañar su canto venezolano, Simón Díaz andaba siempre con un arpa, un cuatro y dos maracas tocadas a contratiempo.

Cuando le entrevisté, en tiempos de Carlos Andrés Pérez, Simón Díaz andaba por el mundo con el alma agujereada por la crisis de Venezuela, su tierra natal. "Lo peor de todo -dijo- es que es una crisis moral".

P. Cada canción tiene una historia, ¿cuál es la de Caballo viejo?

R. En una ocasión, yo necesitaba hacer un trabajo en los llanos venezolanos, y me fui un viernes para un pueblito que se llama San Fernando de Apure, capital de estado Apure, para grabar unos videos en una galapagueada, que es una faena que se hace en marzo para conseguir galápagos en los ríos que deja el invierno.

Cuando llegamos a San Fernando dije que me tuvieran un conjunto criollo de cuatro, arpa y maracas para amenizar aquella faena. Y me llevaron el conjunto, pero no con un cantante, sino con una cantante de 19 años, preciosa, de la que cualquiera se hubiera enamorado.

A lo mejor ella me echó unos ojitos, y yo me los creí, y me entusiasmé, y empecé a hacer mi trabajo. Ella cantó varias canciones. En la noche se prendió una fiesta de esas que siempre prenden en los caneyes de los hatos llaneros, y en ella yo empecé a hacerle versos improvisados a la muchacha.

Se paró un joven como tú a defenderla de mi ataque, como si el estuviera enamorado de ella. Él me decía, entre otras cosas, que yo estaba viejo para ella, y yo le decía que, aún así, viejo y todo, yo podía, porque la fuerza estaba en el deseo. Comenzó un intercambio de coplas, de ataques y defensas.

A la larga, yo tuve que aceptar que estaba viejo, pero le dije que él estaba joven, y se podía quitar las mujeres de encima, de aquí en adelante porque el joven da tiempo al tiempo / porque le sobre la edad, en cambio que caballo viejo no puede perder la flor que le dan / porque después de esa vida no hay otra oportunidad.

Le salí con esa máxima, si es posible poética, pero también filosófica, y fue un aplauso cerrado de todo el mundo, porque fue un contrapunteo muy bonito.

Bueno, para todos fue una gran velada, pero para mí no. Para mí fue el entender y saber que tenía en mis manos el tema para componer una canción de gran fuerza.

Y, efectivamente, me acosté, y casi no dormí, pensando toda la noche en esa canción. A las nueve y media de la mañana, cuando estábamos en el desayuno, yo agarré mi cuatro, mi guitarra chiquita de cuatro cuerdas, me le acerqué a los muchachos y les canté la canción Caballo Viejo, que compuse en la madrugada.

Esa es la historia auténtica de Caballo viejo. No me quedó la muchacha, pero me quedó la canción, una canción eterna, universal.

P. ¿Cuántas veces se ha grabado Caballo viejo?

R. Muchas veces. Ya he perdido el control, yo tengo como ochenta grabaciones profesionales de cantantes diferentes, y se ha traducido en muchos idiomas: inglés, portugués, francés, italiano, japonés y árabe. Imagínese usted, Bamboleo, de los Gipsy King, comienza con Caballo viejo. Es más, es Caballo viejo agregándole Bamboleo.

P. ¿Cuál es la realidad que inspira su canto?

R. Yo le canto al paisaje, al llano venezolano, al canto de trabajo, al ordeño del ganado y al canto de arreo de las vacas. Ese es, propiamente, mi canto, folklórico, costumbrista.

Cuando uno está ordeñando es bueno cantar y decir: la mujer dominicana / se conoce caminando / porque menea la colita / como chivito mamando / no se qué le pasa a Rosa / que me da los hijos blancos / pues cuando el caballo es negro salen saínos los potrancos, pintora.

P. ¿Cómo escribe usted sus canciones?

R. Me echo un trago de ron y me pongo a millón. No es que me rasco. El trago que embriaga a García Márquez en su inspiración es una flor amarilla. El trago que embriaga a Isabel Allende es un jueves. Y el trago que me embriaga a mi es un ron. Cada quien tiene su traguito particular.

¿En América Latina la música folklórica va en decadencia frente a los valores de la modernidad?

Posiblemente tiene que aguantarse el embate de la música foránea. En la medida en que el mundo va avanzando, hay más televisión, más radio, más prensa, fórmulas de ataque, de divulgación, y entonces, recibimos desde fuera mucho más impacto del que uno puede producir dentro.

Por cable, por parabólica, por el cine, por la televisión, por todas partes, nos llegan embates y sufre mucho la música folklórica. Tiene que defenderse y, sobre todo, los compositores la tienen que hacer muy bien, de manera que resista esos embates foráneos.

No los aguanta cuando la música es mala, aún cuando sea criolla, o dominicana, o venezolana. Si es de mala factura, de mala calidad, grabar por grabar, grabar por vender discos, grabar sin tener el principio hermoso, moral, cariñoso, de corazón con la patria. Si no tiene eso, posiblemente le es más difícil resistir. Pero si tiene fuerza, resiste todos los embates, como la música venezolana buena, que ha recibido de todo y ahí está, tranquila, esperando que vengan a noquearla.

P. ¿Por qué la música llanera no ha trascendido como sucedió con el son y el merengue?

Porque no es una música bailable. La música que trasciende es la bailable, o aquella que hace bulla. Recuerda la mexicana. Trascendió porque la ayudó el cine mexicano y aquellas cornetas que hacían prapapá-prapapá para acompañar canciones como El rey o Volver. Adónde no llega eso? El merengue dominicano !cómo no va a llegar, si es una música que hace vibrar al mundo entero!

En cambio, la música venezolana no tiene ritmo, sólo el que bailamos nosotros, el del joropo. En Santo Domingo no se van a poner las manos atrás y zapatear pracataca-pracataca.

Si nosotros consiguiéramos un ritmo como lo hizo Brasil, como lo hizo la República Dominicana, como lo hizo Cuba con su mambo de Pérez Prado...La música necesita que sea bailable para que trascienda con más facilidad.

P. ¿Se siente satisfecho con Venezuela?

R. Claro que sí. En Venezuela he sido objeto de entrañables reconocimientos, muy bellos, muy hermosos. Estoy totalmente orgulloso de haber nacido en esa tierra de Bolívar. El primer orgullo de los hombres y las mujeres debe ser su tierra natal.

P. Usted está orgulloso de Venezuela, pero la Venezuela de su orgullo es un paradigma de la corrupción y la delincuencia. ¿Qué pasa con Venezuela?

R. Nuestro país está atravesando, desgraciadamente, por un momento de crisis. Pero su crisis, aún cuando es económica, no fue por cuestiones económicas que comenzó. Empezó por cuestiones de moral: cuatro gatos queriéndose hacer ricos de la noche a la mañana intervinieron en la cuestión comercial en nuestro país, y acabaron con las reservas nuestras. Se las llevaron gentes sin escrúpulos.

Entonces teníamos que acabar con eso. Para ello hemos escogido a un señor que se llama Rafael Caldera, en quien el pueblo confía mucho para que resuelva esas cosas. Por lo menos, ha abortado los problemas de corrupción que ha habido. Ya salieron al aire, ya salieron a flote para erradicarlos todos.

Mi país tiene mucho sufrimiento. Después de la Segunda Guerra Mundial llegó mucha gente allá, importada, gente buena, trabajadora, braceros, que llevaron su trabajo a Venezuela. Son canarios, españoles, los del norte de España, los gallegos, los italianos y los portugueses. Hicieron a Venezuela grande, bonita y hermosa.

Pero allí hay mucha gente, sobre todo en Caracas, y hay muchos lugares inhóspitos, donde la crianza de los muchachos es muy fuerte, muy fea, que ha generado una violencia y un disgusto. En Venezuela queda pendiente la tarea de salir de esas cosas.

P. ¿Fuera de su programa para niños y jóvenes, tiene otros planes?

R. Si. Tengo planes discográficos. Todos los años preparo un disco. Ahora estoy haciendo uno con la rondalla venezolana. Acabo de hacer uno que se llama Simón Díaz cuenta y canta, Vo. I y II, que dice bastante de nuestra música. Por lo general, todo es muy folklórico.

A mi canción le cuesta mucho trascender a fronteras diferentes, aún cuando reconozco que cuando las cosas son más sencillas, son más universales. A las canciones de cualquier pueblo que son muy de él, les cuesta más o menos que venga otra gente, como Juan Luis Guerra, por ejemplo, que agarre el merengue dominicano, la idiosincrasia dominicana, lo reviste con otros matices y lo lleva por el mundo entero.

Yo espero que los mundos agarren las canciones de los venezolanos, las vistan de otra seda, de otro organdí, de otro dril, que, en definitiva, es lo que interesa, que el mensaje de uno le llegue a la gente.

"...el joven da tiempo al tiempo / porque le sobra la edad, en cambio caballo viejo no puede perder la flor que le dan / porque después de  esa vida no hay otra oportunidad..."