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Contra toda irreverencia y riesgo, Harari

Todos somos mezclas. Hubo que esperar mucho tiempo antes de que la secuencia del genoma humano, mapa genético o ADN, fuese presentado formalmente en 2003, gracias al intenso trabajo científico de largos años respaldado por diferentes gobiernos.

Mi hijo Pablo me lo comentó mientras almorzábamos. Yo había comprado un libro del autor, pero apenas le había tirado un ojo, muy superficialmente. Pablo me dijo que era un autor de moda y que él lo estaba leyendo en inglés, algo que estaba fuera de mi alcance. “Eso sí, prepárate porque es irreverente, rompe todos los cánones consabidos y va a chocar con tus principios y creencias”, me advirtió Pablo, el único de mis tres vástagos que gusta de la lectura a cabalidad.

Obviamente, quedé herido de vergüenza. No conocía a un autor del que mi hijo me dio todos los detalles de vida, profesión y pensamiento. Y que estaba en el top de ventas mundial. El bestsellerismo es, muchas veces, engañoso, lo que no quiere decir que libros relevantes, por su contenido, no resulten de obligatoria lectura. De modo que busqué en mi biblioteca el libro que hacía meses había adquirido y, obviamente, no satisfecho salí hacia Cuesta a ver si encontraba los otros, como en efecto, ocurrió.

Yuval Noah Harari tiene apenas 43 años. Israelita, especializado en historia medieval y militar, aunque luego amplió su campo internándose en la historia universal y en los hechos macrohistóricos, en Oxford. Saltó a la palestra en 2007 –cuando tenía 31 años–con un amplio texto de su especialidad en historia militar, por el que fue premiado, pero no ha sido hasta hace apenas cinco años –cuando tenía 38– que revolucionó el pensamiento con su libro Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Ese libro, como sucedería luego con el anterior y los que siguieron a Sapiens, se tradujo a 50 idiomas. En poco tiempo había vendido 5 millones de ejemplares, pero esa cifra se incrementó a 15 millones de lectores y es probable que sean más actualmente los que siguen sus textos. Eso no sucede con frecuencia en el mundo editorial. Otro gran autor, polaco pero también de origen judío, Zygmunt Bauman, nunca ha logrado alcanzar números tan altos de venta de sus libros, consumidos fundamentalmente por núcleos intelectuales, académicos y estudiantes de humanidades, según los informes que tengo a manos. Bauman licuó todo: el amor, la maldad, el miedo, la vida, los tiempos, las generaciones. El sociólogo y filósofo, fallecido en 2017 a los 92 años, logró establecer un paradigma de pensamiento que, prácticamente, definió y señalizó la historia humana actual, influyendo notablemente en la creación de un sistema de análisis de la sociedad contemporánea. Harari es otra cosa.

¿Dónde radica el éxito de Harari? Según mi modo de ver, en la transformación que ha hecho de las ideas en boga por décadas, tal vez por siglos. Su visión del mundo es, en gran parte, totalmente novedosa, aunque tenga que llevarse de encuentro, como solemos decir, a sistemas y creencias establecidas. Al principio, me parecía que simplificaba científicamente, en extremo, el origen de la humanidad. Pero, luego fui examinando –gracias a su estilo sencillo, ágil, sin descuidar la profundidad- sus tesis, desde su rol de historiador, y que desde el campo de la ciencia aparentan ser de difícil acceso. Resultan de indudable atractivo sus investigaciones y las conclusiones a que arriba, junto a pormenorizados enfoques productos de su capacidad para indagar y sondear sobre temas tan variados que aborda sin descuidar los detalles aparentemente más nimios. Harari regresa a las teorías darwinianas, pero enriqueciéndolas y modificando en su totalidad la noticia que se tenía hasta hoy sobre la evolución humana. En la escuela nos enseñaron fundamentalmente sobre cuatro tipos de humanoides: los hombres australopitecos, neandertales, erectus, y sapiens, que es la especie de la que parte Darwin para explicar el origen humano. Pero, Darwin y otros especialistas nos vendieron la idea de que este proceso se desarrolló de forma paulatina. O sea, la especie humana fue transformándose gradualmente desde el australopiteco hasta el sapiens. Harari tiene otra concepción, de modo que cada una de las especies constituyó una sola y diferente, cada cual con su propia vida. Incluso, produciendo fusiones. El sapiens se ligó sexualmente a los neandertales y a los erectus, y de ahí la “teoría del entrecruzamiento”. Por eso, afirma, hay poblaciones como las de los chinos y coreanos que son una mezcla de erectus y sapiens. (“La hipótesis opuesta, la llamada teoría de la sustitución, cuenta una historia muy distinta: una historia de incompatibilidad, aversión y quizá incluso genocidio”). De manera que no fue solo hasta hace apenas 100 mil años – de un proceso que duró millones– cuando gracias al Homo sapiens el hombre pudo saltar a la cadena alimentaria.

Todos somos mezclas. Hubo que esperar mucho tiempo antes de que la secuencia del genoma humano, mapa genético o ADN, fuese presentado formalmente en 2003, gracias al intenso trabajo científico de largos años respaldado por diferentes gobiernos. Creo, al margen de mis escasos conocimientos científicos, que este ha de ser con toda seguridad uno de los grandes pasos de la ciencia en el conocimiento del origen humano y sus ascendientes. Bernardo Vega hizo hace un par de años una prueba colectiva del ADN dominicano, que despejó muchas dudas y cerró muchas falsas apreciaciones. La hizo también individualmente y yo hice la mía, a través de una institución norteamericana, solamente usando la saliva. Eso me permitió descubrir la historia de mi ADN: un 55.5% de mis genes procede de Europa, 32.0% del África sub-sahariana, un 6.7% soy taíno y hay un 2.0% dividido entre Asia Oriental y el norte de África. “La realidad biológica no es blanca y negra. Existen asimismo áreas grises”, dice Harari, para quien los actuales humanos somos todos hijos directos de los sapiens con algunas mezclas. El Homo sapiens conquistó el mundo, según el historiador israelí, fundamentalmente por su lenguaje.

Harari hace un paseo de insólitas repercusiones. Una mirada incisiva sobre la vida humana, sus posibles orígenes, comportamiento social de los humanos en todas sus etapas y, uno de sus aspectos más controversiales, su negación de la divinidad tras una descripción de lo que denomina los mitos creacionistas y la “aparición de la ficción” en la historia universal. (“No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos”). El ateísmo harariano es superior al darwinista. Todo es mito, relato, “realidad imaginada”, no sólo en el aspecto religioso sino en el de todos los demás componentes de la sociedad humana actual. Junto a estos componentes con los que valida sus tesis –contra todo riesgo– Harari espolea la realidad espiritual desde sus distintos rangos; el saber desde sus variadas acrobacias intelectuales; la revolución cognitiva; el gigantismo de los animales prehistóricos (aunque nunca usa este término, el autor se cuida de no dar entrada a conceptos y nombres usuales en la historia y en la ciencia); la presencia humana en las distintas geografías, afirmando, por ejemplo, que nuestro territorio, La Española, junto a Cuba estuvieron colonizadas desde 5 mil años antes de Cristo.

La revolución agrícola, a la que otorga especial importancia en su análisis; los fraudes históricos; la unificación de la humanidad; la revolución científica, el esbozo del misterioso Proyecto Gilgamesh –“buque insignia de la ciencia”– genera asombro en el lector, obligando a una lectura atenta de Harari que, sin discusión, es el pensador actual más admirable. Sus libros siguientes se reafirman en sus tesis centrales, sobre todo en el futuro del sapiens como un dios en potencia. En efecto, en la definición preliminar que mi hijo Pablo me dio como advertencia, Harari es irreverente, pero no en la acepción de irrespetuoso o descortés, sino en lo de desacatado. Su irreverencia es propia del historiador que, abrumado de datos y de investigaciones hondas, cae en el desacato. El Homo sapiens pervive, y parece como si caminara a intentar convertirse en dios. Pero, a ese dios le falta comprender, asimilar, creer y obedecer las leyes y el plan salvífico del Dios único y verdadero que Harari irreconoce. Todo lo demás, en él, es inteligencia superior, saber excepcional, lucidez, brillantez documental y también imaginativa...pero sin Dios. Empero, de algo estamos seguros: seguiremos leyéndolo con el mismo interés que me produjo su primer libro. Entre sus grandes lectores, Barak Obama lo llamó “interesante y provocador”; Mark Zuckerberg considero a Sapiens como “un libro que invita a la reflexión”; Bill Gates afirmó que Harari era “entretenido y desafiante”; y Antonio Muñoz Molina –el novelista de “El jinete polaco”– dijo que escribía “con rigor e irreverencia ilustrada”. Subrayo todos estos pareceres. A Yuval Noah Harari hay que leerlo sin rodeos.

TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.