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Diccionario español dominicano

Un prestigioso equipo de redacción ha creado este diccionario, el cual trae palabras que encierran nuestras voces y cultura y también la entraña de nuestra lengua.

Él tenía una "almorrana" por aquellas "alpargatas" que con "amarracos" ella le instaló con un "bembeteo" que puso a ambos ante un "berrinche" y les trajo un "bréjete" y casi se dan un "cajetazo" . Ella era una "carajuda" que comenzó a beber "damajuana". ¡Diantre, cualquiera la "ensopa" con "fogaraté"! "Fiebrosa", con "firifollos", andaba con un "floripondio" al que quería darle un "gráznate" por "grajoso" y tener una "jorqueta" que como a un "perro huevero" no se le podía quemar el "jocico". Aquello era "inmancable", con "interquedancia" y además un "jorocón" que "jondeaba" cada "juyejuye" cuando daba un "killing". Era también "lerecoso" y no aceptaba un "machacón" aún fuera "macutero" y "macujiara" las palabras".

Le gustaba el "naiboa" que comía como "nigua" y fuera una "nananina", porque "ningún-ningún" le impedía "ñampiarse", ni siquiera a ese "pedazo de carne con ojo". Y con ese "pajonú" que le quería "quillar" desde un "quitrín" lleno de "rabizas" con que daba "ramalazos" y quería "sacaliñar" lo que creía era una "talvia" con un "tarantín" muy cerca del "28" (hospital psiquiátrico). Y desde una "upa" envuelta en "yaguacil", el "yico" parecía un "zamuro". Unjú. Anjá. Aguaita. Palabras, tan solo palabras, como dice la canción, dominicanadas que solo nosotros entendemos.

Y otra cosa importante para los dominicanos, son los apodos: Cucho, Cuto, Boché, Punco, Kinco, Calín, Caqueta, Chebo, Llisa, Caqueta, Caquito, Chepebaso, Lulú, Niño, Cacán, Toño, Toñita, Fanfán, Bobo, Manano, Rafuche, Fifa, Chichimán, Pucha, Chacha, Puchito, Moncho, Caco, Cuncún, Chichí, Momón, Filito, y miles de apodos más de amigos y amigas cuyos nombres todavía no conocemos.

Y si hablamos de los mexicanos... Dios nos ampare. Para entender a una "chaparra-güerita, hay que esperar "tantito" y verse con un "mero-mero" que no esté "achicopalao", ni sea "menso", ni "pinche-güey", sino un "mero-mero" que te diga "ándale", "órale", "íjole". Y estas son tan solo algunas palabras que entiendo de los tantos mexicanos que viven en Denver. Porque hay que preguntarles qué quieren decir con esas pronunciaciones tan suyas y que dicen con tanta devoción o tanta rabia. Como usted ve, tenemos lenguajes que "descocotan" y dan "derringue" y que "avientan" a "guindarse" de una" jamaca" para que no nos dé un "yeyo" con un "zagalejo" tan "zángano" que puede "zoquetear" estando "enú" y que ese "chopo" nos dé una "galleta". Ya usted ve, "palabras son amores y no buenas razones" y muchas veces "pagamos justos por pecadores" y hacemos una "guángara" sin entrar con una "rabiza" al lado y "raquiña", pero con una "zanganá" que nos puede llevar a tener "cocorícamo" o "sicote" en ambos pies con esas "pantuflas" de cuero de borrego prieto.

Así hablamos por aquí y por allá. Son palabras que brotan del corazón, salen del alma y van cargadas de emoción.

Denver, Colorado

Él tenía una "almorrana" por aquellas "alpargatas" que con "amarracos" ella le instaló con un "bembeteo" que puso a ambos ante un "berrinche" y les trajo un "bréjete" y casi se dan un "cajetazo".

Ella era una "carajuda" que comenzó a beber "damajuana".