El acuerdo de Santiago

Este es un libro escrito por Rafael Chaljub Mejía que debe ser leído por todos los dominicanos, en especial por los escolares y universitarios, porque en él se encuentran las respuestas a las pretensiones del presidente Joaquín Balaguer y la política represiva que su gobierno mantenía desde su instalación en junio de 1966. Según dice Chaljub Mejía, esa coalición se gestó y entró en escena en medio de una situación política adversa y desalentadora, causada por los sucesivos golpes sufridos por el movimiento revolucionario y opositores, incluyendo entre ellos la muerte del coronel Francisco Alberto Caamaño –Francis-, líder insigne de la revolución constitucionalista del 24 de abril de 1965.

Leer este libro histórico nos hace vivir de nuevo, a los que éramos adultos, todo lo que pasó en esos años, y para los de ahora les hace saber cómo fue ese pasado, y ese pasado trae fibras, tierras y nacimientos a los que no estuvieron presentes en ese tiempo. Hay jóvenes de hoy que hablan de Trujillo sin saber lo que significó la dictadura de ese asesino, y de Balaguer tampoco saben que hubo muchos muertos, heridos, deportados y encarcelados solo por no aplaudir esa otra dictadura que quería aparentar una democracia.

Como nos dice Chaljub Mejía, esos tiempos eran de guerra fría. Rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética por el control de esferas de influencias se volvía cada vez más encarnizada en un mundo en el que la revolución estaba en su apogeo. La dictadura aquí no daba tregua en el empleo de la represión para abrirse paso hacia los objetivos políticos que Balaguer perseguía. El país estaba en presencia de uno de los más irritantes actos de imposición cometidos desde el poder.

En 1974 entró el Acuerdo de Santiago, lo cual se convirtió en un núcleo activo de la resistencia. Por esto hay que leer este libro y saber así la importante factura que sucedió en Santiago, los políticos que actuaron y todo lo que pasó en ese tiempo, lo cual no fue nada fácil para los que actuaban con este Acuerdo de Santiago, y saber cómo se movía la democracia, hacía dónde y porqué, y que se llegó a lograr con ella. Hubo muertos, presos, deportados, y todavía viven muchos de los que actuaron con fuerza para lograr que nuestro país conociera y viviera en una democracia.

Y yo me pregunto hoy: ¿Vivimos en una democracia y la conocemos en sus raíces y su abundancia?

Ligia Minaya