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El buenazo de Colás

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El buenazo de Colás
Nicolás Casimiro

"La palidez de una magnolia invade/ su rostro de mujer atormentada/ Y en sus divinos ojos verde jade/ se adivina que está enamorada". Qué canción que acaramelaba. Qué contrapunto de belleza femenina y naturaleza. Era la lírica maestra del flaco Agustín Lara desplegada en Enamorada, un clásico del bolero que nuestro Nicolás Casimiro cantaba con esa voz de timbre melancólico, con un fondo de tristeza, que ponía sello de "amores a la antigua" a la programación vespertina de La Voz Dominicana en los años 50 del siglo que se fue. Antes del esperado Romance Campesino (popularmente conocido como Macario y Felipa), un segmento que constituía un verdadero toque de queda nacional al llevar con ingenio a la pantalla chica la simpleza comunitaria de la vida campesina. Con su peculiar habla cibaeña ("Aguaita, mama", se escuchaba decir a Ciriaca, la hija, al dirigirse a Felipa, la madre) en el marco de un típico cuadro de familia.

Anticipando este espacio de audiencia premium, entraban Fellita Cabrera (precisamente hija de Felipa) y Colás Casimiro, quienes formaban un dúo de ensueño como no lo ha habido luego en el país. "Yo tuve un sueño feliz/ quise hacerlo una canción/ y mi guitarra cogí/ Puse en ella el corazón/ concentré pensando en ti/ Volaron las palomas del milagro/ y escucha dulce bien lo que escribí". El sueño lo había tenido originalmente el maestro puertorriqueño Pedro Flores, quien al igual que Rafael Hernández llenó de gloria fecunda el pentagrama del bolero del Caribe.

"En el tronco de un árbol una niña/ grabó su nombre henchida de pasión/ Y el árbol conmovido allá en su seno/ a la niña una flor dejó caer/ Yo soy el árbol/ conmovido y triste/ Tú eres la niña que me tronco hirió/ Yo guardo para siempre tu querido nombre/ Y tú, qué has hecho de mi pobre flor". Era El árbol y la niña del cubano Eusebio Delfín, un infaltable en los encuentros de la vieja trova que figura en la discografía de Barbarito Díez y del trovador Codina. Que a Fefita, mi madre, le llegaba hondo, como si hubiese protagonizado la historia de amor que se narra. Y que me enseñó junto al abecedario en su maravillosa escuelita musical casera, como lo hizo con la caligrafía Palmer.

Parte de una hornada de boleros tan viejos que se registran entre los primeros de los mexicanos Guty Cárdenas (Lágrimas), fallecido trágicamente en 1932, Agustín Lara (Noche de Veracruz, Palmeras), y los cubanos Miguel Matamoros (Reclamo místico) y Ernesto Lecuona (Noche azul), así como de los puertorriqueños Pedro Flores (Bajo un palmar) y Rafael Hernández (Silencio). Que el dúo Fellita y Colás realzaba junto a los temas de autores dominicanos. Entre ellos, Juan Lockward, quien figuraba como uno de los preferidos con Ayúdame a olvidar, Dilema, No se puede borrar, Flor de té, Lirio de abril, Cuando era tu vida, ya en dueto de voces o ya Colás actuando como solista.

También formaban su repertorio las criollas de Joaquín Balaguer y Machilo Guzmán (Lucía), Porfirio Golibart (Sólo tuyo), Alberto Vásquez (Dorila, Adriana), Héctor J. Díaz (Que tú eres mía). Del mismo modo, ocupaba un espacio destacado en estas selecciones el músico y compositor Chiquitín Payán con sus boleros Fantasía y Deja eso, este último con letra y compás rítmico pegajosos: "Me dijiste deja eso/ y te contesté llorando/ en tu boca darte un beso/ porque te estoy adorando". Asimismo de este autor laborioso y noble -uno de los emblemas de La Voz Dominicana junto a su esposa Criolla Hidalgo, pionero por demás del desarrollo turístico por su trabajo de animación artística en el Hotel Romana y en Casa de Campo, veterano afinador de pianos-, el tango Por culpa tuya. Horacio Gómez era otro predilecto de Colás, con sus boleros Cualquiera que te bese y Mi signo. Al igual que Diógenes Silva, Enriquillo Sánchez y Bullumba Landestoy.

Fellita y Colás -quienes cantando individualmente fueron de los primeros vocalistas de La Voz del Yuna y de la orquesta San José- cubrieron toda una época con sus voces acopladas, dando notaciones de un elevado profesionalismo acompañado por la proverbial nobleza de su arte. Atributos sumados a la bondad que caracterizó a ese fornido negro diabético -perdió una pierna que le obligó a usar muletas- reflejada en la sonrisa ancha y en sus ojos soñadores, que reflejaban cierto pozo de tristeza. Un hombre de lealtad y probada solidaridad hacia sus compañeros de trabajo. Valiente en una época terrible plagada de arbitrariedades en que los íntegros corrían mayores riesgos. Existe un rico anecdotario que ilustra el talante de este artista de pasta especial que iniciara carrera como cantante en programas radiados en vivo por las emisoras HIZ, HIX y HIN, antes de ingresar a La Voz del Yuna en Bonao y desarrollarse como empleado de planta de La Voz Dominicana. Desde donde grabaría numerosos sencillos en formato de 45 RPM, entre los que resalta Españolita, un exitazo en su voz. Para continuar con otras producciones discográficas en forma de Lp's: Nicolás Casimiro y sus amigos, Nicolás Casimiro Canta, Ese es Nicolás Casimiro.

Una de sus más tesoneras tareas fue la confección e impresión de un Cancionero de amplia difusión. Esperado por los amantes de la música popular, en él Colás compilaba las novedades de los autores nacionales y del repertorio latinoamericano del bolero. Nacido en 1911 en Santo Domingo, la diabetes inclemente le persiguió hasta la muerte, devorándole las piernas. En 1964, a los 53 años, dejó de latir el grande corazón del buenazo de Colás. Aunque hoy los internautas pueden encontrar numerosas piezas de esta gloria nacional en YouTube, todavía Nicolás Casimiro -junto a su fiel Fellita Cabrera- espera que su nombre sea algo más que el de un estudio en la antigua La Voz Dominicana. Para que su timbre de ángel cantor vuelva a escucharse entre las nuevas generaciones. Como una de las señas de identidad de la dominicanidad de alma grande que se perpetúa en el tiempo.

Otro de los artistas que dejaron una huella fue Luis Vásquez. Nacido en San Pedro de Macorís en 1924, fue conocido como el Trovador de las Damas. Un mulato bien parecido, acicalado, con el pelo planchado y bigotes seductores bien arregladitos, fue una de las voces que disfrutaba en la programación de LVD. Dotado de un hermoso timbre bien modulado y de gesticulación elegante, era otro de mis preferidos. En 1952 grabó en New York Guitarra bohemia de Juan Lockward, un estándar que cantaba en esta planta tele radiodifusora, junto a un vals que me encantaba por su lírica de romance primaveral, Marinera, del formidable bardo del Atlántico. Así Sirena de Chiquitín Payán, un bolero rítmico salido del mar con todo y fantasía mitológica. Era una época en la cual los dominicanos, sin las facilidades de tomar un avión para salir del país y sin tanto resort bloqueando el acceso a las playas, miraban contemplativos el mar y soñaban con sirenas y con lindas marineritas bañadas por las olas.

Entre los temas interpretados por Luis Vásquez se hallaban los boleros Cuando llegaste tú del prolífico Luis Kalaff, Nadie más que tú de Moisés Zouain, así como Calumnia de Rafael Hernández, una defensa doliente a una "flor de arrabal" que fuera un primer amor. De nuestro Armando Cabrera -hijo de Felipa, la de Macario, y hermano de Fellita, la de Colás- su composición Amor y odio, un típico bolero con la factura apropiada para trío: "Dicen que el amor nace del odio/ y yo me convenzo que es verdad/ pues yo me siento odiarte y al instante/ siento que te quiero más y más". Y Huellas imborrables (identificada también como Por más que quieras) de Manuel Sánchez Acosta, el médico compositor. Una pieza melosa que Tito Rodríguez, con el respaldo mágico de la orquesta de Leroy Holmes, hiteó a nivel internacional.

La voz de Luis Vásquez se movía entre el dulzor de Colás Casimiro, predominante, con esporádicas resonancias del pregón de Alberto Beltrán, pero atemperado, y modulaciones de Juan Lockward. Quién sabe si algo de Lope Balaguer en la dicción esmerada, uno de los rasgos distintivos del Tenor de la Juventud. El resultado de esta combinación nos daba el estilo peculiar de Luis Vásquez.

Carismático y dinámico, gracias a él y a su sello Gemini se llevaron al disco voces y sonidos de artistas y músicos dominicanos que probablemente habrían quedado fuera de la historia fonográfica si no hubiese mediado su iniciativa empresarial. Aunque no soy un coleccionista de acetatos que pueda formular afirmaciones rotundas, es probable que el primero de su serie de elepés fuera Guitarra bohemia, acompañado por dos conjuntos: uno dirigido por el maestro Papa Molina con cuerdas y otro encabezado por Máximo Zorrilla, con órgano, guitarras y ritmo. No me escribas es otro álbum con temas de autores como Armando Cabrera, Horacio Gómez, Bienvenido Fabián, entre otros autores nacionales.

Muchos cantantes de la vieja guardia sacaron sus discos con el sello Gemini propiedad de Luis Vásquez. Por ello, en parte debido a su impulso empresarial, el bolero dominicano no ha perdido, del todo, la memoria. La última producción de Gemini que conozco realizada por este personaje que gustaba vestir camisas con vistosos rameados estampados, gran amigo de mi primo Felo Haza del Castillo y de su esposa Marina -en cuyo hogar compartí buenos sancochos con el artista, así como la plática en el restaurante Vizcaya- es el LP Boleros Quisqueyanos. En el que aparecen veinte temas en las voces del Grupo Taino, ahora también obtenible en formato de CD. Intrigado por conocer las identidades de los integrantes de este curioso Grupo Taino, me propuse indagar en los créditos de la producción. Para mi sorpresa, como seña del talento creativo de Luis Vásquez, quien "se la buscaba como un toro" en el competitivo mercado del disco, estos tainos del siglo XX no eran otros que el propio Luis, las veteranísimas vocalistas Julita del Río y Fellita Puello Cerón. Todo ello con el acompañamiento del gran chamán Tito Delgado, quien le puso la música al areito ensamblado por el Trovador de las Damas.