Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Religión
Religión

El día se levantaba en aquel pobre corazón

Jesús apenas iniciaba su misión por la Galilea de los gentiles, después de dejar a Nazareth y morar por unos días en Cafarnaúm, cuando observó en la ribera del mar de Galilea –que no es mar, sino tan solo un gran lago– a dos hermanos que echaban las redes. Eran pescadores de oficio y allí se encontraban, descalzos, torso descubierto, pelo alborotado, túnica recogida y deteriorada, rumiando la mala pesca del día. Era hasta entonces Jesús un hombre que iniciaba su peregrinaje en soledad. Tenía necesidad de afiliar hombres que le hiciesen compañía y caminaran con él por desiertos y quebradas, montes y llanuras, predicando el mensaje que su Padre le había confiado..

No tuvo reparos en llamar, primero, a Andrés, uno de los dos hermanos, quien aceptó el reto. El otro, Simeón, no hizo mucho caso al convite –“quiero hacerle desde hoy pescadores de hombres”– y continuó en su faena. Después de hablar con Jesús, Andrés insistió con su hermano para que siguieran a aquel hombre, pensando tal vez que era un político o un potentado con recursos que les ayudarían a salir de su pobreza. Después de mucho ruego, Simeón aceptó. Ambos, abandonaron las redes y siguieron a Jesús. Simeón, que era su nombre hebreo –Simón era el nombre griego– era natural de Betsaida, que significa en hebreo “casa de la pesca”. Más tarde, Jesús lo nombraría en arameo Kephas, que luego se traduciría como Cefas, que en español se convertiría en Pedro. Cuando en el Segundo Testamento se le llama Simón Pedro es, simplemente, por la unión que la tradición hizo de los dos nombres y también para diferenciarlo de otros Simones (Simón el Zelote, Simón el fariseo, Simón padre de Judas, Simón el mago, Simón de Cirene...) Estaba casado con Safira, vivía en la casa de la suegra y tenía una hija, Petronila.

Con Andrés y Pedro inició Jesús el discipulado de su magisterio divino. Más adelante, probablemente horas o días más tarde, fueron agregados otros dos hermanos, Santiago y Juan, que también eran pescadores y ayudaban a su padre Zebedeo en esta tarea. El resto de los apóstoles se conformaría poco a poco. Estos fueron los primeros seguidores de Jesús, con los que inició su prédica por Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y en las riberas del Jordán.

Jesús, que tuvo en Juan a un discípulo preferente, escogió sin embargo a Pedro como cabeza de grupo. Kephas, Cefas, Pétros. (“Eres roca y sobre esa roca edificaré mi Iglesia”). Para algunos estudiosos, Kephas o Cefas no significa exactamente piedra o roca. Es un tema lingüístico, filológico, más que religioso. Kephas, Cefas o Pétros quiere decir, según esos expertos, “gruta excavada en la roca”. El cambio semántico no modifica el objetivo de la frase. El teólogo franciscano Jacir de Freites Feria dice que la parte del evangelio de Mateo que toca este asunto, bien podría traducirse del siguiente modo: “Tú eres cueva excavada en la roca, y sobre esa cueva donde viven los pobres, edificaré mi Iglesia”. Del modo que desee traducirse –el arameo tiene sus complicaciones- el sentido sigue igual. Pedro es roca, firme o sobre una cueva. De cualquier forma, sobre esa roca Jesús ha de construir su ecclesia.

En su condición de discípulo en jefe, Pedro es destinatario de encomiendas superiores, pero por esa misma cualidad, resaltan sus errores. En su casa, Jesús cura a su suegra. Es el primero que, contra el decir de la mayoría, confiesa la divinidad de Jesucristo. Es testigo de la transfiguración de su líder. Recibe dones que le permiten proporcionar curaciones, vaticinar sucesos y predecir decesos. Su acto más resaltado es resucitar a Tabita (en griego, Dorcas) en un poblado llamado Jope. Pero, desde otro ángulo, Pedro tenía fama de tosco, impulsivo, sin ninguna brillantez intelectual, proclive a las relaciones conflictivas. Su cuenta de yerros es amplia. Fue el único de los apóstoles que contradecía a Jesús por lo que éste más de una vez lo reprendió (“Apártate de mi, Satanás”); fue el único de los doce que puso oposición a que Jesús le lavase los pies en el último encuentro del colegio apostólico antes de la pasión del Señor; fue el primero en dormirse cuando Jesús oraba en el huerto de Getsemaní, lo que también incomodó a su maestro ya que su función era la de hacer guardia; en el momento de la traición cuando Jesús es aprehendido, saca su lanza y le corta de un sajazo la oreja a Malco (también conocido como Maleo), criado del sumo sacerdote, lo que también reprende el Señor; le molestaba la presencia de María de Magdala en el grupo, aunque al final ante la resuelta decisión de esta discípula fuerte y decidida, se vio obligada a aceptarla (ambos poseían temperamentos fuertes y condiciones de liderazgo); y, lo peor, niega a Jesús tres veces, se aparta del escenario de la crucifixión y es abordado por el miedo más infamante en el momento en que debió ser ejemplo de fe y reciedumbre.

El discípulo más famoso de Jesús cumplió tareas que les fueron sólo concedidas a él y reunió los atributos indispensables para, en medio de sus debilidades humanas, ser el firme depositario del liderazgo evangélico y, más allá, de las llaves del Reino. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se afirma que su sombra daba salud a los enfermos; fue el hombre que llevó la fe a Roma; aplicó su autoridad cuando fue necesario enfrentar a falsos discípulos de Jesús y su sentido de disciplina mantuvo unido a los apóstoles; cuando muere María, la madre del Salvador, Pedro era quien la cuidaba y quien estaba a la cabecera de su cama, la que puso su cuerpo en el ataúd y quien construye un nuevo sepulcro donde conduce su féretro (María siempre le reconoció su autoridad máxima); Pablo, que le reprendió más de una vez algunas de sus decisiones impulsivas nunca empero cuestionó su autoridad. Su primacía de dignidad, poder y liderazgo sobresalieron sobre sus flaquezas. No estuvo junto a Juan, María la madre, María Magdalena y María la de Cleofás, a los pies del crucificado en el Gólgota. Andaba en la tarea de cumplir con dolor la profecía de la negación que lo llevó luego al arrepentimiento más doloroso. En el gobierno de Nerón, cerca del actual Vaticano, tuvo una muerte de cruz, como la de Jesús, pero peor, con la cabeza hacia abajo pues no quiso morir exactamente igual que su líder, y desde allí pronunció un discurso donde llamó a Jesús, “mi padre, mi madre, mi hermano, mi amigo, mi servidor”.

Francois Mauriac, Premio Nobel de Literatura 1952, en su célebre Vida de Jesús, cuenta bellamente la traición de Cefas: “La noche, al declinar, era muy fresca. Un gran fuego ardía en el patio, encendido por las gentes de servicio. Todos cuantos rondaban el palacio, en espera del alba, se habían acercado a la llama. De la sombra surgía un círculo de rostros y manos tendidas. Una doméstica se fijó en un rostro barbudo que le parecía conocer: –¡Pero si es el hombre que estaba con Él! Pedro se sobresaltó. –Mujer, no le conozco para nada... Había entrado en el patio, gracias a un discípulo al que la portera del gran pontífice conocía. Desconfiada, la mujer le había mirado el rostro diciendo: –¿No pertenecía a la misma banda? Y ya Pedro había negado. Ahora se aleja del fuego para no ser conocido. Un gallo ronco, anunciaba precozmente el alba... el día se levantaba en aquel pobre corazón... Entonces se abrió una puerta. Empujado por los sirvientes, apareció un hombre, con las manos atadas, carne de horca y de presidio. Miró a Pedro. Acumuló en aquella mirada todo un tesoro infinito de cariño y perdón. El apóstol contempló con estupor la faz ya entumecida por los golpes. Ocultó la suya en ambas manos, y una vez fuera vertió más lágrimas que cuantas había vertido desde que naciera”. En la víspera de la Semana Santa de 2018.

www.jrlantigua.com

Libros

TEMAS -