Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Libros
Libros

El Himno Nacional y sus vicisitudes

Expandir imagen
El Himno Nacional y sus vicisitudes

El ministro de Educación, Roberto Fulcar, ha llamado la atención del país al advertir que ningún alumno del sistema escolar público podrá recibirse de bachiller si no conoce completas las letras del Himno Nacional. La declaración del ministro alegra y apena. Alegra, porque se manifiesta en su advertencia una clara intención de enaltecer los valores patrios en la escuela dominicana, donde entre sus múltiples carencias no queda atrás el abandono por el estudio y elevación en las aulas del patriotismo. Y apena, porque en la declaración corre implícita la seguridad de que el alumnado nacional no conoce nuestro canto patrio, o lo conoce a medias.

Por los mismos días en que se integró al opinadero nacional la observación ministerial, las redes sociales mostraban unas entrevistas callejeras donde se les preguntaba a los transeúntes, incluyendo escolares, si conocían quién era el autor del Himno Nacional. Había que escuchar las respuestas. Un espectáculo de humor de los mejores. La carcajada que se transforma, poco a poco, en tristeza profunda al ver tan diezmados los valores de los símbolos patrios, cuando el Himno es canto de identidad, recreación de los hechos históricos que formaron nuestra nacionalidad, proclama a favor del respeto a nuestra soberanía, a nuestra dignidad y a nuestra sobrevivencia como nación.

Pensé de inmediato que lo que estamos viendo es un nuevo capítulo en la historia de vicisitudes que ha sufrido la obra máxima de José Reyes y Emilio Prud’homme. Antes de que ambos dieran a conocer su composición y de que la misma fuese definitivamente aprobada, en los actos oficiales lo que se tocaba era La Marsellesa y hasta se asegura que un chotis, danza bailable que fue popular entre el siglo diecinueve y principios del veinte, de origen escocés, pero popularizada en España, aunque también se bailaba en México y Colombia. Los pueblos necesitan siempre un canto patrio, y al no tener ninguno se echaba manos de los aires marciales del Himno Nacional de Francia, compuesto por Rouget de Lisle en 1792. Desde luego, se intentaron otros cantos patrios, como ocurrió sólo tres días después de que se produjera el grito de independencia, o sea a principios de marzo de 1844. El Himno de la Independencia, como se denominó, fue escrito por Félix María del Monte, uno de los trinitarios, con música de Juan Bautista Alfonseca. Tenía ritmo de mangulina y no prosperó. Otro fue el Himno de la Restauración, conocido como Himno de Capotillo, que compuso musicalmente Ignacio Martí Calderón, con letra de Manuel Rodríguez Objío. Este canto patrio fue más popular que el anterior. Nuestro himno actual -“único e invariable”, conforme la Constitución de 2010- nace cuando el capitaleño José Reyes le pide a su amigo puertoplateño Emilio Prud’homme, que escribiesen un canto patrio, seguros como estaban de que el país dominicano necesitaba tener su propia enseña musical patriótica. Reyes había conocido el Himno Nacional de Argentina, compuesto en 1813. Es muy probable que Reyes mostrase a Prud’homme las letras del himno argentino, porque aunque se tratan de textos muy diferentes, hay cláusulas de las letras de Vicente López que influyeron en el poema patrio escrito por Prud’homme. Cuando este último tuvo listo su poema lo mostró a Reyes y surgió entonces la música con el aire marcial, sin dudas, de La Marsellesa. Anotemos que no todos los himnos son marciales. El de Cuba tiene formato operístico; el de México por igual, es canto lírico; el de Argentina es una marcha; “La Borinqueña” de Puerto Rico, es una danza; el de Colombia es una oda, una canción; el de Estados Unidos es una mezcla de estilos musicales que, incluso, en su momento, fue reprobado por algunos sectores por las dificultades de interpretación que presentaba. Los hay que son hímnicos, como el himno de Inglaterra, fanfarrias y folklóricos, como ocurre en países orientales, según consignan Arístides Incháustegui y Blanca Delgado Malagón.

Prud’homme y Reyes componen el himno dominicano y lo estrenan el 17 de agosto de 1883 en una velada de la prensa nacional que se celebró en la logia masónica La Esperanza, que estaba ubicada en la hoy calle Las Mercedes, cuya edificación restaurada ocupa desde hace más de cuarenta años la Fundación Dominicana de Desarrollo. Los autores del himno eran masones, como lo fueron otras personalidades intelectuales y políticas de la época, incluyendo Juan Pablo Duarte que fue miembro de la logia Constante Unión número 8, en la cual llegó a ser Arquitecto Decorador en el 1845. Enrique Patín Veloz explicó que la masonería “aquí, en Santo Domingo, y en la América entera, fue una escuela política que formó intelectual y moralmente a los principales políticos y libertadores” del siglo diecinueve. El himno fue interpretado por un coro de jóvenes, acompañado de una orquesta compuesta por dos violines, dos clarinetes, dos flautas, contrabajo, bombardino, trompa, bajo y el cello que lo tocó el propio José Reyes. Consignemos que el Himno Nacional definitivo se compone y se interpreta treinta y nueve años después de proclamada la Independencia, dieciocho años después del proceso restaurador, y nueve años más tarde de haber concluido los llamados Seis Años de Báez. Esto no es nada novedoso. Ningún himno nacional, de cuya historia tengamos conocimiento, ha sido aceptado por sus pueblos hasta décadas después. Algunos incluso, han cambiado de nombre hasta lograr asentarse como cantos patrios. El de México tardó noventa años en ser oficializado. El de Estados Unidos pasó por varias etapas y hoy se cantan apenas un par de estrofas del original cuyo letrista se conoce, pero nunca se ha podido determinar quién escribió la música. El mismo nuestro fue corregido por Prud’homme catorce años después de ser interpretado porque él consideró que cuando escribió la letra era muy joven, 27 años, y debía hacerle algunos cambios. Reyes tenía 48 años de edad cuando escribió la música. El nuestro no fue aceptado de inmediato, aunque fue introduciéndose en el espíritu de los dominicanos con rapidez. Varios azares esperaban al Himno Nacional. Le llovieron críticas de poetas y músicos que, obviamente, hubiesen deseado ser ellos quienes construyeran el canto patrio. Cuarenta y siete años después de haber sido compuesto y dado a conocer, algunos afirmaban que la letra no era de Prud’homme sino de Rodríguez Objío. José Reyes siempre exaltó a Prud’homme y a su composición poética y éste afirmaba, con sorprendente modestia, que Rodríguez Objío era muy buen poeta para haber escrito unas letras como las de su himno.

Pero, había más. Vino a ser en 1897, catorce años después, cuando el Himno Nacional es oficialmente aprobado por el Congreso Nacional. Pero, el dictador Ulises Heureaux se negó a promulgar la ley debido a que Prud’homme era opositor a su régimen. Lilís llegó a otorgarle una pensión especial a Reyes, dejando fuera a Prud’homme. Aunque, instituciones culturales, organismos oficiales y ayuntamientos interpretaban en sus actos el Himno Nacional, en contra de la decisión de Lilís, en verdad no fue hasta el 30 de mayo de 1934 que Rafael L. Trujillo, por la ley número 700, declaró la obra del educador puertoplateño y del músico capitaleño, Himno Nacional de la República Dominicana, lo que quiere decir que cuando Trujillo es ajusticiado el 30 de mayo de 1961, hacía justamente 27 años que el himno había iniciado su vigencia formal. Dos dictadores de por medio y el canto a la patria padeciendo la misma ingratitud y desprecio que no pocos connacionales mostraron, y muestran aún, por el Fundador de la Nacionalidad Dominicana. Algunos intentos hubo, durante la Era de Trujillo, para cambiar algunas de sus estrofas. La más célebre, la del vegano Francisco Álvarez Almánzar que sugirió modificar el himno para exaltar al tirano (“Que la Patria ya está redimida./ Por Trujillo el creador de la paz”). Felizmente, ni el dictador hizo caso a la propuesta.

Una inquietud invade a muchos dominicanos. ¿Por qué Mella no se menciona en el Himno Nacional y sólo Duarte y Sánchez? El reclamo a don Emilio se lo hizo Listín Diario en un editorial. El poeta autor de las letras del canto patrio, contestó airado: “El Himno Nacional de un pueblo, ha fatigado a la gloria con la soberbia repetición de más de mil hechos personales de libertad e independencia; no podría contener, sin mengua del arte y sin pecar contra la necesaria brevedad, la larga lista de sus campeones, de sus mártires y de sus héroes famosos. Tal obra resultaría fea, pesada, extravagante y ridícula. El himno patriótico no tiene por qué efectuar servicios correspondientes a los tratados de historia”. Prud’homme afirmaba que también debían estar ahí Luperón, Monción, Salcedo, Polanco, entre otros, que él consideraba tan padres de la patria como Duarte, Sánchez y Mella. Y anotaba que también debían figurar las batallas de Santomé, Cachimán, Estrelleta, El Número, Azua, entre otras, y no tan solas las de Las Carreras y Beller. Su objetivo –decía el ilustre aeda patrio- no era enumerar héroes. Parece obvio que fue un asunto de composición poética y hasta musical, a fin de que encajaran en el entramado composicional letra y música. Además, no olvidemos que para entonces no existían los Padres de la Patria. Mella viene a ser reconocido como tal nueve años después cuando Lilís proclama la trilogía fundadora en 1894. Finalmente, ni Reyes ni Prud’homme lograron ver oficializado su canto patrio. Reyes murió en 1905, veintinueve años antes. Prud’homme estuvo más cerca: falleció en 1932, dos años antes. Al primero lo despidió en el camposanto Federico Henríquez y Carvajal. Al segundo, Max Henríquez Ureña. Restablecer la Educación Cívica en las escuelas, bajo nuevas formas, completaría el bien intencionado propósito del ministro de Educación.

TEMAS -
  • Libros

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.