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Evocación de René del Risco Bermúdez (3 de 3)

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Evocación de René del Risco Bermúdez (3 de 3)
V

Entonces, fue el cuentista. Rompía de nuevo los estilos y hacía girar los goznes de la puerta entreabierta de la narrativa dominicana. Anduvo por sus fueros. Terrestre, telúrico. Amor a la tierra, a sus cimientos, a su memoria. Cronista de la guerra, dije ya. Memoria viva del acontecer vital y de sus andrajos, de sus mustias bellezas y de sus frondas deleitosas. La muerte, las tardes, el béisbol, la vida pueblerina y sus asuetos de mar y cofradía. Polvos, noches, llantos. Poeta de la guerra y de San Pedro de Macorís. Testimonio y presencia. Una musa, Eurídice, solventando las cuentas de la noche y su semblanza (“Digo amor/ y es el tiempo de los pasos cantando, / y la invencible alondra que cuidó nuestro invierno”). Cuando todo fue poniéndose triste, cuando ya no sirvieron las palabras; cuando la noche se puso grande, muy grande, y en el barrio bajaron las banderas, René estuvo ahí para contarlo. Lo suyo no es narrativa, es memoria de una época y su tránsito. Como poeta y como cuentista, lo suyo fue “una ruptura radical con los lenguajes establecidos y con las poéticas dominantes. Allí nació una nueva imaginación y una nueva moralidad verbal”. Lo dijo Enriquillo Sánchez. “Fue él quien advirtió primero la derrota y fue él quien primero la escribió al descubrir ciertos orbes inéditos en la literatura dominicana”.

“Ahora que vuelvo, Ton” pasó a ser una nueva manera de insertarse en el hecho narrativo. Bastó volver al terruño nativo, auscultar su temperatura humana, desvelarse en el tránsito del pueblo a la metrópoli, escudarse en el recuerdo, y el resto fue uno de los relatos más celebrados de nuestra cuentística y el más vivo ejemplo de lo que significó el cambio de mentalidad, de oficio, de vida, en el autor y en todos los que, de una u otra manera, al ser provincianos vivimos similar experiencia, aunque con diferentes matices. En el cuento y en el poema, René clavó sus lanzas contra el tiempo hosco, el que quedó atrás. Fulgurante, lúcido, se hizo profeta del tiempo por venir:

Será entonces la mañana del amor

y las cigarras,

vendrán palabras de dulce paz

y alguien tal vez alce su canto

por los capitanes caídos,

por los días de incendio,

por las excelsitudes de los que no estarán entre nosotros.

Pero serán los días de sonreír

a la entrada de los cines,

de leer los periódicos,

de colocar ordenadamente las camisas,

de asistir a una boda,

y se hablará de los soldados

como tocando una antigua armadura...

Y entonces, proclamó la profecía:

Sólo el que entierra su corazón

podrá olvidarlo todo.

Entonces ya no será el amor,

será otra vez la huida,

serán los metales sonando,

la lluvia caliente sobre la ciudad:

se alzará una vez más la gran cabeza

de la muerte”.

El 20 de diciembre de 1972 el poeta, como afirma Enriquillo Sánchez, había ya dividido una época de otra. Le habían bastado 13 años de existencia pública. Su obra fue el signo de la transición, del trasvase, del cambio literario que no pudo darse ni en las trincheras, ni en las guerrillas, ni en el sacrificio, ni en los primeros efluvios democráticos. Antes, se hizo publicista y la historia de la publicidad en la República Dominicana le guardó un lugar de honor en la producción que logró asentar las bases de muchos productos criollos. Se hizo galán de la televisión y de la noche y se fue de ronda para llenar las tardes sabatinas con su elegancia en el uso de la palabra y de la gestualidad que hizo fama. Y se hizo compositor de temas musicales que quedaron grabados en la memoria de las mejores piezas de la canción dominicana. Y dueño de festivales y bohemias, de letras y versos, de cantares y jingles. Dueño de la época, eso fue.

Se le enrostra que fuera de la literatura a la publicidad, como si eso fuese pecado. Muchos, cuando él y después de él, hicieron lo mismo. ¿Hay alguna diferencia con ser banquero o secretario municipal? T. S. Elliot fue banquero. El novelista Luis Mateo Díez, autor de “La fuente de la edad” y “Brasas de agosto” ha sido archivista por largos años del ayuntamiento de Madrid. Lo de si la publicidad afectó la vida de René podría ser uno de los varios mitos tejidos sobre su existencia.

En 1972, hará 46 años en diciembre, se disparó la parca a su encuentro y en el malecón capitalino vio llegar su última hora. Tenía 35 años. Doña América Bermúdez, su madre, atestiguó que en varias ocasiones él había vaticinado su muerte temprana. “Desde muchacho lo predijo: yo voy a morir a la misma edad de mi abuelo Federico”, contó la progenitora de René a Ángela Peña. Se le adelantó en dos años. Su amigo, Freddy Ginebra, también dejó constancia de su premonición:

“Le aterraba la vejez... a veces hablaba en parábolas. Una vez me dijo dramáticamente que moriría joven, es más, hasta se atrevió a decir el año: ‘no paso de los 33’”.

Cuando escribió “Por la muerte de todos”, y que dedicara a su compañero de generación y de lucha en el 65, Jacques Viau, dijo, por él, por los demás: “No es morir, así, sencillamente morir./ Es haber estado firme dos minutos antes de la muerte/ sin pensar en echar hacia atrás, sin derrumbarse/ como un espantapájaros de trapo a las primeras ráfagas...[...] No fue simplemente morir. / Fue dar la cara para siempre”.

BIBLIOGRAFÍA:

René del Risco Bermúdez:

Cuentos y poemas completos. Presentación: Ramón Francisco. Ediciones de Taller, 1981.

Cuentos completos. Introducción y notas: Miguel D. Mena. Editora Manatí, 2003.

Poesía reunida. Editora Nacional, 2017.

El viento frío. Colección El Puño. sf y spi.

Archivos. Introducción: Miguel D. Mena. Ediciones Cielo Naranja, 2012.

Del júbilo a la sangre. Prólogo: Máximo Avilés Blonda. Ediciones El Jardín de las Delicias, 1997.

El cumpleaños de Porfirio Chávez. Ediciones El Jardín de las Delicias, 1997.

Miguel D. Mena:

René, así tan sencillamente. Ediciones Cielo Naranja, 2005.

René del Risco, lo dominicano, la modernidad. Ediciones El Jardín de las Delicias, 1997.

Antonio Machado. Donde las rocas sueñan. Antología esencial (1903-1939). Selección y prólogo de Joaquín Marco. Círculo de lectores, 1999.

César Vallejo. Obra poética completa. Introducción: Américo Ferrari. Alianza Editorial, 2009.

Tony Raful. Movimiento 14 de junio. Historia y documentos. Editora Búho, 2007.

Documentos de la Conferencia del Episcopado Dominicano (1955-1990). Presentación: Francisco J. Arnaiz, S.J. Colección Quinto Centenario, 1990.

www.jrlantigua.com

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