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Grenet visto por GuillÉn

Mi madre cantaba el tango-congo Ay Mama Inés y gesticulaba danzarina -como si fuese Rita Montaner desplegando en los escenarios su gracia mulata. Yo diría que Fefita tenía pasta de sobra para descollar como artista, ella dotada de talentos mú ltiples y sorprendentes. Una voz poblada de musicalidad afinada, memoria fabulosa para articular la lírica con las notas del pentagrama, allí, justo donde la frase musical se ensambla, se sostiene o inflexiona en gorjeo melódico. Aseguraría que fue mi mejor escuela, hasta el último día de sus casi 93 fecundos años. "No, José, no es así que se canta, oye bien cómo es". Así aprendí cientos de canciones en nuestro conservatorio casero. Por eso, gracias a su gracia encandiladora con esos ojos de almendra y a su buen gusto, conocí a Grenet desde la cuna. Drumí al acariciante arrullo de su canto. Supe que había una "Cuba hermosa, primorosa", como aparece descrita en Lamento Cubano.

Y que la metáfora era ánfora amable para alojar el amor: "Esas perlas que tú guardas con cuidado/ en tan lindo estuche/ de peluche rojo/ me provocan, nena mía, loco antojo/ de contarlas beso a beso enamorado". Barbarito Díez con su voz de flauta cubana y la orquesta de danzones de Antonio María Romeu me reforzaría el embrujo de esa pieza, alada por el mejor romanticismo antillano, que Fefita me cantaba con timbre de ángel. A Eliseo Grenet y su compañía de zarzuelas estuvo vinculado nuestro Eduardo Brito, quien mostró su arte vocal y dramático en los escenarios europeos en exitosas presentaciones donde Lamento Esclavo alcanzó sonoridades evocables que han quedado registradas en acetato, que todos los sábados Federico Polanco Piantini, mi primo y vecino en La Trinitaria, colocaba en su consola como ritual judío, mientras jugábamos Carabina. Entre golpes del cambumbo sobre la mesa, rodar de dados buscando la blanca o la Carabina negra, se filtraba la voz potente de Brito, que lo inundaba todo.

Hay un texto sobre Grenet que cayó en mis manos, que quiero compartir con los lectores. Es del gran Guillén, el Nicolás de Sóngoro Cosongo que conocí literariamente en Arte y Liberación en el despuntar libertario dominicano y personalmente en Chile en los 60, de manos de Neruda, su anfitrión. Aquél de la Canción para despertar a un negrito: "Coco, cacao,/ cacho, cachaza./ ¡Upa, mi negro,/ que el Sol abrasa!/ Negrazo venga/ con su negraza/ ¡Aire con aire,/ que el Sol abrasa!". El de esos versos mulatos que retratan "la composición étnica de Cuba, donde todos somos un poco níspero", que enseñaron a los de mi generación que eso también somos aquí. El que nos convocó en La canción del bongó: "Pero mi repique bronco,/pero mi profunda voz,/convoca al negro y al blanco,/que bailan el mismo son,/ cueripardos y almiprietos/más de sangre que de sol,/pues quien por fuera no es noche, /por dentro ya oscureció." Algo que demostró Javier Aiguabella en su documental Bailadores, que captura nuestra esencia mulata al bailar el son.

Un texto sentido, escrito a raíz de la muerte de Eliseo Grenet en 1950 por quien fuera su amigo y cuyos versos de Motivos de son, de por sí plenos de sonoridades, habían sido musicalizados por el afamado compositor. Aquel popularizado "en alas de sus canciones, tan criollas y, sobre todo, tan suyas", diría el poeta. "Grenet murió de un tirón, de un solo trago, sin dejarnos tiempo para verle y consolarle. Mejor ha sido así. Para el buen gusto de un artista, más aún de un bohemio como el fecundísimo autor de Mamá Inés.

"Eliseo Grenet tenía 57 años, pero fingía 40. Pequeña la talla, anchos hombros, corto el cuello, que sostenía una cabeza poderosa, de líneas fuertes y bien distribuidas, el físico del popular compositor ofrecía un aspecto sui generis. Una pulgada menos, y habría sido la catástrofe. Viéndole nos sentíamos inclinados siempre a concederle siquiera dos pulgadas más... Era hombre decidor, alegre, inteligente, simpático. Había nacido aquí mismo en La Habana, en 1893. A los nueve años empezó a despuntar, con una revista musical o cosa semejante titulada Geografía Física, que estrenó en cierta fiesta de su escuela. Poco después estaba ganando un dólar cada noche como pianista de un cine de barrio, La Caricatura, donde la Bertini moría dramáticamente de tuberculosis en los brazos inevitables de Gustavo Serena. ¡Con qué gracia solía contar el músico estas cosas!

"Sin alcanzar la enfermiza categoría de un "niño prodigio", pues de lo contrario no habría sino nunca el trabajador prodigioso que fue luego, Grenet dio muestras de una extraordinaria precocidad artística. Adolescente aún, dirigía la orquesta del célebre Politeama Habanero y echaba a volar sus primeras composiciones. ¿Quién no recuerda entre nosotros letra y música de Si muero en la carretera, no me pongan flores, Allá en la Siria hay una mora, Si me pides el pescao, te lo doy y tantas guarachas más, sustancia del folklore nacional en lo que son los treinta primeros años de República?

"En 1920 Grenet trabajaba junto a Arquímides Pous, en el apogeo del teatro "cubano", ese convencional tablado que no es cubano ni teatro, pero que desde la Colonia es lo único "vernáculo", lo único "criollo" que podemos ofrecer a los extranjeros, no solo en lo que hizo Pous (el mejor de todos, en realidad), sino en lo que hicieron y hacen todavía quienes creen que la vida cubana gira exclusivamente alrededor del gallego, la mulata y el negrito, en un enredo estúpido y falso, tan falso y estúpido como los mismos personajes. Esta es la época de los pregones en Grenet. El tamalero, El botellero, El aguacatero, etc., anduvieron entonces de boca en boca, con aquel éxito loco que lograba enseguida todo lo que salía de sus manos, de su inspiración.

"Recuerdo que cuando, unos años más tarde, en 1930, publiqué los Motivos de son, Grenet fue uno de los primeros en lanzarse sobre esos poemas. Surgieron así Negro bembón, Sóngoro cosongo, y otros más. Su hermano Neno, ya muerto también, se enredó con otros poemas míos -Quirino con su tres, Yambambó, Tu no sabe inglé-, los cuales por cierto tienen una jerarquía musical más seria, más liberada del ritmo puramente verbal o poemático dado por el autor del texto.

"De por aquellos días, hace ya veinte años, databa nuestra amistad. Nos veíamos con mucha frecuencia entonces. Luego él se fue hacia Europa, hacia España, dícese que urgido por la tiranía machadista a causa de un bolero titulado Lamento cubano, que todavía se canta: Oh, Cuba hermosa,/primorosa,/¿por qué sufres/tanto quebranto?/Oh, patria mía,/quién diría/ que tu cielo azul/ nublara el llanto...

"En España trabajó muchísimo y ganó muchísimo dinero, no solo con los derechos de Mamá Inés, que en la Península hizo furor, sino con zarzuelas como La virgen morena, libreto de Aurelio Riancho, la cual alcanzó más de mil representaciones. De España saltó a París. En el cabaret La Cueva dio a conocer la conga, que pegó de inmediato, ¡y de qué manera! Ahora estaba ocurriéndole algo semejante aquí en La Habana, pero con el sucusucu. ¿El sucusucu? Sí, señores. Si quieren oír su música ahí en Caracas tendrán que pedirle permiso a Miguel Otero Silva, que se llevó dos discos de La Habana hace muy pocos días. Aún faltan datos de esta novedad. Dícese que es un baile que viene del siglo pasado.

"Cuando Grenet visitó hace unos meses la Isla de Pinos dio con un ritmo que le llamó mucho la atención. Un amigo suyo, establecido en la Isla y que conoce aquellos andurriales como la palma de su mano, le explicó entonces que era una danza muy antigua entre el pueblo y que su nombre provenía del ruido especial que hacen los bailadores sobre el piso, al arrastrar rítmicamente los pies: sucu, sucu; sucu, sucu; sucu, sucu... Grenet trajo su descubrimiento a la capital, donde está siendo el hit del momento: Ya los majases no tienen cueva,/Felipe Blanco se la tapó,/se la tapó/se la tapó/ se la tapó/ que lo vide yo...

"Díjose, por cierto, al sobrevenir la muerte súbita de Grenet, que ella se había debido a un disgusto del compositor, porque la Comisión de Ética Radial le prohibió el sucusucu, por lo escabroso de la letra. Pero ya se sabe que eso no es verdad. Grenet cayó fulminado por un derrame cerebral sin causa externa alguna, el cual le hizo perder el conocimiento enseguida y lo llevó a la tumba unas horas después. Con él se nos ha ido un pedazo del folklore musical de Cuba, un compositor fresco y fácil, cuyo sentido «bachatero» del ritmo expresa una manera que siendo mulata (como en Anckermann y Moisés Simons) es profundamente criolla y nacional."

El maraquero, El marimbulero, El berlingonero, Yumurí, Tata Cuñengue, La conga, La comparsa de los congos, Facundo, Mersé, Muéveme tu cintura, Trago largo, Cuba de mi vida, Trinitaria, Novillero, Yo no tumbo caña "que la tumbe el viento/ que la tumbe Lola/ con su movimiento". Son sólo algunos de los títulos de las piezas que Grenet compuso, con perceptiva antropológica, para llenarnos el alma de sones antillanos. Para recordarnos, ya en el regazo de la madre enternecida o de la nana hacendosa, que "si tu drume/ yo te traigo un mamey/ muy colorao/ Y si no drume/ yo te traigo un babalao/ que da pau-pau".

Grenet murió de un

tirón, de un solo trago,

sin dejarnos tiempo para

verle y consolarle. Mejor

ha sido así. Para el buen

gusto de un artista, más

aún de un bohemio

como el fecundísimo

autor de Mamá Inés.