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¿Ha comenzado la nueva normalidad?

En el mundo se siente un ambiente telúrico que se entiende extraño y que muchos parecen estar ignorando. La nueva normalidad que se ha mencionado tanto con respecto a la COVID-19, parece que va a incluir a un ámbito que no se había tomado en cuenta en los pronósticos de los expertos: la política.

Pero, el coronavirus muestra también otros rostros de espanto desde ángulos distintos a los de la política y que guardan relación con la pandemia: pueblos enteros destrozados en sus cimientos humanos, económicos y hasta espirituales a causa de brotes y rebrotes sin término; o naciones y regiones que comienzan a ver diezmadas sus propias posibilidades de ayuda a su población.

En Francia, según The New York Times, millares de jóvenes están sufriendo los rigores del hambre que, tal vez, nunca antes conocieron. No tienen recursos ni empleos, y por tanto no saben cómo adquirir sus alimentos para sobrevivir. Se trata de jóvenes entre los 18 y 26 años que han debido recurrir al consumo de una sola comida al día, escasa y limitada. Algunos fueron expulsados de sus trabajos, otros se mantenían con el dinero que mensualmente les enviaban sus padres que, a su vez, también fueron despedidos de sus empleos. El drama impresiona porque se trata de una nación en la cual no podíamos pensar que iba a suceder una hambruna, real y concreta, como la que pueda darse en uno cualquiera de los países carenciados. Algunos analistas consideran que la inseguridad alimentaria seguirá en aumento en esa franja poblacional. El presidente Emmanuel Macron hace esfuerzos para que, por un euro, los estudiantes puedan almorzar en las propias universidades donde estudian y que durante la pandemia sólo ofrecen clases virtuales. De forma espontánea, grupos ciudadanos han creado bancos de alimentos donde los jóvenes puedan adquirir libremente los alimentos que necesitan, sin costo alguno. Pero, este apoyo es pasajero, no se vislumbra que pueda sostenerse por mucho tiempo. Largas colas muestran esa insólita realidad. No son pocos los que, al llegar al punto de adquisición de los fomentos, ya no encuentran nada porque la ayuda no da para tantos. En Francia hay sectores militares que, por otras razones, han advertido la ocurrencia de una guerra civil.

Argentina vive momentos de limitaciones alimentarias. Los rebrotes del virus han sido más devastadores que la primera ola. Y productos que son imprescindibles en la mesa diaria de esa nación, han comenzado a escasear. En Venezuela, hay regiones enteras donde el hambre acosa. En comunidades indígenas, donde ha dejado de llegar el agua potable, no hay atenciones médicas y el alimento es difícil de adquirir, una madre, rodeada de un esposo sin empleo ni medios para solventar el hambre, y de hijos famélicos y sin esperanza, declara a los periodistas: “Aquí no hay nada, solo una muerte lenta”. En la India, el panorama tiene visos de hecatombe. La Covid no da espacio a más nada: 300 mil contagios diarios, el récord mayor de la pandemia mundial. Los crematorios no son suficientes para enterrar a las víctimas. Los fuegos allí nunca se apagan. Unida al hambre y el hacinamiento ancestral de su 1.4 mil millones de habitantes, India parece vivir uno de sus momentos históricos más trágicos. La descentralización gubernamental –cada Estado tiene sus normas- impide conocer las verdaderas cifras de la muerte. En el país donde se produce la mayor cantidad de vacunas para la Covid que circula por el mundo, hay una escasez interna y menos de un 10% de la población ha recibido la primera dosis. ¿Cuántos países más comenzarán en breve, si no están viviendo ya sus propias zozobras, su drama de hambre y sed?

La política, por otra parte, es sacudida en la pandemia por otras características. Es como si el virus mismo hubiese creado nuevas expresiones inesperadas dentro de este campo. España acaba de vivir una experiencia electoral que sorprende al mundo. El Partido Popular que, desde 1995, gobierna Madrid, salió reforzado en las elecciones regionales de la semana pasada con más del doble de votantes de la anterior contienda. Y el PSOE sufrió una derrota fulminante y hasta en municipios de tradición socialista se vieron muy mermadas sus simpatías. Otras formaciones con menos arraigo lograron más votos que el partido gobernante. Ha ocurrido algo que muchos no hubiesen creído posible en años y, tal vez, décadas atrás: la confrontación entre comunismo y anticomunismo. Lo que planteó Isabel Ayuso, presidenta de la comunidad madrileña y gran ganadora de este certamen, fue precisamente ese tema de confrontación: libertad o comunismo. ¿Puede entenderse esto a estas alturas del juego? Pues, sí. Ha ocurrido. El PP ha sido el más votado en todos los municipios de la Comunidad de Madrid, salvo en dos (en Fuenlabrada, bastión socialista, el PSOE apenas ganó con 500 votos más que sus contrarios), y ha triunfado en los veintiún distritos de la capital española. El partido ultraderechista Vox también fue favorecido con una sustanciosa votación. Junto al PSOE de Pedro Sánchez, ha sido derrotado Unidas Podemos de Pablo Iglesias. Como en anterior elección pasó con Albert Rivera y su partido Ciudadanos, Pablo Iglesias ha renunciado al ejercicio político. Van dos de los líderes jóvenes con posibilidades, obligados a replegarse. La salida del escenario de Pablo Iglesias –cuya unión de su partido Podemos con el PSOE a cambio de una vicepresidencia, no fue rentable para ambos- crea un fenómeno que parecía no avizorarse meses atrás. El líder con coleta dividió a su partido cuando obligó a salir de su formación a Íñigo Errejón, cofundador de la misma; desarraigó a su partido; no le construyó una estructura formal y el resultado ha sido su salida del gobierno y de la política.

Perú se bambolea entre dos candidatos que renquean. Un extremista de izquierda, Pedro Castillo, que algunos analistas consideran que tiene una propuesta “absoluta y ciega”, y la hija mayor del último hombre fuerte de ese país, representante del fujimorismo corrupto y antidemocrático. Keiko Fujimori tiene un 55% de rechazo social, pero ha alineado a su favor, por el temor que genera en determinados sectores el radicalismo de izquierda, a personalidades como Mario Vargas Llosa, quizá el enemigo de mayor dimensión de Alberto Fujimori. Pareciera como si todavía estuviese sin respuesta la pregunta que Zavalita se hace en el inicio de La guerra del fin del mundo del premio Nobel peruano: ¿Cuándo se jodió el Perú?

Colombia está ardiendo por los cuatro costados. En principio, una ley tributaria que llevó a las calles a la gente. El proyecto fue dejado de lado por el presidente Duque ante las protestas. Pero, todavía no hay respuestas definitivas al conflicto, y es obvio que Duque se enfrenta a serios desafíos en los días que corren. Se dice que las protestas en Cali, que continúan, podríaN arrastrar a todo el país. El Salvador ha vivido momentos de temor con la decisión de su presidente Nayib Bukele de hacer cambios en la administración de justicia. El resultado ha sido condenas de Estados Unidos y protestas de diversos sectores. Desafiante, como siempre ha mostrado ser, llamó a reunión a los representantes diplomáticos con quórum total, salvo la ausencia del encargado de negocios de Estados Unidos (no hay nuevo embajador aún desde el ascenso de Joe Biden). Su exposición pareció ser contundente y casi irrefutable. Bukele parece estar bien dotado para la controversia y tener bien claros sus objetivos. Guillermo Lasso es el nuevo presidente electo de Ecuador, en el balotaje del pasado 11 de abril, venciendo al candidato del correísmo Andrés Arauz, con un 4.72% por encima. Ese país, agobiado por una temperatura política que ha estado ardiendo durante toda la presidencia de Lenín Moreno, y que tiene al ex mandatario Rafael Correa huyéndole a una solicitud de apresamiento hecha por el gobierno a la Interpol, le espera un tiempo de complicado ambiente general. Muchos no se han detenido a observar que con Lasso vuelve a la vigencia política el socialcristianismo, una propuesta ideológica que había caído en desuso después de años de gloria en Chile, Venezuela, Italia y otras partes del mundo. No hablemos de Brasil, la extrema explosión de la bizarría. No se puede predecir su destino inmediato.

El mundo ha entrado en una nueva normalidad, donde la política y los nuevos grados del hambre y el desempleo habrán de marcar las pautas de los meses que siguen. Esa nueva normalidad tiene signos y características todavía incompletas. No es sólo la tecnología, la virtualidad, los cambios de conducta, de trabajo, de ventas, de economía. Hay otras aristas que seguirán sorprendiéndonos. Falta mucho por ver.

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José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.