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Hay caprichos de amor que una dama no debe tener

Ella nunca llegó a comprender el fondo por el que había pasado y nerviosa, fumando como una poseída, repasaba una y otra vez el tiempo que permaneció encerrada en su despacho. Hora a hora, día a día, dando lo mejor de sí, cuidando detalles, quería tomar decisiones que les eran imposibles. ¡Fíjate, que exhibirse en público con un amante mucho más joven que ella, y estando casada, la cancelaron de su puesto!

“Hay caprichos de amor que una dama no debe tener...! Así dice la canción de Joaquín Sabina. Y usted, señora mía, brillante funcionaria ejecutiva, transgredió una regla de oro en la que su esposo metió su fuerza. Es cierto que a los hombres se les permite enamorarse aun estén casados y aun sean abuelos, pero usted se permitió entrar en un círculo sagrado y ahora no debe buscarle otro origen a su cancelación. Tuvo la “debilidad” no solo de enamorarse, sino también de abrir las piernas y que muchos lo supieran. Y ahora tiene la fama de que su pecado la deshonra y la convierte en una cualquiera. Habrá más de un hombre que le solicite sus “favores”.

Y no me pregunte por qué a los ejecutivos se les “aplaude” tener esposa, “queridas”, amantes y “novias”. No lo sé. Solo sé que todavía a las mujeres se les impide amar y amar, de aquí para allá y de allá para acá a otro hombre aun estando casada, y soltera también. ¿Será machismo? ¡Vaya usted a saber! Por eso, mi querida señora, aunque guardara toda la discreción posible, los “dioses” tienen sus mensajeros, sus confidentes y sus espías especializados. A las mujeres mitológicas consagradas a cuidar los templos con el fuego sagrado arropándolas, pero que no las quemaba, solo se les permitía ser amadas.

Arrodíllese ante los dioses. El pecado capital se paga con el destierro. Al templo solo se entra con la calidad de Vesta, la diosa inmaculada e intocable. Y recuerde que “hay caprichos que una dama uno debe tener...”(Esto fue cierto, le pasó a una conocida)