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Hecho en RD

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Hecho en RD

Recientemente una gerente de zona franca de Santiago, cuya empresa se dedica al ramo del tabaco, comentaba la experiencia exitosa de este sector que antes se limitaba a exportar tabaco en rama y hoy lidera los mercados de cigarros Premium en Estados Unidos y otros países en el mundo. Sabiamente, la joven ejecutiva se preguntaba por qué no podíamos replicar este modelo de transformación productiva con nuestro cacao, que hoy goza de creciente prestigio en los mercados más exigentes del primer mundo. Y de este modo, en lugar de sólo exportar el grano de cacao, agregarle valor a esta apreciada materia prima en forma de chocolate fino de clase mundial, cocoa, licor y manteca de cacao. Modificando progresivamente la actual ecuación, ya que apenas el 3% del valor de nuestras exportaciones cacaoteras corresponde a bienes industrializados.

Las exportaciones totales de bienes ascendieron en 2019 a US$11,423 millones. De los productos de origen agrícola, los cigarros lideran hace tiempo multiplicando por 8 el aporte que realiza la otrora fundamental industria azucarera que todavía sobrevive. Secundados por nuestra provechosa almendra que provee energía placentera a millones de consumidores de batidas de cocoa, chocolatines, bombones artesanales, barras familiares de chocolate de mesa para preparar una taza caliente, licores digestivos y suave textura, a modo de base de protector labial, para evitar las grietas de la deshidratación.

Nuestras ventas de cacao al exterior han estado promediando en los últimos años unos 190 millones de dólares, siendo 2015 un año de colocación récord con unos 250 millones. En 2018 se estiman en 205 millones. El país se ha posicionado en un ventajoso primer rango en el nicho cada vez más cotizado del cacao orgánico certificado, ubicándose como noveno suplidor en el mercado global de cacao.

Conforme un perfil de mercado preparado por CEI-RD, con datos 2017/2018, Costa de Marfil encabeza por mucho la producción de cacao con más de 2 millones de toneladas y ventas por exportación de 3 mil 258 millones de dólares, representando el 34% del valor transado. Le siguen Ghana, Indonesia, Nigeria, Camerún, que completan los 5 primeros lugares en el renglón de producción. Sin embargo, estos puestos no se corresponden necesariamente con los que ocupan en las exportaciones. Mientras Ghana sí se sitúa en 2do lugar con el 25% del valor exportado, el orden se altera a partir de esta posición. Así, el 3er rango toca a Ecuador, que se ubica en la séptima posición como productor, alcanzando el 7% del valor del cacao exportado.

El 4to, en este orden, lo representan los Países Bajos, que no producen esta materia prima proveniente de las zonas tropicales y subtropicales, pero que sí juega un rol destacado en su compra y venta a nivel internacional, algo similar a lo que sucede con Bélgica, el 6to en este listado. Ambos con el 6.5% y el 5.1%, respectivamente. Retornando al África, Camerún es el 5to en valor generado en el mercado mundial de cacao, con el 5.3%.

Los países latinoamericanos llenamos los 5 últimos rangos en la lista de productores mundiales. Comenzando por Brasil –no en balde Jorge Amado, gloria de las letras brasileiras, escribió su novela Cacao, publicada en 1933, que narra la vida azarosa de los trabajadores de una fazenda dedicada a este cultivo-, siguiendo por Ecuador -considerado uno de los mejores productores de cacao fino de aroma, altamente cotizado y empleado en la alta chocolatería. Más Perú, República Dominicana y Colombia.

En este fabuloso mercado, los Países Bajos han tomado ventaja estratégica, importando el 27% del grano que se negocia, situándose Alemania detrás (12%), luego Estados Unidos (10%), Malasia (8%) y Bélgica (6%). Tras ellos, Indonesia, Francia, Reino Unido, Italia y España, para completar los 10 principales compradores.

Nuestra apetecida almendra viaja hacia los siguientes destinos, conforme datos del 2018. Los Países Bajos, 23%, USA, 22%, Bélgica 22%, Italia, 8.6%, España, 5.1%, México, 4.2%, Indonesia, 4.1%, Japón, 3% e India, 2.6%.

Tenemos unos mercados potenciales para el crecimiento de nuestras exportaciones de cacao en países a los cuales les estamos supliendo esta materia prima, pero aun con baja participación porcentual entre sus proveedores principales. Son los casos señeros de los Países Bajos, con franqueo arancelario 0, con una provisión de apenas 1.4% del total comprado, frente al 42% de Costa de Marfil, el 14% de Nigeria y el 12% de Ghana. USA, con el 3.6%, versus 63% Costa de Marfil, 16% Ghana y 11% Ecuador. Suplimos a Alemania a nivel de 0.8%, mientras Costa de Marfil participa con 36%, y Bélgica y Países Bajos le suministran el 31%. El Bélgica, afamada por su chocolatería de altos vuelos gastronómicos, nos compra el 4% de sus necesidades del grano y Malasia, el 0.4%.

La interrogante de la gerente santiaguera resulta pertinente a la luz de los reiterados pronunciamientos de las autoridades, el empresariado y los organismos internacionales, en orden a la necesidad de diversificar e incrementar nuestras exportaciones de bienes.

Desde finales del siglo XIX e inicios del XX, las mejores plumas de la intelectualidad pensante de los problemas económicos del país y sus alternativas de desarrollo, han expuesto enfoques orientados a aprovechar nuestras ventajas comparativas en el marco del comercio internacional. El Receptor General de Aduanas William Pulliam, ponderó en 1923 las bondades de nuestro cacao y las ventajas de la cercanía con un mercado mayúsculo y golosamente glotón como el norteamericano, bajo cuyo imán imperial orbitamos.

Cuando quien suscribe estas notas llegó a Chile en 1966, residiendo allí hasta 1971, encontró que su economía se caracterizaba por ser “cerrada”, con fuertes barreras arancelarias que incluían la prohibición de importación de bienes finales a fin de fomentar la industria nacional. Era el perfecto modelo estudiado por la CEPAL de crecimiento hacia adentro. Sus exportaciones se restringían a la minería del cobre y el carbón, sujetas a los vaivenes constantes de los precios de los commodities. Sin embargo, en Chile se producían excelentes frutas (uvas, manzanas, duraznos, fresas, cerezas), pescados y mariscos, así como acreditados vinos de verdadera cata, destinados exclusivamente al consumo interno de los festejantes chilenos.

El denominado “milagro chileno”, que transformó ese país en una economía exportadora, consistió básicamente en potenciar estos renglones productivos tradicionales que se hallaban atrapados en el marco de un modelo ineficiente, convirtiéndolos en plataformas exportadoras competitivas. Para lo cual el ente Pro Chile, establecido como una alianza público privada, jugó un rol articulador interno entre las empresas con vocación exportadora y la promoción internacional en los mercados de la oferta exportable chilena, a través de oficinas comerciales que aprovecharon la red oficial del servicio exterior (embajadas y consulados). Una experiencia tomada ahora como referencia por el CEI-RD para el lanzamiento del promisorio proyecto Pro Dominicana.

Para esos años 60 quien suscribe llegó a Chile provisto con sendos litros de Brugal Añejo, una caja de cigarros La Aurora y dos cartones de cigarrillos de tabaco negro Apolo, de las vegas del Cibao, así como algunos LP de merengues. Y por supuesto, hablaba a los interlocutores chilenos de las bondades de las playas. Nada de eso exportábamos. Hoy Chile es uno de nuestros mercados en rones añejos y cigarros Premium, su gente consume alegremente la música de Juan Luis Guerra y otros exponentes del merengue y la bachata, mientras un creciente flujo de sus nacionales disfruta de la hospitalidad en nuestros resorts de playa todo incluido.

A medio siglo de distancia, la economía de ambos países ha cambiado su matriz exportadora. Chile es la quinta o sexta economía de América Latina y el Caribe, con un PIB nominal que ronda US$294 mil millones (2019), con exportaciones que representan el 31% del mismo, siendo China (24%), USA (20%), Japón (10%), Brasil (6%) y Corea del Sur (6%) sus principales destinos. Es el mayor productor mundial de cobre, litio y yodo, representando la minería el 60% en el valor de sus exportaciones, mientras que la industria suple el 32% de las mismas, seguida por un dinámico sector agrícola.

En este orden es líder en exportaciones de uvas frescas, manzanas, arándanos, ciruelas, salmones y truchas salmonadas. Y sus vinos encabezaron, a fuerza de una atractiva relación calidad/precio y buenas estrategias de marketing, la conquista de los mercados mundiales desde las economías del Sur. Una ruta que hoy siguen países como Argentina, Australia y Sudáfrica, todos ubicados en el ranking de los 10 top.

La dominicana es la novena economía de América Latina y el Caribe, con un PIB nominal de US$88,413 millones, conforme datos del FMI. Según Perfiles Comerciales 2017 de la OMC, en 2015 exportamos bienes manufacturados (51%), productos agrícolas (22%), productos mineros (2%), y otros renglones (25%), cuyos destinos fueron Estados Unidos (53.6%), Haití (12.1%), Unión Europea (8.4%), Canadá (8.4%), India (6.7%), otros países (10.8%).

Nuestra matriz exportadora se ha diversificado. Ya no somos la economía del postre (azúcar, café, cacao, tabaco). Junto a la minería (ferroníquel, oro y plata), han surgido sectores como el turismo con su efecto multiplicador en los encadenamientos productivos. Las zonas francas se han reciclado, agregando a la confección de ropa y a la manufactura de upper de calzado, equipos médicos, interruptores eléctricos, elaboración de cigarros, servicios de data, entre otros renglones.

Materiales de construcción (varillas, tubería de PVC, cemento, pintura), productos de belleza, envases plásticos, vegetales frescos, ron añejo y cerveza, fármacos, alimentos industrializados, son algunos renglones, a guisa de ejemplo, de una amplia gama de bienes de exportación que hoy nos abren ventanas hacia los mercados. Pero como bien decía un apreciado dirigente político en sus peroratas: aún falta mucho por hacer.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.