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Hoteles Pioneros

En la historia de la hospedería en el país el rol de los extranjeros ha sido fundamental. Las noticias de finales del siglo XIX indican que franceses, italianos, alemanes, puertorriqueños, fueron pioneros en la operación de establecimientos de hospedaje. En los inicios del s. XX, el panorama que pintaba la prensa, conforme a la colocación publicitaria, era el siguiente.

En 1910 operaba en Santiago el Hotel Rainieri (antiguo Hotel Central), promovido en un anuncio como “UNICO HOTEL DE PRIMERA CLASE EN ESTA CIUDAD”. Propiedad del empresario italiano Isidoro Rainieri, el aviso lo calificaba como “el más importante de la República”. Los fundamentos de tan rotundo aserto: “Edificio construido expresamente. Cerca del Parque Central y del Comercio. Cocina de primer orden. Especialidad para banquetes. Sala de cien cubiertos. Servicio de timbres y plumas de agua en todas las habitaciones. Baños de ducha. Usa water closet para más aseo.”

Todos elementos destacables, en especial los referidos a las habitaciones equipadas con instalaciones modernas que hacían más confortable la estancia de los huéspedes. Como los timbres para llamar al room service, los lavabos individuales con agua corriente, baños con duchas e inodoros. Jalones de modernización indiscutibles que hoy vemos como algo común en el equipamiento de la vivienda, pero que entonces eran verdaderas innovaciones.

Recorriendo unos 72 km vía el Ferrocarril Central Dominicano inaugurado en 1897, al llegar a Puerto Plata el viajero disponía de alojamiento garantizado acudiendo al Gran Hotel del Comercio, ubicado frente al Parque Independencia. Allí la oferta de hospedaje remarcaba: “Baños de ducha. Habitaciones cómodas y ventiladas. Departamentos especiales para familias. Cocina de primer orden”. Añadiendo que “en este gran hotel de que es propietaria la culta señora Blanca de Rainieri, encontrará el viajero toda clase de comodidades y el mayor aseo y esmero en el servicio. Visitad este hotel y os convenceréis. Este hotel usa water closet para más aseo”.

Esta laboriosa pareja de emprendedores italianos –cuya historia ha sido reseñada por sus descendientes Graciela Thomén Ginebra y Ma. Filomena Barletta-, formada por Isidoro Rainieri (1857-1912), natural de San Secondo Parmese, Parma, y Bianca Franceschini (1875-1946), oriunda de Bolonia, arribó a Puerto Plata en 1898, integrando así el contado núcleo de pioneros de la industria hotelera en el país. Prohijando una descendencia visionaria, al ser los abuelos paternos de Frank Rainieri, desarrollador clave del formidable destino turístico Punta Cana. Con el concurso de Fernando, Haydee, sus hijos y asociados.

Para la misma época, la prensa destacaba los “Grandes Hoteles de Schiffino Hermanos”, otros inmigrantes italianos. Se trataba de una red de propiedades que comprendían el Hotel Europa, calle Comercio, Puerto Plata. Hotel Garibaldi, calle Sol, Santiago. Hotel Italia, frente a la Estación del Ferrocarril, La Vega. Hotel Marconi, frente a la Estación del Ferrocarril, Moca. O sea, que uno podía viajar por el circuito ferroviario de las principales ciudades del Cibao bajo la cobertura hospitalaria de los hermanos Schiffino.

En su sugestiva publicidad, dichos empresarios presentaban sus locales como los “Únicos Hoteles de Primera Clase. Tienen baños de ducha. Habitaciones espaciosas, claras y ventiladas. Servicio esmerado. Salones para muestrarios para los comisionistas. Caballerizas y servicios de coches y botes propios. Usan Water Closet. También cuentan, además, estos establecimientos con grandes depósitos de HIELO. Cocina de primer orden; especialidad para banquetes.”

Con esta descripción de sus facilidades, los Schiffino resaltaban algunos elementos no consignados por los Rainieri en la presentación de su oferta. Como los salones para muestrarios de los viajantes de negocios o comisionistas. Servicios de transporte –caballos, coches y botes propios. Y el apreciado hielo que llevaron los gitanos al Macondo de García Márquez, un verdadero adelanto civilizatorio apreciado con mayor intensidad en una isla tropical, húmeda y calurosa, como la nuestra.

Para los que dudaban de que tanta belleza fuera vera, los fratelli Schiffino le extendían un reto: “Visitad estos Hoteles y os convenceréis de que es cierto lo que se anuncia.” Nada de publicidad engañosa o fake news.

Desde Macorís del Mar –como le llamaba Pedro Mir- se publicaba un anuncio del Gran Hotel Inglaterra, ubicado frente al Parque Salvador. La promoción resaltaba “habitaciones espaciosas y frescas que cuentan con una pluma de agua y un timbre eléctrico. Lujosos baños de ducha, inodoros montados con toda la higiene y cómodos salones para los muestrarios de los señores comisionistas. Se habla español, inglés, francés e italiano”.

Su propietario era otro empresario venido de la tierra del Dante, el señor José Oliva Currari, quien aparecía en el directorio comercial de la urbe azucarera en el ramo de joyería, con la razón social Oliva, Del Giudice, Prota. Fundador del Cuerpo de Bomberos de San Pedro, lo fue también en 1928 en la capital, dirigiéndolo, asentándose en esta plaza en el ramo de armería. Natural de Santa Domenica Talao, Cosenza, nació en 1870, conforme cápsula de Julio González. Llegó al país tras vivir en Cuba y Venezuela, casando con Elisa García.

De este modo, los italianos Rainieri, Schiffino y Oliva figuraban a la vanguardia del negocio de la hospitalidad en el país a inicios del siglo XX, si nos atenemos a la colocación publicitaria de sus ofertas en la prensa.

En 1906 el Directorio de Enrique Deschamps publicaba un anuncio del “Gran Hotel Restaurante Ambos Mundos” de José Díaz. Con un amplio abanico de servicios. “Café, dulcería, repostería y pastelería. Helados a todas horas del día. Refrescos de todas clases. Soda. Constante y variado surtido de conservas alimenticias, membrillos, mazapanes, etc. Existencia de licores de todas clases. Ventiladas y espaciosas habitaciones perfectamente amuebladas. Se sirven comidas a la carta y a domicilio.”

Ubicado en la capital, en Separación 17 (El Conde), el texto sugiere una remodelación y un cierre temporal. “Habiendo hecho importantes mejoras en el establecimiento, lo ofrecen nuevamente al público en general.”

En 1910, en una solicitud de reclasificación de patente elevada al Ayuntamiento, R. (Ramón) Martínez Llauger firmaba como su dueño. Tres años luego, la oferta de sus servicios destacaba: “Cómodas y aseadas habitaciones. Excelente comida y precios módicos. Baños de duchas. Salón especial para banquetes. Todo reformado a la moderna.” Ubicado frente al Parque Colón. Meses después, se reiteraba la propuesta del “Gran Hotel y Restaurant Ambos Mundos.

“Para que un Hotel sea bueno para la vida, necesita estar en condiciones higiénicas como está este hoy. Las habitaciones ventiladas, limpias y cómodas de este Hotel, lo hace uno de los más apropiados para la vida moderna. Cuenta con un personal idóneo que deja satisfecho a todos los gustos. Todas las habitaciones tienen su lavabo de porcelana con agua corriente.”

Para la época, una de las principales opciones de hospedaje en Santo Domingo era el Hotel Francais, propiedad de A. Bona y G. Gazón, con teléfono No.43, apartado No.8, y dirección telegráfica GAZON SANTO DOMINGO CITY. Se promovía con un perfil familiar en la prensa: “Excelentes Habitaciones para Familia”. E insistía en una seña idiomática común en la hotelería de entonces: “English spoken –Se parla italiano”. Situado justo en la esquina Mercedes con Meriño, donde hoy opera el Hotel Francés.

Sus dueños eran el empresario galo George Louis Gazón y su esposa A. Bona, padres del arquitecto Henry Gazón Bona, quien realizaría importantes obras durante la Era de Trujillo. Gazón padre actuaría como promotor al urbanizar una franja de terreno en San Carlos, comprendiendo la Avenida Francia, donde su hijo Henry levantaría la famosísima Casa Vapor como su residencia.

Tanto en 1914 como en 1917 aparecían en la prensa anuncios clasificados de este establecimiento hotelero bajo operación de los referidos propietarios, reiterando las especificaciones citadas. En 1914 se publicitaba también en Santo Domingo el Hotel Shang Hai, sito en la Arzobispo Meriño No.57. Promovido como “Establecimiento de primera clase. Propio para comisionistas. English Spoken.”

Asimismo se anunciaba el Hotel Hispano-Americano, cuyos propietarios se identificaban como Arbos y Cunill, con dirección telegráfica GIACOMONI, una traza claramente italiana. En operación en la plaza de San Pedro de Macorís, sus anunciantes indicaban que “este establecimiento de primera clase está situado al frente al parque Salvador”. Repitiendo la clave políglota con evidentes yerros idiomáticos de grafía: “Inglish Spoken –Si parla italiano”.

Una década después, en 1923, ocupaba espacios publicitarios el Hotel Palace, propiedad de Martínez Llauger, sito en la calle San Francisco No.31 de Santo Domingo. “Hotel de primera categoría, con capacidad para 100 personas. Habitaciones exteriores con baños privados. Instalación sanitaria y eléctrica. Se hablan todos los idiomas. Habitaciones desde $1.50 hasta $6.00 diarios. Amplia terraza con vista al mar.”

Otro que hacía uso del recurso promocional por la prensa era el Hotel Colón, que para el “Día de Navidad” ofrecía a sus clientes una “Cena de Noche Buena” consistente en el siguiente suculento menú: “Lechón asado- Pavo al horno- Pasteles de Nochebuena- Hallacas venezolanas- Pollo relleno- Turcos- Arroz con Pollo- Ensalada Rusa- Frutas Frías- Dulces- Café Negrito”. Todo ello por tan solo $2.00 el cubierto.

Para entonces, en paralelo a la oferta especial navideña del Colón, el Hotel Plaza hacía lo propio. Anunciaba “Lo que se prepara para Noche Buena: Lechón asado- Pavo Relleno- Pavo Asado- Pollo Asado- Pasteles Varios”.

Proyectos pioneros de nuestra “industria sin chimenea”.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.