José Francisco Peña Gómez
Mi amigo de siempre, lo guardo en mi corazón. Sé que está en la sublime presencia de los dominicanos porque era un hombre correcto, educado, simpático y encabezó muchos trabajos en el Partido Revolucionario Dominicano. Hasta los extranjeros lo admiraban. Se nos ha ido porque Dios lo llamó y eso dejó en mí un llanto enorme. No hicimos amigos, aunque ya lo conocía, en casa de Milagros Ortiz, y con él aprendí, noche tras noche, mucho de la política y lo que deseaba hacer con su partido. La primera vez que nos vimos, yo estaba en casa de Milagros porque éramos vecinas y como se iba la luz cada noche y en diferentes lugares, yo en su casa o ella en la mía... Peña Gómez iba cada noche y una de esas noches que coincidimos, traté de irme para dejar que ellos conversaran de sus cosas, y al despedirme él me dijo que me quedara y así nos vimos noche tras noche, y una vez me dijo que cuando él fuera a España me llevaría a conocer al presidente Felipe González, porque yo quería conocerlo por admiración.
Así era ese amigo conmigo: respetuoso, alegre, maestro de política, y perdonó siempre las grandes ofensas que se hacían en su contra. Muchas eran por su color negro y porque sabían que gobernaría nuestro país como nadie lo había hecho. Y pienso ahora, al ver su partido, por el que tanto luchó, dividido y a los pies de otro, que se moverá en su tumba y sus lindos ojos se llenarán de amargura al ver lo que un pedazo de fulanos ha partido. Tú debes saber que he ido a hablar contigo al cementerio, pero no cuando van muchos fulanos. Y sé que Dios te tiene a su lado y conversan de lo que pasa en República Dominicana y en el resto del mundo. Te mando abrazos y besos, amigo querido.