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La caída de Hérard

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La caída de Hérard
Los dominicanos conocen bien cómo se rompió la alianza antiboyerista dominico-haitiana a raíz de las elecciones municipales que se celebraron en toda la isla en junio de 1843.

Los independentistas dominicanos ganaron esas elecciones y, en medio del entusiasmo, se dedicaron a deponer a los comandantes militares haitianos en los pueblos del interior, en tanto que muchos hablaban abiertamente de que el próximo paso sería la separación de Haití.

La conspiración trinitaria fue pronto denunciada a las autoridades de Puerto Príncipe por dominicanos afrancesados y pro-haitianos, convirtiendo en certidumbre un rumor que circulaba en aquella ciudad por lo menos desde marzo de ese año, coincidiendo con la caída de Boyer.

Las denuncias de que existía una conspiración separatista en la parte del Este movieron al "Jefe de Ejecución de la Voluntad del Pueblo", Charles Rivière Hérard, a organizar una imponente fuerza militar para visitar la parte oriental de la isla y reprimir el movimiento independentista.

Los dominicanos conocen la rapidez con que Hérard detuvo el movimiento trinitario haciendo prisioneros a los líderes más visibles y enviándolos a prisión en Puerto Príncipe, entre julio y agosto de 1843, mientras el jefe de los trinitarios, Juan Pablo Duarte, tenía que salir al exilio.

Para entonces, ya Hérard estaba perdiendo simpatías en la parte occidental de la isla y su ausencia creó un vacío de poder que fue aprovechado por el partido boyerista para recomponer sus cuadros políticos, en desbandada desde marzo de ese año.

Los enemigos de Hérard lo acusaban públicamente de incapaz, vanidoso e ignorante. Sus discursos grandilocuentes, escritos por su colaborador David Saint-Preux, no le favorecían mucho, pues él no los leía bien y lo hacían lucir vano y ridículo, tanto ante la oposición como ante su propia clase, los mulatos del Sur.

Hérard mismo contribuyó a reforzar la oposición a su régimen durante su estadía en la parte dominicana, pues estando en Santo Domingo, el 27 de julio, lanzó una larga proclama dirigida a los "ciudadanos, hermanos y amigos" de la parte del Este en la cual los llamó a la unidad con Haití diciéndoles, entre otras muchas cosas, que "somos todos haitianos" y que debían volver a la unidad con Haití que los había liberado de "las cadenas de la esclavitud".

Hérard utilizó esa proclama para describir lo que serían los principios políticos de la nueva Constitución que el gobierno provisional planeaba redactar a través de una Asamblea Constituyente. Como esos principios estaban tan detallados, su proclama fue interpretada por la Oposición como un borrador del futuro texto constitucional, y los boyeristas comenzaron a acusar a Hérard de tratar de imponerles autoritariamente una carta magna hecha unilateralmente sin esperar a que la Asamblea Constituyente estuviese reunida.

De manera que, a su regreso, Hérard encontró la capital del país en medio de un intenso revuelo político. El mismo reconoció, y así se lo confesó al cónsul francés en una ocasión, que su capacidad de maniobra se había estrechado visiblemente, pues hasta sus antiguos partidarios ahora estaban cambiando de opinión con respecto a él y lo acusaban de ser un dictador que no quería respetar la voluntad popular y que se resistía a aceptar las iniciativas "democráticas" de los llamados comités municipales, particularmente, el de Puerto Príncipe.

Con todo, Hérard logró sobrevivir a la crisis política detonada por la celebración de la Asamblea Constituyente, entre el 15 de septiembre y el 31 de diciembre de 1843, y alcanzó a ser nombrado Presidente constitucional.

Pero el nuevo año de 1844 lo esperó con varias sorpresas. La primera de ellas fue la declaración de independencia de los dominicanos el 27 de febrero y la constitución de una Junta Gubernativa separatista al día siguiente con la consecuente prisión y deportación de los comandantes y burócratas haitianos de Santo Domingo, así como la cadena de adhesiones a la independencia en el resto del país durante los días siguientes.

Al recibirse la noticia en Puerto Príncipe de la secesión de la parte de Este, el presidente Hérard solicitó a la Asamblea Nacional la movilización de la Guardia Nacional y pidió autorización para organizar una nueva expedición hacia la parte dominicana para abortar este movimiento.

Dice el historiador Thomas Madiou que la juventud de Puerto Príncipe se reunió bajo la bandera de la guardia nacional con verdadero entusiasmo y con "espíritu unánime para combatir una separación que, según ella, debía traer, tarde o temprano, la ruina de la independencia de Haití y la dominación de los blancos; ella [la juventud] se mostraba indignada contra los dominicanos que querían otorgar a los hombres de todas las razas, de todos los colores, el derecho de naturalizarse en la nueva República". Sobre el origen de este pasaje de Madiou hablaremos en otra ocasión.

Gracias a la indignación inicial, Hérard logró movilizar un gran ejército que dividió en tres columnas. Los dominicanos conocen desde sus años escolares la historia de los primeros enfrentamientos de las armas haitianas con las improvisadas fuerzas armadas dominicanas. Estos tempranos combates culminaron con las batallas de Azua y Santiago, el 19 y el 30 de marzo, respectivamente.

Sabemos que en Azua hubo un primer tiroteo entre las fuerzas comandadas por Pedro Santana y una avanzada haitiana comandada por el Coronel Vincent, la cual sufrió, al decir de Madiou, una cincuentena de bajas, entre muertos y heridos, tanto oficiales superiores, como subalternos y soldados, incluyendo al mismo comandante Vincent.

Sabemos también que las noticias de la batalla de Azua llegaron a Puerto Príncipe veinticinco horas después de su ocurrencia y que el Consejo de Secretarios de Estado dictó instrucciones para que le llevaran refuerzos a Hérard por mar, desde Jacmel.

Sabemos igualmente que la ausencia del Presidente en la capital de la república haitiana creó un nuevo vacío de poder que aprovecharon nuevamente los boyeristas para atacar al Presidente desde la Asamblea Constituyente, que funcionaba todavía como Asamblea Nacional.

Ante ese estado de agitación, el Consejo de Secretarios de Estado, atendiendo una petición de un nutrido grupo de oficiales militares superiores, decidió entonces disolver la Asamblea para eliminar ese foco de oposición, lo cual fue ejecutado el 31 de marzo, al otro día de la batalla de Santiago. Lo mismo ocurrió con el concejo de la municipalidad de Puerto Príncipe, otro foco de agitación política.

En Santiago, entretanto, en la tarde del 30 de marzo, cuando el General Louis Pierrot pidió tregua para recoger los numerosos heridos y muertos que cayeron en la larga batalla de ese día, los dominicanos le mostraron una hoja de propaganda forjada en Santo Domingo en la que se decía que Hérard era uno de los oficiales haitianos que había sido herido o muerto en Azua.

Muchos dominicanos saben hoy que al leer esta noticia, Pierrot levantó el campo esa misma noche y se retiró apresuradamente con su ejército hacia su sede en Cabo Haitiano, en donde se enteró de que Hérard seguía en Azua a la cabeza de un ejército al cual le escaseaban cada día la comida y le desertaban continuamente los conscriptos campesinos que no veían razón para mantenerse en campaña en la parte dominicana.

En vano se esmeraba el gabinete de Hérard por enviarle refuerzos materiales y humanos. El partido boyerista, encabezado por los hermanos Ardouin, continuaba su agitación, tanto que ambos fueron detenidos y deportados.

La agitación se trasladó entonces hacia la ciudad de Les Cayes, en el sur, mientras Pierrot se preparaba para marchar hacia Puerto Príncipe con sus tropas.

En los primeros días de abril, estalló en Les Cayes una nueva rebelión popular, encabezada por un jefe militar negro de nombre Louis Jean-Jacques Accau, quien entró a la ciudad a la cabeza de más de 2,000 campesinos armados con lanzas y picas, amenazando con asesinar a todos los mulatos para quitarles sus tierras y tiendas y repartir sus bienes y, ulteriormente, para marchar también hacia Puerto Príncipe con el propósito de derrocar el régimen mulato e imponer un jefe militar negro en la presidencia de la República.

En los textos de historia haitiana se conoce este movimiento como "Les piquets de Accau". Este levantamiento fue tan masivo y violento que hizo recordar a la clase mulata haitiana los horrores de la revolución de 1791, así como de la guerra civil de 1798-1800 entre negros y mulatos.

Los partidarios de Accau se llamaron a sí mismos "l'Armée Suffrante", o el Ejército Doliente, en recordación de todos los sufrimientos padecidos por los campesinos negros bajo los largos regímenes mulatos de Petión y Boyer.

Accau no estaba solo, pues contaba con el apoyo de los antiguos jefes militares negros Dugué Zamor y Jean Claude, con quienes se reunió en la localidad de Camp Pérrin y desde allí lanzaron un manifiesto de agravios contra la clase mulata que había gobernado a Haití en las últimas décadas.

Con el movimiento de los "piquets de Accau" renació la guerra social y racial en Haití, al declarar sus líderes que a partir de ese momento, y para fines de confiscación de propiedades, "todos lo mulatos pobres serían considerados como negros, y todos los negros ricos serían considerados como mulatos". Dice Madiou que "esta fue la inauguración de la guerra contra la gran propiedad".

Accau, con rango de coronel, fue reconocido como jefe supremo del movimiento con el título de "General en Jefe de las Reclamaciones de sus Conciudadanos".

Ante estos graves acontecimientos, el Consejo de Secretarios de Estado, comunicó a Hérard, todavía en Azua, lo que ocurría en Les Cayes, y ordenó al coronel mulato Fabré Geffrard que se trasladara al sur a combatir la rebelión campesina de Accau y los demás jefes negros.

Dugué Zamor intentó negociar con Geffrard, pero éste se negó a conciliar y enfrentó a Zamor en un fiero combate en Aquin el 10 de abril derrotando a los insurgentes que se refugiaron en el extremo oeste de la isla, en la localidad de Saint-Louis.

Según fuentes haitianas, el ejército de Zamor estaba constituido por más de 3,000 hombres armados de picas y lanzas, pero tan mal organizados que no pudieron contra la disciplina militar de los guardias de Geffrard.

Geffrard tuvo que luchar solo con sus propias tropas contra Zamor pudiendo haber contado con 150 hombres adicionales que el Consejo de Secretarios de Estado había enviado a Azua para auxiliar a Hérard, pero el comandante de esas tropas, General Riché, se negó a prestarle ayuda a Hérard, porque éste se negó a entregarle el mando supremo de sus fuerzas.

Entre tanto, Hérard continuaba anclado en Azua, impedido de cruzar las montañas de El Número ni penetrar hacia El Maniel por el paso de El Memiso, en donde Pedro Santana había dejado guerrillas cerrándoles el paso a los haitianos.

A mediados de abril de 1844 Haití estaba, pues, sin Presidente de la República, con una guerra civil en el sur y, peor, con todos los jefes militares del muy importante Departamento del Norte en rebeldía, encabezados por los generales Louis Pierrot y Phillipe Guérrier.

Al llegar a Cabo Haitiano, Pierrot y sus oficiales levantaron la bandera de la rebelión contra Hérard, a quien empezaron a culpar de su derrota en Santiago de los Caballeros, y se organizaron para marchar hacia Puerto Príncipe para derrocar al Consejo de Secretarios de Estado y, por ende, al mismo Hérard.

Entre los oficiales de Pierrot dominaba la idea de separar el Departamento del Norte de los departamentos del Oeste y del Sur de Haití, por lo menos, mientras Hérard se mantuviera como presidente. Así lo hicieron el 25 de abril y nombraron Comandante en Jefe al anciano General negro Phillipe Guerrier quien tenía mayor ascendencia que Pierrot.

Tratando de evitar el agravamiento de la guerra civil o una nueva división de Haití que sirviera a los británicos para influir en los acontecimientos y hasta ejercer un protectorado político en el Sur o en el Norte, el jefe de una escuadra naval francesa que operaba en aguas haitianas y seguía de cerca los acontecimientos, el Almirante De Moges, se ofreció a mediar entre Hérard y Pierrot, y entre el gobierno haitiano y la nueva junta de gobierno de la naciente República Dominicana.

De Moges navegó hasta Azua y desembarco allí proponiéndole a Hérard el reconocimiento de la independencia dominicana y la firma de un tratado de paz, amistad, comercio y navegación con los dominicanos, y hasta la formación de una confederación, según cuenta el historiador Madiou.

En correspondencia del cónsul de Francia en Puerto Príncipe, Mr. Levasseur, se leen importantes detalles de los intereses franceses y haitianos que movían a estos funcionarios de Francia para actuar de esta manera, pero esa será materia de un próximo artículo.

Mientras tanto, lo importante es mencionar que Hérard, a diferencia de la mayoría de sus secretarios de Estado, se negó a aceptar las proposiciones francesas. De Moges entonces se retiró de Azua y poco después una goleta de guerra dominicana se acercó a las costas y cañoneó aquel poblado, pero sin resultados.

Enterado Hérard de la traición de Pierrot, intentó vanamente detenerlo enviando una orden de arresto. Ya era demasiado tarde. Los destituidos asambleístas tomaron el camino de la rebelión abierta en Puerto Príncipe bajo el liderazgo de los boyeristas que empezaron a proclamar la necesidad de que Guerrier se trasladara a Puerto Príncipe a asumir la presidencia de la República.

Accau, mientras tanto, también se preparaba para marchar contra Puerto Príncipe, mientras en Azua Hérard veía su ejército consumiéndose cada día por la inanición y las deserciones.

La caída de Hérard era solamente cuestión de tiempo. Resumiendo mucho los acontecimientos, digamos ahora solamente que a finales de abril todo estaba preparado para el golpe de Estado. Una comisión de boyeristas visitó a Guerrier, quien ya estaba en la capital, y le ofrecieron formalmente la presidencia de la República.

Guerrier aceptó y el 3 de mayo Hérard, todavía en Azua, fue derrocado.

Continuaremos.