Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Música
Música

La Cara Son del Bolero

Expandir imagen
La Cara Son del Bolero
Banda de Son

En plena Ocupación Militar Norteamericana (1916-24), cuyas órdenes ejecutivas imponían al país una nueva arquitectura institucional en múltiples aspectos (ejército, finanzas, arancel, régimen de tierras, salud, educación), surgió como justa reacción el movimiento nacionalista. Poetas de la talla de Fabio Fiallo, oradores como Arturo Logroño y Luis Conrado del Castillo, cruzados civilistas del calibre de Federico y Francisco Henríquez y Carvajal y el historiador Américo Lugo, se lanzaron a las plazas a movilizar a la gente.

En Santiago, Rafael Estrella Ureña, Rafael César Tolentino y un bisoño Joaquín Balaguer, dispararon sus galeras patrióticas desde las trincheras de La Información. En paralelo a esta atmósfera política, se desarrolló el fenómeno del nacionalismo musical. En torno al maestro Juan Francisco (Pancho) García se nucleó en la Ciudad Corazón un grupo de jóvenes músicos, animados por el rescate de aires folklóricos y tradiciones románticas que alimentaran sus producciones líricas y musicales.

Julio Alberto Hernández fue uno de sus miembros más destacados. En 1928 compiló un Repertorio Dominicano, que junto a composiciones suyas y de Pancho García, sumó las de trovadores santiagueros como Piro Valerio, Bienvenido Troncoso y Chencho Pereyra. Y las de otros autores como José Dolores Cerón, Max Guzmán, Leopoldo Gómez, Porfirio Golibart y Enrique García, quienes aportaron los temas de algunas de las primeras grabaciones discográficas dominicanas realizadas en Nueva York en diciembre de 1929.

Según refiere Arístides Incháustegui en su obra El disco en la República Dominicana (1988), Eduardo Brito, Chita Jiménez, Bienvenido Troncoso, bajo la dirección de Enrique García e identificados como el Grupo Dominicano, registraron para la Victor medio centenar de piezas. De las cuales 37 eran boleros (más del 70%), 6 criollas y 5 merengues, entre otras.

Eran trovadores acompañados por dos guitarras, de cuyas cuerdas –como sucediera con el merengue liniero en el siglo XIX- salían boleros, criollas y canciones románticas. El Grupo Dominicano dio ritmo a sus grabaciones con maracas, claves, güira, tambora y tumbadora, reforzado en Nueva York por guitarrista y trompetista boricuas.

Entre los compositores resaltaba Bienvenido Troncoso con 12 boleros. De los cuales he escuchado por Brito y Troncoso La muchacha blanca, con golpe de claves que remite a los boleros son de Miguel Matamoros y su trío, y La vida en el desierto. También, ya por el Trío Borinquen (Rafael Hernández, Salvador Ithier y Antonio Mesa) en la voz de éste, he apreciado Ansias locas y Allá en el Edén. Cantado como son por Francis Santana, La triste realidad.

Los Soneros de Borojol con Guillo Carías grabaron varias de estas piezas. En su recopilación 100 Temas/100 Voces/100 Años, Nandy Rivas incluyó de Troncoso: Aurora, Si yo te diera, La triste realidad y Yo no creí. Todos boleros grabados a finales del 20 y hoy tenidos como sones, seña de la metamorfosis que ha sufrido el género en nuestro país.

En este grupo germinal, Piro Valerio figura con 7 números, siendo el más popular La Mulatona. En formato de bolero son lo conocí a final de los 50 o inicio de los 60 en el Típico Najayo de la Feria de la Paz. Era emblema de Ramón Gallardo y su conjunto en la voz de Rafaelito Martínez. Juré volverte a ver –de una belleza lírica y musical ejemplar- es recuerdo infantil en las voces de Brito y Troncoso. He disfrutado el bolero Honorina, con acompañamiento de guitarras y violín. Otros títulos son Negra santa y Amor sin límites.

En sus incursiones en los temas de la vieja trova santiaguera (la de los Caballeros), Víctor Víctor relanzó Juré volverte a ver de Valerio, como La brisa de la tarde, en el LP En Son de Felicidad, con arreglos de Jorge Taveras. En su selección “Puro Piro”, Nandy Rivas incorpora Los mangos (que son de Baní, como figura en su primera grabación en 1929), Los andullos (que deben ser de Santiago) y La Mulatona.

De Julio Alberto Hernández, para quien el bolero dominicano “escrito originalmente en compás de dos por cuatro, lleva letra muchas veces amorosa, y es uno de los géneros más cultivados en el país (siendo) el más romántico (ya que) se presta para las conquistas sentimentales, figuran 8 piezas: 5 boleros y 3 merengues. Con títulos muy sugestivos, como Encalácate y Los Vagos.

Otros presentes en esta lista selecta son Chencho Pereyra, con 5 boleros, Enrique García, con los boleros La mujer y los celos y Mi bandera. José Dolores Cerón, con la criolla Como tú me besabas -una joya de la música popular dominicana en todos los géneros- y el bolero La diosa del amor. Otros boleros en estas grabaciones pioneras son Te quiero, Leopoldo Gómez, Sólo tuyo, Porfirio Golibart, Nenita, Ramón Wagner, Elsa, Luis María Jiménez, y Dulce Angélica, de nuestro inolvidable Eduardo Brito.

El Trío Borinquen (identificado Trío Quisqueya y Grupo Quisqueya a conveniencia del mercadeo del disco), integrado en NYC por los boricuas Hernández e Ithier y el dominicano Mesa, realizó entre 1927-30 grabaciones que, junto a las inspiraciones de quien fuera una gloria de la música popular latinoamericana, recogieron nuestros boleros, criollas, guarachas y merengues. Diez de Julio Alberto Hernández, seis temas de Troncoso, seis guarachas de Cerón, cuatro de Peña Morel, tres de Golibart y tres de Raudo Saldaña, dos de Salvador Sturla: La Muñeca y No puedo vivir sin tus palabras.

Del poeta venezolano radicado en el país, Eduardo Scanlan, Serenata. De Alberto Vásquez, un tema que se pegó en el Caribe hispano, La Dorila, hermosa criolla que escuché en labios de mi madre Fefita (“¿Por qué me niegas dueña del alma/quietud y calma, dicha y placer?/Si yo en tus labios beber ansío/suave rocío, gota de miel”). Y la serenata Ya brilla la aurora.

Este set de canciones clama estudio pormenorizado. Ya asoman ensayos novedosos de Fernando Casado y Diógenes Céspedes, junto a excelentes monografías de Arístides Incháustegui sobre Eduardo Brito, Antonio Mesa y la producción discográfica pionera, así como el CD-Libro Antonio Mesa El Jilguero de Quisqueya, con Blanca Delgado Malagón. Se cuenta con obra meritoria del fallecido historiador Miguel Holguín Veras, Acerca de Canciones Antiguas Dominicanas (2001). Para nutrir las nuevas generaciones de artistas, las referidas representan buena muestra del bolero de trova de los 20.

El trío Matamoros surgido en 1925 realizó sus primeras grabaciones con la Victor en 1928 (los sones Son de la loma, La mujer de Antonio, El que siembra su maíz y los boleros Olvido, El beso, Juramento, Elixir de la vida) y en 1929 (Reclamo místico, El paralítico, Ansias, Dulce boca). En Santo Domingo le sorprendió en 1930 la furia devastadora de San Zenón, que registró Miguel Matamoros en su crónica musical El Trío y el Ciclón: “Cada vez que me acuerdo del ciclón/se me enferma el corazón”. Lágrimas Negras, tema reputado inspirado en esa estancia dominicana, llegó al acetato en 1931.

La audición de las referidas grabaciones dominicanas muestra parentesco con el bolero son que Miguel Matamoros y su famoso trío popularizaron para la época en que se realizaron nuestros registros sonoros en el acetato. Evidencia además lo que se llamó canción bolero, más libre y caracterizada por su letra romántica. Se perciben formatos rítmicos que difícilmente al oído de hoy son reconocibles como boleros. Aún al bolerómano que vivió hace ya más de medio siglo la era dorada del género en los 40 y 50, familiarizado con una gama de boleros adjetivados (son, moruno, tango, ranchera, mambo, chacha, rítmico, jazz, blues, rock, twist, bossa), se le dificulta la tarea.

No en balde muchos temas grabados como boleros en aquellas sesiones memorables ahora aparecen soneados, convertidos en sones y como tales se tocan y se bailan. Gracias a los grupos que en barrios de Santo Domingo y en su periferia mantuvieron esta tradición caribeña, como los Soneros de Borojol. O al impulso de Maniel y César Nannum que realizan encomiable labor de preservación y de voces como Víctor Víctor y Francis Santana que han reivindicado su filiación sonera. Ni hablar del Cuco, ese Valoy del dúo Los Ahijados convertido en Brujo con Tribu o del Sexteto Enriquillo, que grabó sonera la voz del merenguero Joseíto Mateo. Y de Bonyé, con fondo de Ruinas de San Francisco, que nos brinda sones dominicales.

Porque ese que nació bolero, por alguna razón terminó siendo son.

TEMAS -
  • Música
  • Bolero
  • Son