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La crisis final de Trujillo

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La crisis final de Trujillo
Rómulo Betancourt
Algunos escritores han afirmado que la celebración de la Feria de la Paz en 1955 detonó el inicio de la crisis que contribuyó a poner fin al régimen de Trujillo, debido a que esa importante inversión se hizo en un sector no reproductivo.

En realidad, la crisis final del régimen no la produjo la construcción de la Feria de la Paz, aunque la satisfacción de ese gusto haya impedido que esos recursos fueran utilizados en inversiones más reproductivas.

Si se observan los indicadores económicos, la conclusión obligada es que la economía dominicana continuó produciendo un alto excedente de recursos financieros.

Esos recursos fueron utilizados por el gobierno para continuar su plan de industrialización y su programa de obras públicas y, desde luego, para acrecentar la fortuna del dictador y enriquecer aún más a su familia y a la élite que lo rodeaba.

Lo que realmente produjo la crisis fue el colapso del sector externo cuyo inicio coincide justamente con la inauguración de la Feria de la Paz en 1955, pero que tardó tres años en hacerse evidente.

Este colapso coincidió con una crisis política internacional que por sus repercusiones terminó agravando las condiciones del sector externo y afectó el sistema político dominicano en el plano interno.

Hasta entonces el país había gozado de una situación cambiaria envidiable. Había libre convertibilidad, había libre flujo de importaciones y exportaciones, y no había restricciones cambiarias de ningún tipo.

El tipo de cambio reflejaba una solidez real basada en la existencia de reservas internacionales cada vez mayores, acumuladas, como hemos dicho, gracias al crecimiento del volumen y el valor de las exportaciones.

Pero ahora, con las extraordinarias salidas de capital provocadas por los pagos de las empresas extranjeras nacionalizadas, por los gigantescos gastos en la compra de armas, y por una enorme fuga de capitales que se inició luego de las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo, el gobierno, de común acuerdo con el FMI, se vio obligado a establecer restricciones cambiarias y el control de las importaciones.

Para tener una idea del volumen de la salida de capitales, baste mencionar que las cuentas de la balanza de pagos registran, entre 1960 y 1961, una partida de 82 millones de dólares que salen del país como "capítulos no registrados" o como "errores u omisiones". Más adelante se constató que esos fueron dólares del sistema bancario otorgados a los familiares y allegados de Trujillo cuando el régimen se derrumbaba.

La crisis de la balanza de pagos era seria pero no grave. De acuerdo con los cálculos realizados por las autoridades económicas dominicanas y el FMI, el acuerdo stand-by convenido por un año era suficiente para equilibrar la economía.

Se esperaba que los precios del azúcar subieran, como en efecto lo hicieron, y se esperaba que, al controlar la salida de capitales y restringir las exportaciones, la República Dominicana podría exhibir un superávit cambiario de unos 30 millones de dólares a finales de 1960, en contraste con el déficit de 28 millones con que cerró en 1959.

Ahora bien, lo que nadie esperaba era que Trujillo intentaría asesinar al presidente de Venezuela Rómulo Betancourt el 24 de junio de 1960 y que, a consecuencia de este hecho, la Organización de Estados Americanos (OEA) impondría al país severas sanciones políticas y económicas.

Esas sanciones produjeron un estado generalizado de desabastecimiento, una dramática escasez de gasolina, lubricantes y combustibles, y un grave deterioro de la calidad de vida de los dominicanos.

Todo ello aceleró la inestabilidad política interna pues estimuló varias conspiraciones para derrocar a Trujillo. Esas conspiraciones fueron rápidamente descubiertas y a partir de entonces el gobierno acentuó brutalmente la represión policial, el espionaje y sus sangrientos métodos de control.

La ironía de esa crisis fue que a pesar del enorme desabastecimiento y las privaciones que sufrió la población a causa de las sanciones, la caída en el consumo contribuyó a la recuperación del equilibrio de la balanza de pagos a finales de 1960.

Por ello el gobierno no tuvo necesidad de utilizar toda la línea de crédito de los 11.25 millones otorgados en virtud del acuerdo stand-by.

Con todo, las sanciones y las restricciones previstas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional ejercieron un impacto negativo sobre el resto de la economía, pues la producción industrial disminuyó sustancialmente.

El turismo, entonces escaso, también disminuyó. Decreció el número de barcos que entraron al país con mercancías. Los permisos de construcción se redujeron en más de la mitad, aunque la producción de cemento creció para dar continuidad a la terminación de la autopista Duarte y para la exportación.

Un excelente indicador de la depresión económica que sufrió el país durante el peor año de la crisis (1961) es el consumo de cerveza, bebida popular por excelencia, cuya producción disminuyó en más de 25 por ciento. Algo similar ocurrió con otros productos industriales.

En general, el ingreso nacional per cápita a precios constantes, calculado con base en 1967, disminuyó en más de un tercio al descender el producto interno bruto y al verse obligado el gobierno a establecer numerosos impuestos al consumo interno en un desesperado esfuerzo por reunir fondos con que hacer frente a sus gastos de defensa.

Esos impuestos fueron contabilizados en un llamado Fondo para la Defensa Nacional, pero más que para dotar de recursos sustanciales al gobierno sólo sirvieron para irritar políticamente a la población por el encarecimiento sustancial del costo de la vida.

Al morir Trujillo a mediados de 1961, en medio del peor año de la crisis, la población estaba abrumada por los altos precios y la escasez de manufacturas importadas.

La caída de la producción había obligado a muchas industrias al despido masivo y la situación se tornaba por ello sumamente explosiva. Cuando Trujillo fue asesinado, hacía ya meses que existía en el país un estado de notoria agitación política, caracterizado por un movimiento de resistencia en contra del gobierno.

Ese movimiento era encabezado por miembros de la Iglesia Católica, y núcleos de profesionales de clase media a quienes el régimen persiguió, encarceló, torturó o asesinó sin piedad en el curso de esos dos años.

La crisis se manifestaba visiblemente en el deterioro de calles y carreteras, en la falta de pintura de viviendas privadas y edificios públicos, en el desgaste de la ropa y del calzado de los dominicanos y, sobre todo, en un profundo pesimismo que se apoderó de los espíritus a medida que el gobierno se hacía más tiránico y represivo y las cárceles se llenaban de presos políticos.

Como se ve, la crisis no fue solamente política, también fue financiera, económica y, sobre todo, social pues para entonces gran parte de la población dominicana se sentía sofocada por el régimen y aspiraba al derrocamiento de la dictadura.

Aun cuando hemos dejado sin mencionar muchos detalles, ese era el contexto general de la crisis final del régimen. Este cuadro sirvió de escenario a los conspiradores que buscaban poner fin a la dictadura eliminando físicamente a Trujillo, lo cual ocurrió el 30 de mayo de 1961.

Las extraordinarias salidas de capital provocadas

por los pagos de las empresas extranjeras

nacionalizadas, por los gigantescos gastos

en la compra de armas, y por una enorme fuga

de capitales que se inició luego de las expediciones

de Constanza, Maimón y Estero Hondo,

el gobierno, se vio obligado a establecer

restricciones cambiarias. Lo que nadie esperaba

era que Trujillo intentaría asesinar

al presidente de Venezuela Rómulo Betancourt

el 24 de junio de 1960

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