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La Odisea Aérea de Horacio

Joan Sardá es un sujeto que le ha dado con armar expedientes sobre cualquier materia. De vez en cuando se comunica conmigo y me los ofrece. ¿Las razones para escogerme? Dice que somos medio familia –mi abuela era Sardá Piantini- y que además le gusta como escribo. Esta vez su tema me sorprendió: el viaje que hiciera el presidente Horacio Vásquez el 30 de octubre de 1929 con destino a Baltimore -en medio de una grave crisis de salud que lo encamó más de 2 meses y le dejó sin el riñón izquierdo-, ingresado al Hospital Johns Hopkins 48 horas después. Un itinerario de vuelo en aviones trimotores ultramodernos de la Pan American cubrió la maratónica ruta Santo Domingo-Santiago de Cuba-Camagüey-La Habana-Miami.

Luego le esperaba la conexión con el Havana Special desde Miami a Baltimore, con 1281 millas de tren de por medio y múltiples paradas. Mientras el termómetro del jovial Dr. Ramón de Lara marcaba incesante 39 grados, en un deprimido general Horacio Vásquez de 69 años. Cuando la suerte, que le había sonreído y gratificado con creces, le empezaba a traicionar.

El file que me entregó Sardá, algo desordenado, contiene recortes de prensa, cables, noticias locales y de diarios de Cuba, Miami, Washington, comentarios propios, que trataré de ordenar.

El viaje partió a las 5:30 de la mañana, desde el Aeródromo Lindbergh, situado a la altura de los km 8 y 9 de la Carretera Duarte. Acompañaban a Vásquez, su esposa Trina de Moya y sobrina Antonia de Moya, Dr. Ramón de Lara, su médico, Lic. Ángel Morales, ministro en Washington y el Tte. Gustavo Guzmán, ayudante.

La nave escogida por Pan American Airways fue el avión Fokker trimotor NC9701, equipado con 7 asientos y una cama. Con peso de 13,100 libras y carga adicional de 1,015 (14,115), alzó vuelo provisto con 360 galones de combustible. Piloto y mecánico de vuelo norteamericanos y radiotelegrafista de apellido Sánchez, asignado por PAA por el dominio del español, “para servir con más prontitud los deseos del ilustre mandatario en viaje”.

Madrugaron para despedir al presidente Vásquez, quien arribó al aeródromo a las 4:40 am, el vicepresidente Dr. José D. Alfonseca, el canciller Lic. Francisco J. Peynado, el ministro americano Evans E. Young y el de Cuba Dr. Raúl Masvidal. El secretario de la Presidencia Luis Ginebra y otros altos funcionarios. Médicos como Salvador Gautier, Ramón Báez Soler, Fernando A. Defilló, Heriberto Pieter. Militares como el general Trujillo y el coronel Simón Díaz. Congresistas, políticos y familiares de una larga lista.

Antes del despegue, los ejecutivos locales de Pan American encabezados por el capitán Curtis, realizaron la inspección final e inmediatamente se pusieron en movimiento los tres gigantes motores de la nave. Previo, mediante comunicación con buques que cruzaban el Canal del Viento, verificaron “las magníficas condiciones atmosféricas” que reinarían durante el día.

La prensa horacista –confundiendo deseos con realidad, ya el proyecto de reelección del caudillo mocano zumbándole al oído- reportaba en un exceso de optimismo la noticia: “Nuestro prestante amigo se irguió, sonriente y satisfecho, entre los cariños que lo despedían con votos sincerísimos por su más pronto y feliz retorno. El aspecto de nuestro Ilustre Primer Magistrado, no revelaría ni él lo hubiera expresado, salud quebrantada. Su mirada, sus gestos, su continente, la decisión de sus maneras, su afabilidad, no han sufrido alteración. Quiere pues decir, que su viaje es de previsión tan solo.”

El rumbo trazado por el piloto fue seguir el litoral hacia el Oeste hasta Punta Martín García. De allí cruzar en diagonal y pasar sobre la ciudad de San Marcos, en la bahía de Gonaives y lanzarse sobre el Canal del Viento hasta encontrar Santiago de Cuba.

A las 6:30 se recibió el primer mensaje del avión a la altura de Martín García, “expresando que el Presidente descansaba muy complacido y que los demás viajeros conversaban encantados del viaje”, fijado por la PAA en la puerta de su oficina. El segundo llegó a las 8:30 sobre el Canal del Viento: “el Presidente dormía profunda y apaciblemente y sus acompañantes seguían encantados”, motivo de un sirenazo noticioso. El tercero, desde Santiago de Cuba, anunció el feliz aterrizaje, a las 9:30 a.m.

En Santiago de Cuba, PAA situó otro Fokker trimotor, “el más nuevo que posee la compañía”, al cual fue trasbordado el presidente Vásquez y su comitiva. En el NC 811H harían el trayecto hacia Camagüey, La Habana y Miami. Pese a los mensajes edulcorados remitidos a Santo Domingo por la comitiva y publicados en la prensa local, la cubana registraba otra cruda realidad.

Así, cuando las autoridades de Oriente llegaron al campo de la PAA, ya el general Vásquez había sido “trasladado a la oficina, acomodado en un sillón y rodeado de almohadas. Su estado –según me informó el Dr. Lara- es sumamente delicado por lo que se ha recomendado absoluto reposo”. En el corto tiempo que estuvo en dicha oficina, su médico “le tomó la temperatura y le suministró una inyección reconfortante”. De Lara le confió al reportero “que el propósito era seguir cuanto antes hasta Miami y de allí a Baltimore”, para someter al presidente a una “delicada operación quirúrgica”. Entre los que acudieron al aeródromo se hallaba el Dr. Max Henríquez Ureña.

Tras esta breve escala, partieron hacia Camagüey, donde ya se hallaban sendos aeroplanos del Ejército de Cuba enviados por el presidente general Machado, con el objeto de servirle de escolta de honor al presidente dominicano en el trayecto Camagüey-La Habana, misión encabezada por el capitán Laborde.

Este tramo sería particularmente tormentoso para el presidente enfermo, afectando su estado psicológico y enervando su carácter. Conforme relato del propio Dr. Ramón de Lara y registros de la prensa cubana, al arribar a La Habana, “el Presidente dominicano estaba acostado en una cama del aeroplano, vestido de paño azul, provisto de espejuelos y cubierto hasta el pecho con una manta gris. Tenía el aspecto de enfermizo y la faz extraordinariamente pálida. Nos dijo el Dr. Lara que el largo viaje le había producido una gran fatiga al Presidente, por lo cual su ánimo, siempre entero, se hallaba un poco débil”.

“Al pasar por Camagüey la depresión del tiempo se hizo intensa soplando tanto el viento que el piloto tuvo necesidad de remontarse a millares de pies para huirle a la tormenta. El vuelo a La Habana se hizo sobre altas nubes. El frío contribuyó a deprimir mucho el ánimo del general Vásquez, por lo cual hubo que cubrírsele de pesadas mantas. El doctor Lara le inyectó muchas veces”.

“La esposa del Presidente, doña Trina de Moya, famosa poetisa, hallábase junto a su compañero, pudiendo percibir el repórter, en el rostro demacrado de la distinguida dama, el profundo dolor que consume su alma”. Lo cierto es que, como se sabría después, doña Trina llegó al Hospital Johns Hopkins en estado de salud calamitoso.

En el aeródromo de Columbia Vásquez permaneció postrado en cama. Jefes militares cubanos, impresionados por su estado, le ofrecieron asistencia médica y hospitalaria, declinada por el Dr. de Lara. Los galenos cubanos que se acercaron a la nave “pudieron apreciar la fuerte depresión que experimenta el General Vásquez, debido al ataque agudo que padece”. El Dr. Lara afirmaba que llevaba una semana con fiebre alta.

El presidente Machado –quien había reservado espacio en el Palacio Presidencial para albergar a su colega dominicano, con la esperanza de que pernoctara en La Habana antes de seguir hacia Miami- le visitó por unos 15 minutos en cabina. La prensa consigna que Machado dio ánimo a Vásquez y que “ambos lamentaron que las circunstancias no les permitieran disfrutar cuando menos de un día juntos en La Habana”.

Al partir el NC 811H rumbo a la Florida, el paciente registraba 39 de fiebre. Según los diarios cubanos, Vásquez y su médico tenían el propósito original de permanecer en La Habana hasta el día siguiente. Pero –conforme relato del Dr. Lara- el paso por Camagüey le provocó al paciente “una postración nerviosa como consecuencia de las fatigas y mareos que le produjo el vuelo, presentándose la fiebre que acompañó hasta La Habana, subiéndole a 39 grados”.

Conforme relata el Diario de Cuba, la travesía hasta Miami tomó 2 horas y media, llegando a las 5 y 14. Aunque le habilitaron una camilla para movilizarlo hasta la terminal y el automóvil que le trasladaría a un hotel de la ciudad, aquella se retiró sin ser usada. A las 10:30 p.m. tomaría el tren a Baltimore. Un cable de Prensa Asociada fechado en Baltimore en noviembre 2, reportó que el presidente Vásquez había ingresado a las 11 a.m. al Hospital Johns Hopkins para su observación y posible operación, donde se le diagnosticó pielonefritis. “Caminó sin ayuda al apearse del automóvil, pero parecía fatigado”. Resultó que doña Trina también se hallaba enferma.

En Baltimore permanecería dos tormentosos e inciertos meses, recibiendo atenciones esmeradas del personal del hospital, el alcalde –quien puso su vehículo a disposición-, el presidente Hoover y el departamento de Estado. De Sumner Welles, entre otros. Mensajes de personalidades mundiales preocupadas por su salud. Entubado para alimentarlo por vía nasal, ante la inapetencia. El martes 10 de diciembre, la prensa local informaba: “Anoche 7:45 recibió el Dr. Alfonseca cable. Presidente Vásquez operado con toda felicidad; riñón izquierdo extraído; estado satisfactorio”.

Vásquez regresaría el 6 de enero de 1930, como regalo de Reyes. El 23 de febrero el movimiento cívico de Estrella Ureña con apoyo solapado de Trujillo propiciaría su caída. Morales, candidato horacista a la vice con Velázquez, se retiraría y marcharía al exilio, librándose en 1935 de la muerte, que se le pegó a Bencosme en NYC. El Dr. de Lara, caería preso varias veces y se radicaría en Caracas, falleciendo en 1956. El teniente Guzmán se pegó un tiro en la sien cuando viajaba en vapor entre New York y San Juan de Puerto Rico, mientras Horacio se hallaba en Baltimore.

¡Vaya maleficio!

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.