Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Libros
Libros

Lecturas en cuarentena: el diablo en campaña (2 de 2)

El chinito de esta historia no era chino sino japonés. Aunque había nacido en Lima en 1938, era hijo de dos inmigrantes japoneses, los esposos Fujimori-Inomoto, que habían llegado a Perú a inicios de la década de los treinta huyendo de la guerra y el hambre. Ingeniero agrónomo de profesión no se le conocía ningún interés por la política, más que un intento fallido por una candidatura a regidor en la alcaldía de Lima. Era prácticamente un desconocido. Mario Vargas Llosa, sin embargo, estaba en 1990 en la cúspide de la literatura y de la política. Ya en el año electoral, la revista Time lo declaraba personaje de la década y su novela “La tía Julia y el escribidor” una de las diez obras principales de los años ochenta. Otros medios, como The New York Times, Paris Match y The Wall Street Journal, vaticinaban el triunfo de Vargas Llosa: “la salida de Perú de la oscuridad”...”el artista convertido en una estrella política en ascenso”...”el escritor que como Václav Havel en Checoslovaquia se aprestaba a ser elegido presidente de la república”. Para completar, más de una adivina –Perú es un país donde abundan las “brujas nativas”- había advertido el triunfo del escritor en primera vuelta.

En marzo, poco menos de un mes antes de las elecciones, la principal encuestadora ofrecía estos números: Vargas Llosa, 43%; Luis Alva Castro, 14.5%; Alfonso Barrantes, 11.5% y Henry Pease, 6.8%. No había dudas de que al escritor-candidato se le dificultaba llegar al 50%. Vargas Llosa ordenó la realización de otra encuesta nacional bajo el monitoreo de sus asesores de Sawyer/Miller. Los resultados fueron peores. Ahora aparecía con un 40 a un 42% de las preferencias; Alva Castro, el candidato del presidente Alan García, subía a un 20%; Barrantes a un 15% y Pease, 8%. Extrañamente, todos subían mientras Vargas Llosa bajaba de tres a cinco puntos desde enero. La influencia del aprismo y del gobierno de Alan García ayudaba a subir en las encuestas a Alva Castro, quien se beneficiaba de la campaña de que si ganaba Vargas Llosa unos quinientos mil empleados públicos serían despedidos. Barrantes y Pease, los dos candidatos de izquierda, de modo insospechado también comenzaban a aprovecharse, aunque mínimamente, de la polarización electoral y de las intenciones de voto en el último tramo de la contienda.

Los estrategas de Vargas Llosa apelaron a variadas propuestas, la principal: abandonar los mítines en los pueblos y concentrarse en los medios de comunicación. La campaña sucia estaba desbordada y cubría a la prensa contratada por el gobierno. El candidato organizó en Lima una cumbre de intelectuales de distintas partes del mundo que sirviera para afianzar las ideas centrales de su discurso político. Hubo respuesta amplia y los que no pudieron asistir enviaron mensajes grabados y escritos, como Octavio Paz, Lech Walesa (entonces en la cresta de la ola) y Hugh Thomas, el reputado historiador británico. Los adversarios se quedaron mudos ante aquella exhibición de convocatoria intelectual de Vargas Llosa. “Para mi padre este congreso fue un oxígeno intelectual”, aseguraba su hijo mayor.

Mientras tanto, la violencia de los grupos terroristas se acentuaba a medida que se acercaba el mes de las elecciones. En los dos primeros meses de aquél año, 600 personas habían sido asesinadas y se habían producido 300 atentados. Un candidato regional de FREDEMO fue asesinado por Sendero Luminoso. Afrontando el peligro y en medio de constantes amenazas de muerte, Vargas Llosa viajó a Ayacucho para el entierro del que consideró el primer mártir de su batalla política. En los medios continuaban las acusaciones personales contra el candidato. Alan García no se detenía en su odio personal y político contra Vargas Llosa, quien de pronto apareció en la televisión para remachar sus denuncias contra el gobierno, denunciando los actos de corrupción con detalles específicos y llamando a los responsables “cacasenos y bribones” (cacaseno es un vocablo muy peruano que significa despreciable y estúpido). La expresión se convirtió en un eslogan de campaña que los manifestantes coreaban en los mítines.

A pesar del acoso del gobierno, al que Vargas Llosa respondía con aciertos, todo el ambiente alrededor del candidato era de victoria. Entonces, ocurrió lo inesperado. Los dirigentes del comando de campaña comenzaron a darse cuenta de que “algo fenomenal, inesperado y vertiginoso comenzaba a ocurrir en el electorado”. A ese momento, Vargas Llosa desconocía lo que estaba sucediendo y seguía recorriendo el país. En medio de una atmósfera tensa, con claras notas de incertidumbre, se distribuyó entre la dirigencia las hojas con los resultados de la más reciente encuesta: Alberto Fujimori estaba subiendo. Vargas Llosa bajaba algunos puntos. Ya en Lima, Fujimori estaba en segundo lugar, bajo la sombrilla de su agrupamiento político Cambio 90. El japonés limeño, que desde entonces llamaron el chino, había subido 15 puntos en cuestión de dos o tres días. Hasta ese momento era un candidato tenido a menos, uno más en el paquete de los candidatos “chicos”. “Tenemos que voltear esto en una semana. Llamen a Mario para que regrese de inmediato a Lima. Fujimori es un fenómeno reducido a la capital. Aquí es la pelea, que abandone las provincias”, gritó uno de los asesores. Fujimori no era una chacota. Estaba llevándose los votos de las clases baja y media baja, que afectaba principalmente a los candidatos de izquierda y del Apra, pero que constreñía a su vez la posición privilegiada de Vargas Llosa en la contienda. El FREDEMO estaba aquejado por la publicidad excesiva de sus candidatos regionales y por el voto preferencial, que colocaba a todos en posición enemiga de unos contra otros en el mismo partido. Mario se vio obligado a parar en seco esa campaña, mientras seguía llenando las plazas. El chino, sin embargo, en un par de semanas más dejó de ser un fenómeno limeño y en las encuestas internas su ascenso se observaba en todo Perú. Las elecciones estaban a la vuelta de la esquina. No podían entender los miembros del kitchen cabinet, los dirigentes de FREDEMO y el propio candidato, como las multitudes llenaban los mítines en cada localidad, y el chino seguía subiendo y subiendo “con su mezcla de mitología oriental y criollismo, y su manía de apocopar arbitrariamente las palabras”, escribiría Álvaro. A última hora, por órdenes de Alan García, se prohibió la celebración del mitin final de campaña de Vargas Llosa. El escritor-candidato informó públicamente que realizaría la manifestación quisiese o no el gobierno. El ministerio del Interior se vio obligado a pedir excusas. Todavía, a esas alturas, intentaban detenerlo.

Aunque la mayoría de los peruanos desconocían el resultado de las encuestas, pues las mismas no se publicaban, a lo interno de la campaña de Vargas Llosa sabían que él ganaría la primera vuelta pero de forma mutilada. El huracán Fujimori estaba en su clímax. El 8 de abril de 1990 –treinta años hizo hace dos meses- se celebraron los comicios. 12:30 p.m. Las primeras proyecciones daban un 40% a Vargas Llosa y un 25% a Fujimori. 2:00 p.m. Vargas Llosa bajaba tres puntos y se colocaba en 37% y Fujimori superaba el 25%. “Esto se fue a la mierda”, le dijo Álvaro a su padre, mientras éste aparentaba serenidad. El Perú marginal estaba dándole sus votos al chino. 2:30 p.m. Vargas Llosa bajaba a 35 puntos. Fujimori llegaba a los 30. A las 6:45 p.m. Vargas Llosa bajó al vestíbulo del hotel para felicitar a Fujimori. No estaba dispuesto a ir a una segunda vuelta. El FREDEMO dijo haber constatado que detrás de la figura de Fujimori estaban las manos de Alan García. Alguien le había jugado una mala pasada al Perú. La conexión con el Palacio resultaba evidente. Sectores importantes de la sociedad peruana se dieron cuenta de la trampa. El Arzobispo llamó a Vargas Llosa para respaldarlo. Empresarios y artistas. Y hasta García Márquez dijo desde México que Mario merecía ser el presidente de Perú. Obligado, se fue a segunda vuelta, pero el chino, que nunca presentó programa de gobierno, orquestó con su titiritero una campaña negativa contra Vargas Llosa que incluyó a su familia. Sendero Luminoso pidió apoyar a Fujimori. Cuando se contaron los votos en la segunda vuelta, Mario obtenía 38%, Fujimori el 54%. Horas después, Mario Vargas Llosa volaba hacia París a reencontrarse con la literatura. Uno de sus colaboradores sólo atinó a decir: “Perú se tiró un pedo”.


_______

El aprista Luis Alva Castro, quien regresó a la política, fue sometido a la justicia en 2016 por lavado de activos por el caso Odebrecht. Se le acusó de haber recibido US$200 mil para el financiamiento de su campaña presidencial en 2006.

Alfonso Barrantes, candidato de izquierda y quien llegó en cuarto lugar en las elecciones de 1990, se ausentó de la vida política. Murió de cáncer en un hospital de La Habana diez años después.

Alan García regresó al poder dieciséis años más tarde, en 2006, con el mismo apoyo de su partido, el APRA, fundado originalmente por Raúl Haya de la Torre. Huyó del país durante el gobierno de Fujimori, quien lo obligó a mantenerse en el exilio. Incriminado en tres ocasiones por actividades financieras ilegítimas y delitos de corrupción. Se suicidó el 17 de abril de 2019, cuando lo buscaban para que respondiese a las acusaciones de estar involucrado en el caso Odebrecht.

Alberto Fujimori gobernó el Perú durante diez años. En el 2000, acusado de trampas electorales, corrupción, soborno y tráfico de armas, huyó a Japón, desde donde renunció. El Congreso no aceptó su renuncia por fax y lo destituyó por “incapacidad moral”. Durante sus gobiernos ocurrieron crímenes de todo tipo y se estableció una policía secreta que perseguía a sus opositores. Fue apresado en Chile en 2007 y devuelto a Perú donde fue juzgado y condenado a 25 años de prisión.

Mario Vargas Llosa se reincorporó a la vida literaria, publicando nuevas obras y convirtiéndose en uno de los grandes pensadores y narradores del mundo. En 1994 recibió el premio Cervantes, máximo honor de las letras hispanas. Y en 2010, el Premio Nobel de Literatura, galardón supremo de las letras universales. Reside en Madrid con su tercera esposa, Isabel Preysler.

TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.