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Haití
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Mitos de la revolución haitiana

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Mitos de la revolución haitiana

En la narrativa histórica de los haitianos, el hecho de que su rebelión contra Francia se viera coronada de éxito en 1803, les dio el derecho de apropiarse de todo el territorio insular cuando fundaron el estado haitiano un 1° de enero de 1804. Así constó en su primera constitución.

Sin embargo, la colonia de Santo Domingo no formó parte del territorio que los haitianos conquistaron y que había pasado a dominio francés por el tratado de Basilea, en 1795, mediante el cual España le cedió a Francia los dos tercios orientales de la isla a cambio de Guipúzcoa, en el País Vasco.

Su primer intento de conquista, en 1805, culminó en una retirada haitiana que dejó un amargo recuerdo en la siquis de los cibaeños con los degüellos de Moca y Santiago de tristísima memoria.

La ocupación haitiana de 1822 culminó con la declaración de independencia y fundación de la República Dominicana en 1844, seguida de 12 años de guerra, hasta que el Imperio Haitiano fue vencido por las armas dominicanas en 1856.

Leyendo a intelectuales haitianos como Dany Laferrière, electo en 2013 a la Académie Française, resalta que la guerra de independencia de Haití fue un hecho de violencia y crueldad, a la par de la que por más de un siglo les impusieron los franceses a los esclavos africanos.

La población haitiana de 1804 era de un 98% de negros esclavos y 2% de mulatos, traídos desde mediados del siglo 17 y oficialmente a partir de 1697, cuando España le cede a Francia, la tercera parte occidental de la isla, a cambio de que Francia desocupara Cataluña.

Estos esclavos provenían de varias etnias africanas cuyas lenguas y tradiciones eran muy diversas y rivales entre sí. Haití ha sufrido del cáncer del racismo institucionalizado de negros contra blancos y mulatos. Los mulatos surgieron de los apareamientos de amos y negras durante más de un siglo.

El Código Negro de 1685, instituido por Colbert bajo Luis XIV, reglamentó la esclavitud y el trato que Francia impuso a sus colonos en Saint Domingue. Por ende, la experiencia de los esclavos rebeldes que fundaron la República de Haití en 1804 no tenía nada en común con los habitantes blancos, negros o mulatos de la parte oriental que hasta hacía poco estuvo bajo dominio español en la isla.

Los historiadores haitianos han querido apropiarse de la historia de toda la isla, para desconocer a los habitantes de la parte oriental que se establecieron desde el siglo 15 (1492-1522), comenzando con uno de los nombres aborígenes de esa parte: Haití.

Así como los haitianos no son “los franceses”, tampoco los dominicanos son “los españoles”.

Tenemos que cambiar la narrativa de nuestra historia desde la perspectiva de los pueblos que luego se constituyeron en los dos estados que ocupan la isla.

Las primicias que ambos países con legítimo derecho se atribuyen, deben ser objetivamente reconocidas por ambos, al margen de ideologías y teorías económicas del siglo 21.

Haití tuvo la primicia de ser la primera república de esclavos negros del continente, al liberarse de Francia.

La República Dominicana y el pueblo dominicano tienen las primicias de la época colombina de los descubrimientos y conquistas de Castilla y Aragón, y más allá, a través de medio milenio, de la integración racial entre blancos y negros. Es injusto que los haitianos se refieran a los dominicanos como esos españoles que trajeron esclavos a la isla y asimilarnos a los franceses, sin más.

Es sorprendente que, en el siglo 21, se le quiera enrostrar un racismo al pueblo dominicano, cuya población lleva más de 500 años mezclándose entre blancos y negros, cuando el racismo institucional forma parte del ADN del estado haitiano o el racismo que se le enrostra al estado dominicano es más bien importado por asesores extranjeros de ONG infiltrados en el Gobierno, en desconocimiento de la historia e idiosincrasia del pueblo dominicano.

Los castellanos, aragoneses, catalanes y andaluces que se asentaron en el valle de la Vega Real entre 1494 y 1514, que son los ancestros de los cibaeños de hoy, que nunca se fueron de la isla, no fueron los españoles conquistadores de México, Perú y Suramérica. El imperio español nace en 1516 con Carlos Primero de España y Quinto de Alemania (1519).

Sí, los españoles trajeron a los primeros esclavos africanos hacia 1520 y ya en 1522 hubo la primera revuelta. Los pocos cañaverales que se crearon alrededor de la ciudad de Santo Domingo desaparecieron para 1580 cuando ya había quebrado la incipiente industria azucarera.

La mayoría de esos africanos se volvieron cimarrones y libertos de facto, lo que favoreció que, a partir del siglo 16, en las regiones del sur de la cordillera central, se establecieran comunidades de negros libres con apellidos españoles similares a los que había al norte de la cordillera central (sierra del Cibao).

Toda la retórica de los intelectuales haitianos sobre la esclavitud es solo aplicable al territorio haitiano ya que los negros y mulatos del lado español de la isla, lo que hoy es la República Dominicana, no sufrieron la esclavitud ni remotamente como la impuso Francia en Saint Domingue, hoy Haití.

Por ende, es totalmente infundado pretender que la gesta liberadora de Toussaint Louverture o Jean-Jacques Dessalines tuviera que ver con las personas de color “aun esclavas” en territorio hoy dominicano.

La república que Dessalines, Christophe y Pétion fundaron en 1804 como un estado racista de negros contra blancos, fue pronto desmembrada con un reino y un imperio que reemplaza a los blancos franceses como los amos esclavistas de la mayoría negra, a nombre del estado. Lo que perdura hasta el siglo 21.

Los criollos de habla española, habitantes de la parte oriental de la isla, circunstancialmente bajo Francia en ese momento histórico, no tuvieron que ver con la esclavitud del pueblo haitiano.

El pueblo dominicano fue abandonado por el imperio español desde fines del siglo 16, dejando que la isla se despoblara oficialmente a partir del 1603 (siglo 17), y cediendo a Francia su territorio insular cuando la integridad de España peninsular se vio afectada en 1697 (Cataluña) y 1795 (País Vasco).

En ningún momento se consulta al cibaeño o al habitante de Santo Domingo si queríamos ser franceses.

En el siglo 20, el imperio americano ocupa a ambos países e impone al lado dominicano de la isla braceros haitianos en la reintroducida industria azucarera, en el sur, este y costa norte, no así en el valle del Cibao.

O sea, es una iniciativa americana, y de su lacayo Trujillo, que braceros haitianos vengan a trabajar en los cañaverales propiedad de americanos, con la complicidad de los gobernantes haitianos de turno.

¿Dónde está históricamente sustentado que los dominicanos hayan sido esos blancos racistas que esclavizaron a los pobres negros haitianos?

¿Desde cuando existe un régimen de apartheid en la República Dominicana?

¿Desde cuando son los dominicanos xenófobos, cuando en RD ser “extranjero” era casi una “profesión”?

Tan pronto la élite minoritaria que domina al estado haitiano reconozca que la independencia dominicana en 1844 se basó en la realidad de dos pueblos totalmente diferentes, que no son compatibles por ser de culturas e idiomas disímiles, se podrá llegar a un entendido con el estado dominicano, para emprender proyectos comunes que estimulen el desarrollo en Haití, excluyendo la exportación de su excedente de población a territorio dominicano.

Si no existe esa precondición de respeto a nuestra identidad y soberanía, el estado dominicano debe resistir cualquier intento de la comunidad internacional a ser el depósito de las masas de Haití que buscan en nuestro país un bienestar que no han sabido crear y estabilizar en su fallido país.

Los dominicanos debemos favorecer todo lo que favorezca el desarrollo de Haití en sus límites territoriales, pero oponernos a que los infiltrados haitianos gocen derechos en territorio dominicano que ni los mismos dominicanos tienen.

Debemos imponer a los nacionales haitianos en República Dominicana los mismos requisitos que ellos imponen en Haití a los nacionales dominicanos. Los haitianos que no cumplan y los dominicanos que los exploten y trafiquen deben ir a la cárcel. Si son extranjeros deportarlos.

Los dominicanos no se deben dejar amedrentar por un falso discurso de esclavitud, racismo y xenofobia que se basa en manipulación de la historia y en un neocolonialismo de extranjeros que pretenden hacer en nuestro país, lo que no harían en el suyo.

La economía dominicana no necesita explotar a haitianos o dominicanos, ni depender de Haití. Cuando se nos invite a participar lo haremos, pero es nuestro interés prescindir de Haití y de los haitianos. No hemos sido sus opresores, ni lo somos. Somos vecinos que nos debemos mutuo respeto.

Comencemos limitando la difusión de los mitos de la rebelión haitiana en nuestras escuelas, como si sus héroes y su pasado fueran parte de nuestra historia, en detrimento de los valores de nuestra república, de integración racial y apertura al mundo que caracterizan a los criollos dominicanos, cuyos ancestros llevan medio milenio construyendo un nuevo mundo de raíces occidentales y no tribales africanas como se estila en Haití.

Los haitianos no han podido sostener un estado viable pues se sustentan en valores negativos. El futuro se construye sobre valores positivos como Dios, Patria y Libertad.

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