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Golpe de estado
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Narrativa USA del golpe de septiembre (4)

Eduardo León y Gustavo Tavares frenaron en Santiago la huelga que había sido convocada por los golpistas, rehusándose a juntarse con sus colegas empresarios de Santo Domingo que sí estaban dispuestos a mantener cerrados sus negocios. Los hombres de empresa santiaguenses, propietarios de la firma E. León Jimenes y de la tienda El Gallo, visitaron a los comerciantes pequeños para informarles que no debían colaborar con el paro porque eso “conllevaría a un golpe militar”, según informaba Benjamín Ruyle, entonces cónsul USA en Santiago, directamente al Secretario de Estado Dean Rusk en un telegrama del 23 de septiembre.

El país se estremecía con “sentimientos contradictorios”, según dejaba constar el cónsul Ruyle en su informe. [Se refería, sin dudas, a gente de la derecha entre los cuales unos apoyaban el golpe y otros le temían a esa decisión]. Don Eduardo León creía que si se producía el derrocamiento, se “entregaría al país a los comunistas en bandeja de plata”. Y cuando el cónsul USA en Santiago le preguntó a don Gustavo Tavares cómo era qué coincidía con el 14 de junio apoyando a Bosch, este no supo contestar con seguridad y le dijo que “era difícil saber hacia dónde moverse”. Don Eduardo León fue más enfático y le dijo al cónsul que el 14 de junio “estaba de la boca para adelante apoyando la constitucionalidad”. Tan amplios y diversos eran los miedos empresariales, que doña María Tavares le dijo al funcionario consular norteamericano que para ella el derrocamiento de Bosch “sería desastroso si significaba la llegada al poder de su buen amigo Antonio Imbert Barrera”.

El mismo día 23, los agregados naval, aéreo y militar USA reportan al Departamento de Estado que la huelga no tuvo el éxito que esperaban sus organizadores, y afirmaban creer que tras la misma estaban los más altos estamentos militares, con excepción de Viñas Román, que seguía indeciso. Añadían que no parecía ser tan grave el peligro comunista que aducían los militares dominicanos envueltos en la conjura, aunque los agregados gringos no dejan de coincidir con sus pares criollos que si Bosch no era comunista, por lo menos estaba en manos de ellos [Una evidente exageración, pues los comunistas estaban muy lejos del gobierno de Bosch. Era una patología política dramática la mostrada por los militares y la propia embajada].

El día anterior, 22 de septiembre, John Bartlow Martin elabora lo que, a nuestro juicio, es el más importante análisis de la situación reinante en ese momento. En un extenso reporte al Departamento de Estado, el embajador USA vivisecciona al gobierno boschista [Pareciera como si ya estuviese entonando el canto final o su miserere]. En la línea de sus anteriores reportes [plagados de contradicciones y prejuicios], lo mismo califica al gobierno boschista de “evidente fracaso” como afirma “honestamente” que no puede ser “condenado como un desastre total”. Y suelta esta joya: “Bosch luce como un Presidente. Actúa como un Presidente. Habla en ocasiones públicas como un Presidente. Tiene la gracia externa, junto con su apariencia externa de un vigor físico e intelectual y la determinación de liderar de un Presidente...Pero es un malísimo Presidente, y se debe seriamente dudar de que podrá significativamente mejorar con los tres años y medio que le quedan en el cargo [¿Por qué no? Con las cualidades que les señala Martin, no entendemos qué pueda faltarle]. Martin explica esta última parte: Bosch “ofrece declaraciones irresponsables”; se concentra en cuestiones sin importancia (la cultura, el folklore, por ejemplo); “disipa energías” con políticos menores [esos políticos menores son los que estaban azuzando el golpe]; se distrae con los complots en su contra, “algunos imaginarios” [Pero, se conspiraba en cuarteles y ambientes privados, ¿sí o no?]; no le gusta delegar su autoridad [pero el mismo Martin dice que eso es una “bendición”, tan mal concepto tenía del gabinete de gobierno]; está rodeado “de demasiados incompetentes, ladrones, sicofantes y familiares tontos” [son juicios duros y con cierto grado de malignidad, y sobre los familiares la única que recordemos era Milagros Ortiz Bosch, y era una estrella en embrión, y que de tonta, nada]; no confía en nadie; “tiende a ser errático, difícil, dictatorial, con miedo y no totalmente confiable”. Y para colmo, lo califica de seudo-intelectual porque nunca terminó el bachillerato, porque es autodidacta “y medio educado y mucho de lo que sabe es incorrecto”. [Está hablando de un escritor de talla que hizo, antes y después, una obra extraordinaria como narrador y ensayista. Nada se podía esperar de Martin con este criterio que, por cierto, era habitual entre los opositores. Estaba obsesionado contra Bosch, a quien le mostraba amistad en sus encuentros personales, y por eso no le tiembla el pulso para escribir a las autoridades en Washington que Bosch puede fallar al gobernar “y consecuentemente, caer”].

Se ensaña en este informe con algunos de los ministros, pero se recrea en decir que Bosch está haciendo buenos cambios “y me ha prometido más” [El pro cónsul en funciones. ¿Quién pues intentaba gobernar a Bosch, el imperio o los supuestos comunistas?]. Y luego, Martin hace críticas a los dominicanos [Demasiadas exigencias para un país que apenas tenía dos años de haber sufrido una dictadura de tres décadas y para un gobierno sietemesino]. Martin examina [a su modo] la estructura social, regresa a las peleas dentro del PRD, asegura que Bosch ya no tiene la popularidad y prestigio de sus inicios, que la izquierda castrocomunista estaba creciendo, que la escuela de Dato Pagán había que cerrarla [Nunca entendió Martin, que Bosch quería cumplir su palabra de que las libertades no perecerían con él al frente del gobierno. En otra parte de este mismo informe admitirá que “bajo Bosch la República ha disfrutado de orden público y libertad individual”]. Y hace la lista de los políticos [incluye empresarios] “que tratan de explotar en beneficio propio este temor” [se refiere al anticomunismo y a la reforma agraria prometida por Bosch] y en la lista cuela a Jimenes Grullón, Viriato Fiallo y Severo Cabral, Domingo Bermúdez, German y Horacio Ornes, Bonilla Aybar [a quien incluye entre los “ambiciosos, aventureros e irresponsables” y al ex presidente Bonnelly. Y sobre los militares, ¿cuál es su juicio? “Son primitivos”, señala. ¿Y sobre la clase empresarial de Santiago? “Básicamente interesada en ganar dinero” [¿Por qué no le acompañaban en sus planes?] ¿Y sobre la Iglesia? El Nuncio Clarizzio dice que Bosch “es un tonto”, que está restringiendo a los sacerdotes a que no colaboren en la campaña contra Bosch, pero que si los militares “encuentran evidencias de que Bosch está entregando al país a los comunistas, el Nuncio no podría controlarlos” [La insensatez se vestía también de color púrpura].

Martin concluía su informe con los siguientes alegatos a favor de Bosch: el Fondo Monetario Internacional “lo adora” porque estableció un programa de austeridad deflacionario; estaba acorde con que los intereses políticos USA estaban “mejor servidos manteniendo a Bosch en el poder”; no es comunista [¡albricias!); es amigable con EUA; respeta las libertades individuales, los derechos humanos y la libertad de expresión [con esto bastaba para que Bosch hubiese sido un estandarte de la democracia que había que defender a todo coste]; “las alternativas [para sustituir a Bosch] son inaceptables”. Pero, su otra cara decía: “Bosch no es gran cosa como Presidente; hay que “salir de aquellos a quienes no podemos controlar”; a través de su gente [la que estaba al servicio USA, of course] “manejar su gobierno sin que él se dé cuenta”; “subvertir su gobierno” [¿se escucha?]; armar un “aparato clandestino muy elaborado” [Llegado aquí uno no quisiera leer más. Martin era ladino ad summun. Pero hay que ver hasta dónde nos llevarán estos informes que Bernardo Vega ha puesto en nuestras manos. Y respirar, hay que respirar ante tanta insania].

(La narrativa de esta historia está basada en su totalidad en el “Addendum. El gobierno de Kennedy y el de Bosch. Un análisis más profundo” publicado recientemente por el historiador Bernardo Vega, junto a la reedición de su libro “Kennedy y Bosch” cuya primera edición es de 1993. Entre corchetes, el autor de Raciones de Letras introduce sus comentarios.)

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