Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Golpe de estado
Golpe de estado

Narrativa USA del golpe de septiembre (y 5)

“Recomiendo”. Así comenzaba a dar conclusión a su reporte del 22 de septiembre al departamento de estado el embajador John Bartlow Martin. [Y estas recomendaciones bastan por sí solas para saber de cuál lado estaba el pandero en el pandemónium golpista]. “Acechar a la izquierda y penetrarla de ser posible”. [La inteligencia se trabajaba a todo vapor].”Hacer cualquier esfuerzo para dividir al 14 de junio”. Con la “parte salvable” del 1J4, Martin pensaba formar “un partido alternativo al PRD en el futuro” [Eran tiempos...eran tiempos...] “Controlar clandestinamente al MPD y “apoyar financieramente el PRSC” [Los socialcristianos]. “Matar el proyecto de Luna de los aviones Hawker Hunters” [Martin deja claro que esa labor le correspondería a él directamente]. “Conseguir barcos de patrullaje” y “conseguir que se ratifique el acuerdo con el MAAG [El todopoderoso grupo de asistencia militar USA]. “Resolver el problema del central Río Haina” manteniendo “presión sobre Bosch con relación a esto”. Otra más que Martín decía que le dejaran a él: “Enfrentarnos a las tres personas fuertes que yo he podido identificar en la República: Wessin y Wessin, Imbert y Miolán”. El embajador también se encargaría de presionar a Bosch para que cesaran los viajes hacia Moscú, La Habana y Praga [No existían viajes directos y hasta para viajar a La Habana, distante a dos horas de vuelo de Santo Domingo, había que dar vueltas por Europa durante dos o tres días, pero la embajada sabía bien hacia dónde iban ciertos viajeros]. Y, finalmente, Martin hablaría con el presidente Bosch para que cerrara la escuela de Dato Pagán [El pobre “Dató” no era la pieza que la embajada creía que era. Su escuela no tuvo nunca la importancia que se le dio, pero ayudó a crear, sin proponérselo, un ambiente antiBosch de la embajada y de los que conspiraban].

En la tarde del viernes 24 [El momento ya está tenso y bruscamente Martin cambia las coordenadas cuando ve próxima la tormenta] el embajador USA informa al Secretario de Estado Dean Rusk que el presidente Bosch acababa de informarle que un complot militar encabezado por el coronel Wessin estaba en pie para tumbar su gobierno. “Recomiendo [Martin seguía a esa hora recomendando] que alertemos el portaviones tal como él ha solicitado” [El portaviones que Bosch le había pedido que colocara frente al litoral, tal vez frente al Placer de los Estudios, quizás dando la cara hacia Güibia, para ahuyentar los demonios]. Al departamento de estado le envía Martin otro cablegrama pasadas las tres de la tarde, afirmando que Bosch le había mandado a buscar a la 1:00 p.m. “desde un escondite” [Martin afirmaría años más tarde que era en la residencia de Sacha Volman] para decirle que el golpe se daría ese mismo día y que había enviado a Viñas Román a San Isidro “para tratar de pararlo” [El ministro de las Fuerzas Armadas nunca llegó con el recado]. Bosch también le dijo a Martin que “mandó a buscar a Wessin el domingo y otra vez el lunes” y que “Wessin ni fue ni dejó mensaje”. Aún más. Wessin ordenó reemplazar al encargado de los tanques en Palacio que era leal a Bosch, el teniente Piantini [¿Será el oficial William Páez Piantini, quien participaría en la revuelta abrileña y laboraría también como agregado militar en Puerto Príncipe en los gobiernos del PRD, cuyo hermano Nabucodonosor sería jefe de los ayudantes militares del presidente Antonio Guzmán?].

Martin informaba en ese mismo reporte que habían buscado asilo el sindicalista Robinson Ruiz López, en la embajada de Venezuela, y el locutor Tomás Reyes Cerda en la embajada de Colombia, ambos activistas de los mítines de reafirmación cristiana [Ruiz López falleció justo cincuenta y cuatro años más tarde, el 24 de septiembre pasado. Residió por largos años en Santo Domingo Este]. Bonillita arrancó para San Isidro a resguardarse con sus protectores. Mientras, Bosch y Martin confeccionaban sus respectivas listas –civiles y militares- que cada uno consideraba como partes del complot. La lista militar y civil corresponde a Bosch: Wessin, Grampolver Medina [Martin lo cita mal, le llama Gram Polver Molina], Osiris Perdomo, Imbert McGregor, Olgo Santana, Polanco y Polanco, entre otros. El presidente Bosch no considera a Imbert y Amiama como conspiradores, sino como víctimas del complot [Fueron objetos de las circunstancias]. Los civiles complotando: Bonnelly, Viriato, Severo Cabral, Horacio Julio Ornes, Enrique Alfau. Martin lista a los militares leales a Bosch: Viñas, Hungría, Rib Santamaría, Pagán, Montás Guerrero, Rivera Cuesta y Hermida, y coloca a Atila Luna como un “dudoso” que puede irse de un lado a otro [Esta lista del embajador no parece objetiva. Ciertamente, en ese grupo hay quienes pudieron estar indecisos en participar en la conjura, pero hay otros que eran todo menos leales a Bosch. Al final, todos firmaron la proclama golpista]. La nota interesante la pone Martin cuando reporta que entre los complotadores pudiera estar Wimpy Berry, el norteamericano dueño de un supermercado en la avenida Bolívar que contribuyó en la conjura magnicida del 30 de mayo.

El mismo día 24, también al caer la tarde –el golpe a la vuelta de la esquina- los agregados militares USA escriben su propio reporte y dicen que Rivera Cuesta y Pagán Montás se juntaron con los golpistas y “aparentemente tuvieron algún éxito en hacerlos suyos”. [No existe una memoria formal de los militares de la época que podría haber ayudado a una mayor conocimiento de los movimientos ocurridos y ya muchos de ellos han fallecido. Se conoce que hay unas memorias de Wessin a punto de ser publicadas]. Bosch ve cerca la amenaza en la tarde del 24 cuando Martin informa que Viñas Román no regresó nunca a la casa del presidente desde San Isidro. Es “un signo ominoso” le declararía Bosch a Martin. Meme Viñas Cáceres, pariente de Viñas Román y funcionario del gobierno de Bosch lo localizó en su casa por teléfono. [Viñas donde regresó fue a su hogar a esperar el campanazo. De hecho, nunca fue a San Isidro, envió un emisario a decirle a Wessin que deseaba verlo, sin resultado alguno]. Martin afirma que el presidente urgía la llegada del porta viones que el embajador le había prometido que podía arribar a las costas capitaleñas en 12 horas. Bosch pide que llegue en 8 y luego en 6 [tan desesperado era el momento]. Bernardo Vega anota que el portaviones llegó a la una de la madrugada [Ya era tarde].

El golpe de gracia arriba pasadas las 10 de la noche del 24. El departamento de Estado le informa a Martin: “Concluimos lamentablemente que poco más podemos hacer nosotros para mantenerlo en el cargo (a Bosch) contra las fuerzas que él mismo ha generado en oposición”. Y entre otros aspectos no menos resaltantes escribe un subsecretario que llevaba el mismo apellido del embajador: “Nos luce que Bosch en este momento crítico debe tomar aquellas acciones que crea necesarias para evitar su remoción por parte de su propia gente”. A las 11 de la noche, el embajador se dirige al Secretario de Estado en la Casa Blanca: Wessin y Atila Luna no aparecen por ningún lado; ni ellos ni sus subordinados asistieron a la recepción que ofreció las Fuerzas Armadas en honor del Almirante Ferrall; Bosch estuvo en la recepción fuertemente custodiado y “obviamente extremadamente nervioso”. Y cuando salió de la actividad, invitó a Martin a ir a su casa. Allí le dijo que creía que el golpe se daría esa noche, que estaba dispuesto a pelear y que “trataría de dar un golpe antes del golpe contra él”. [Fue lo contrario. Bosch no quiso pelea. Cuando el oficial Fernández Domínguez le dijo que estaba dispuesto con un grupo de hombres a hacer frente al golpe, él lo paró en seco]. La reunión de Martin con Bosch fue interrumpida por la llegada a la casa del presidente de Viñas Román [llegó al fin], Hungría Morell, Rib Santamaría y el coronel Tapia [¿Tapia Cessé?]. Se reunieron en privado y de ahí Bosch salió hacia el Palacio a las 10 y media de la noche. A la 1.20 de la madrugada, Viñas firmó el decreto número uno de una junta de gobierno no bien delineada aún implantando el estado de sitio. Miolán arrancó para la embajada de Colombia, Máximo López Molina y Manolo Tavárez para la de México. Esa misma madrugada la inteligencia norteamericana informaba a sus superiores que Bosch había sido derrocado [El intento democrático del que había hablado Dean Rusk días antes, había sido cercenado]. La CIA reportaba que era posible que habría sangre “como resultado del golpe” [No la hubo de inmediato. Dos meses después llegó la sangre con las guerrillas de Manolo. Y diecinueve meses más tarde la sangre de abril de 1965]. La Policía Nacional inició las redadas llevándose presos a Eduardo Tavárez Justo, Alfredo Manzano, Alberto Malagón, Ramón Pina Acevedo, Vinicio Echavarría, Diego Bordas, al general Rodríguez Méndez, Goyito García Castro, Pichirilo Mejía y a más de cincuenta personas sindicadas como gente de izquierda [La caza había comenzado]. El 28 de septiembre, tres días después del derrocamiento de Bosch, a las 5 y 15 minutos de la tarde, en vuelo de Caribair, salieron del país, por orden emanada del presidente Kennedy, el embajador John Bartlow Martin, el director de la AID y el jefe de los asesores militares norteamericanos. [La fiesta había terminado. Ese mismo día de la partida de Martin hacia su país, Juan Marichal conquistaba su victoria número 25 con los Gigantes de San Francisco, frente a los Piratas de Pittsburgh. Había presión en la atmósfera. El huracán Edith, categoría uno, se movía desde el día anterior hacia el noroeste. Y cuando pasó aquel intenso y fatídico septiembre hizo su aparición el ciclón Flora, categoría cuatro, que cubrió la península de Barahona ocasionando inundaciones y muertes. Tiempos de tormentas, sin dudas].

(La narrativa de esta historia estuvo basada en su totalidad en el “Addendum. El gobierno de Kennedy y el de Bosch. Un análisis más profundo” publicado recientemente por el historiador Bernardo Vega junto a la reedición de su libro “Kennedy y Bosch” cuya primera edición es de 1993. El autor de Raciones de Letras sólo incluyó sus comentarios entre corchetes. Recomendamos la lectura completa del “Addendum” de Vega para una mejor comprensión de esta historia.)

www.jrlantigua.com

Libros

TEMAS -