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Oro verde

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Oro verde

La República Dominicana ha disfrutado en las últimas décadas de un envidiable crecimiento de su economía a tasas que rondan 5-6%, motorizado fundamentalmente por el turismo, las remesas, las zonas francas, y la minería, sectores que nos han permitido acostumbrarnos a contabilizar en miles de millones de dólares su aporte al PIB y a la sostenibilidad de la balanza de pagos, facilitando nuestra inserción en el mundo globalizado de hoy.

La pandemia provocada por el Covid-19 y las políticas sanitarias de cuarentena adoptadas por las naciones, han representado un duro golpe al turismo a escala internacional, provocando un colapso de esta industria del ocio con cierres masivos de hoteles, quiebras de aerolíneas y navieras de cruceros. Al grado, que un empresario veterano y visionario de Punta Cana declaraba a EFE que este año estaba prácticamente perdido, el próximo sería de transición y el 2022 de recuperación. Siempre que adoptáramos políticas correctas para apuntalar a un sector que dinamiza el 25% del PIB dados sus múltiples eslabonamientos productivos.

Aunque el nuevo ministro de Turismo ha señalado que la ocupación hotelera se halla en un 5%, cifraba expectativas de mejoría de cara al resto del año, al anunciarse medidas de garantías sanitarias a favor de los potenciales visitantes extranjeros y un relanzamiento promocional de nuestro destino como OMS seguro. De su parte, los empresarios hoteleros esperan que el turismo doméstico compense en parte las pérdidas y genere cierto flujo de caja. Objetivo que debería merecer el apoyo de las grandes empresas privadas y del propio aparato del Estado, gratificando a su personal con bonos vacacionales ejecutables en los hoteles del país.

De su parte, según el CREES en base a datos de Aduanas, las exportaciones de zonas francas tuvieron una caída de 9.3% entre enero-julio 2020, respecto a igual período del año anterior, alcanzando US$3,135 millones, unos US$322 millones menos que en 2019.

Pero no todas son noticias negativas para nuestra economía. Conforme al Banco Central, en su último corte contable a julio 2020 del flujo de remesas familiares de los compatriotas residentes en el exterior, éstas habrían registrado un incremento absoluto de US$204 millones para una variación positiva de 5% respecto al 2019. Montando a la fecha US$4 mil 302 millones.

Otra buena nueva es que los precios del oro han alcanzado cotas históricas alcistas, cotizándose en la víspera de este artículo US$1,934 la onza troy, con tendencias bursátiles oscilantes en función de la debilidad del euro y un cierto repunte del dólar y los bonos del Tesoro norteamericano en los mercados. Los datos de la DGA revelan que en el primer trimestre de este año las exportaciones de oro se habrían incrementado un 22%, al pasar de US$349 millones en igual período del 2019, a US$428 millones en el 2020. En 2019, nuestras exportaciones del metal precioso, refugio de los inversionistas en tiempos de borrasca en los mercados, totalizaron US$1,544 millones.

A su vez, compensando en términos de balanza de pagos y en correspondencia con la pérdida de dinamismo económico, las importaciones de petróleo han sufrido una reducción en volumen y valor según datos del Banco Central. En el primer trimestre 2020, el crudo cayó un 27% en barriles importados y un 53% en su valor, una tendencia que al parecer se mantendría con las variaciones a medida que el aparato productivo nacional se reanima.

Una rápida mirada a estas cifras, nos indica que los tiempos de contar en magnitudes de miles de millones de dólares el aporte de nuestros sectores productivos más dinámicos se han tomado unas vacaciones, particularmente en el caso del turismo, que genera más de US$7 mil millones de ingresos anuales (US$7,468 millones en 2019).

Como parte del aprendizaje forzoso a que obliga la pandemia y su secuela de enclaustramiento, bajo presión inescapable de las circunstancias, vale repensar nuestra economía a fin de aprovechar mejor sus recursos y potencialidades. Entre ellos los accesos preferenciales a los mercados internacionales en virtud de los tratados de libre comercio. Yo diría, volver a contar de a uno, diez y cien los millones de dólares, en la ponderación de renglones de exportación que representan un filón de ventajas comparativas todavía inexplotadas.

Conviene además airear tantos informes y datos valiosos que maneja la inteligencia económica pública y privada -tal como lo hace la política de comunicación sistemática del Banco Central-, a fin de orientar oportunamente a los actores empresariales, a los inversionistas y a los consumidores en los procesos clave de toma de decisiones.

Uno de los renglones que reverberan en los últimos tiempos y gana cada vez más adeptos es el viejo, lustroso y mantecoso aguacate. Ese que hacía las delicias en mi infancia y adolescencia temprana en La Salle, cuando semi interno tomaba la tajada que nos servían en el almuerzo y rellenaba el pan de agua que repartía en canasta el hermano Antonio. Uso que encontré generalizado en Chile cuando llegué en el 66, donde se designa palta y se emplea en lugar de la mantequilla para untar las tostadas, acompañar los emparedados, en especial los “completos” de lomito de cerdo y de salchichas vienesas. Los chilenos consumen sus mitades como entradas a manera de recipiente con ensaladilla de pollo (palta Reina) o de atún, mayonesa y pimiento. Ni hablar de las batidas y helados de los brasileiros o el universalizado guacamole picante de los mexicanos, complemento de los tacos.

Yo desayuno religiosamente con esta fruta, la como al mediodía y si hay sancocho o cocido varias yolas verdosas sucumben. Su aceite se emplea para aliñar, mientras la pasta sirve a la cosmética en jabones, champús, rinses y mascarillas faciales. De su hueso o nuez se extraen ricos nutrientes para la floreciente industria de los suplementos. Mientras la cáscara sirve como fertilizante. Sus usos y prestigio se multiplican a escala global, con una demanda que supera hoy la oferta, al considerarse un súper alimento en el primer mundo con virtudes nutricionales casi mágicas.

México está reputado como la tierra originaria de la Persea americana o avocado y es el principal productor exportador del fruto fresco, cosechando 2 millones de toneladas métricas, cuyas exportaciones alcanzaron en 2018 la cifra de US$2,562 millones, representando el 50% de los valores transados. Su caso es un modelo. Se ha especializado en la variedad Hass, de alta demanda internacional y buenos precios -que aquí ha impulsado MACAPI en su plantación de Calimete, Elías Piña. El 81% de su producción se vende fresco (46% en el mercado nacional y 35% se exporta) y el 19% se industrializa.

República Dominicana figura como segundo productor mundial con 637 mil TM, seguido de Perú, Indonesia, Colombia, Brasil, Kenya, Venezuela, Chile y Estados Unidos. Sin embargo, se halla situado en el rango 13 de los países exportadores, con US$51 millones en 2018, siendo sus principales destinos USA (55%), Puerto Rico (16%), Holanda (14%), y España (2%).

En nuestro continente Perú (US$580 millones), Chile (US$273 millones) y USA (US$179 millones) nos llevan la delantera en las exportaciones del 2018. Chile ha sufrido una caída brusca (US$479 mm en 2017) debido a la crisis del agua que afecta sus plantaciones. Holanda -que importó US$707 mm- exportó US$903 mm, haciendo magia en el comercio mundial como entidad intermediaria de productos tropicales que no cultiva, como sucede también con el cacao.

Los mayores importadores de aguacate son USA, Holanda, Francia, Reino Unido, Alemania, España, Canadá, Japón, China y Bélgica. Mientras el mercado estadounidense importó US$2,448 millones, China lo hizo con US$133 mm, marcando una creciente demanda de la fruta que hoy enloquece a los consumidores.

Qué impresión causó este fruto ante los ojos deslumbrados de los europeos que llegaron a estas tierras 500 años atrás, maravillados por la naturaleza exuberante de América. Fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), quien arribó a México en 1529, refiere en su Historia General de las Cosas de la Nueva España: “Hay árboles que se llaman ahuácatl tienen las hojas verdes oscuras, el fruto de ellos se llama ahuácatl y son negros por fuera, verdes y blancos por dentro, son de la hechura del corazón, tienen un hueso dentro”.

El jesuita Joseph Acosta (1540-1600) en su Historia Natural y Moral de las Indias, describe así el aguacate por analogía con plantas conocidas en Europa: “es árbol grande con hojas como de limonero, más verdes, más anchas y ásperas, de flor pequeña, blanca con amarillo, de fruto en forma de huevo, pero en algunos lugares mucho más grande, o más bien de figura y tamaño de cabrahígos, negro por fuera, verdoso por dentro, de naturaleza grasosa como manteca y sabor de nueces verdes. Las hojas son olorosas y de temperamento caliente y seco en segundo grado, por lo que se emplean convenientemente en lavado.”

Continúa Acosta su descripción, perfilando rasgos taxonómicos del fruto, así como usos y propiedades medicinales atribuidas. “También los frutos son calientes agradables al gusto y de calidad nutritiva no del todo mala, sino grasosa, húmeda y que excita el apetito venéreo y aumenta el semen, contienen huesos blancos con algo de rojizo y sólidos, pesados, lustrosos y divididos en dos partes como las almendras, aunque oblongos y un poco más grandes que huevos de paloma. Tienen estos huesos sabor de almendra amarga y producen, prensados, un aceite semejante al de almendras no solo en el olor, sino también en el sabor y en las propiedades. Cura este aceite el salpullido, las cicatrices. Favorece a los disentéricos con alguna astringencia y evita que los cabellos se partan.”

Sobre las condiciones agronómicas del aguacate, apunta: “El árbol tiene hojas todo el año y crece en todas las regiones espontáneamente o cultivado, aunque nace mejor y alcanza mayor desarrollo en lugares cálidos y llanos.”

Seguiremos aguacateando. Poniéndole el ojo a este oro verde.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.